Hermana Radio: María del Pino Fuentes

Lagunera de nacimiento y vocación; enamorada de la vida y sus contradicciones; orgullosa de ser humana – en femenino- y madre, María del Pino Fuentes asegura en esta entrevista que “me gusta comunicar, escribir, y agradezco el haber podido -durante unos 25 años- acercarme a los públicos a través de Radio Club Tenerife; Radio Popular; Teide Radio; Radio Isla; TVE en Canarias; Azul TV; Tele 21…”. Guarda especial cariño de sus colaboraciones en prensa y de escenarios como los Carnavales, el Festival Sabandeño y las galas y espectáculos presentados en Galicia, Venezuela, Cuba y Ciudad Real, entre otros escenarios.
¿En qué año empezaste a hacer radio?
En 1986.
¿Cómo y por qué?
Me llamó Paco Padrón para que me integrara en el equipo de Radio Club Tenerife, en el mes de julio. Lo recuerdo perfectamente porque estaba de viaje de novios, no existían los móviles y me dejó un mensaje desde la casa de mis padres.
¿Qué emisoras escuchabas entonces?
Eran los tiempos mágicos de la gran radio: Radio Nacional de España, Radio Club, Radio Popular …
¿Voces y programas?
Para los nombres de los programas soy bastante despistada, pero de las voces jamás podré olvidarme; bebía de todos ustedes, los idealizaba e identificaba a cada uno; me maravillaba el color de sus voces, las inflexiones perfectas de la palabra, la respiración justa, el estilo… Eran buenos tiempos a pesar de la competencia de la entonces joven televisión, en gran parte debido al protagonismo adquirido por el medio tras el intento de golpe de estado en 1981, en la recordada noche de los transistores. Las emisoras respiraban libertad, creando sus propios sistemas informativos, incorporando profesionales del periodismo y eliminando el veto al seseo y deje canario sufrido hasta entonces. La recuperación del acento propio fue un gran paso, por eso permite que cite a gente de la tierra. De las mujeres Maite Acarreta, Teresa Afonso, Lulú, Marisol Fariña… En voces masculinas – que me perdone Loli- Manuel Herrador y tu son mis amores radiofónicos; Mariano Vega, Fabri Díaz, Miguel Rodríguez, César Fernández-Trujillo, Carlos Hernández Padilla, Fernando Delgado, Juan Hernández, Gerardo Jorge Machín – me hacían mucha gracia sus crónicas-… Son tantos los que se han quedado ya por el camino. ¡Grandes!
¿Y ahora?
Escucho todo aquello que esté bien hecho, que sea capaz de fidelizar al oyente, que no me obligue a cambiar el dial. Consumo mucha programación a lo largo del día, pero no me gusta la gente que siempre está buscando la parte negativa del ser humano como punta de lanza de la noticia. Nada se les pone por delante en su afán de obtener su premio Pulitzer particular, y están haciendo un flaco favor al medio.
¿De cuáles de las actividades, programas, etc., desarrollados en tu vida estás más satisfecha y guardas mejor recuerdo?
De cada segundo ante un micrófono, ya sea en la radio o en un escenario. La radio no me ha dado nada más que satisfacciones, el invitar a soñar con la palabra y compartir los anhelos del oyente, no tiene precio. Todo son gratos recuerdos, me gusta el contacto con la gente.
¿Qué destacas de la radio de hoy?
Los avances tecnológicos, el tener recursos para hacer cualquier tipo de programa y las oportunidades que se le brindan a los profesionales jóvenes por la pluralidad de medios que hay en el mercado.
¿Y qué no te gusta?
La falta de clase, de imaginación y de cultura general de algunos profesionales, el poco respeto que se tiene a la palabra y a los códigos de los silencios; la profusión de risas, vulgarismos, burlas y críticas mordaces, – muchas veces por adolecer de la cultura necesaria para abordar un tema-, lo que me lleva al agotamiento como oyente. Y por último la corrupción de la tan traída y llevada libertad informativa, el peaje que pagan las administraciones públicas de forma camuflada y que se exigen en los medios al ver diezmados los ingresos publicitarios por parte del sector empresarial. Esto es preocupante. Se abusa de la función semántica de la música y hay profesionales que se olvidan de una realidad: la palabra en el lenguaje radiofónico y en el lenguaje verbal no son equivalentes. La palabra es algo más que un vehículo de transmisión de ideas, la voz debe ser clara, correctamente timbrada, inteligible, y debe llevar emotividad, lo que el oyente debe traducir por sentimientos o sensaciones. Hay que crear, dibujar, contar, educar, describir, sentir…A veces escuchas un programa de radio y parece que estás en la pescadería de un mercado o en un patio de vecinos, esa es la forma fácil de hacer un programa, pero no de comunicar. Y luego está la oratoria, un arte antiguo que llegó a tener sus propias escuelas y que hoy manejan muy pocos profesionales. Se puede ser un avezado periodista pero no saber hablar ante un micrófono.
¿Le ves futuro y cuál?
¡¡¡ Sí y con mayúsculas!!! Nada puede sustituir a la palabra hablada. La radio, en femenino, siempre está disponible y en cualquier lugar; es económica y participativa; no es absorbente y te permite compartirla; goza de credibilidad, inmediatez y su lenguaje – siempre que sepa usarse correctamente- tocará con la punta de su ala el corazón del ser humano. Y ahí radica la fuerza y el futuro de la radio: en contribuir a la humanización de una sociedad que precisa recuperar sus valores, entre ellos el gusto por la palabra.