El día que Ballaké Sissoko y Vincent Ségal encontraron petróleo

Por Carlos Fuentes
Cuando las músicas de África conquistaron presencia y prestigio en la escena global, el siguiente paso natural se dio en el terreno de las colaboraciones. Con forma de encuentro entre artistas de las dos orillas. Reuniones de instrumentos y culturas diferentes sobre el lenguaje, en teoría común, de la música. El encuentro del maliense Ballaké Sissoko y el chelista francés Vincent Ségal se cuenta entre los episodios más fructíferos. Tanto es así que su proyecto de música acústica Chamber music se publicó primero en un disco en 2009 y desde entonces se continúa presentando en concierto. Mañana, viernes, Ballaké Sissoko y Vincent Ségal actúan en la Fundación CajaCanarias de Santa Cruz de Tenerife.
En el campo de las colaboraciones entre artistas de África y Europa hay alguna alianzas brillantes, aunque también conquistas personales como la protagonizada por el laudista tunecino Anouar Brahem, artista de referencia en el siempre prestigioso catálogo de ECM, la disquera alemana con aquel lema insuperable para vender música: “el mejor sonido después del silencio”. Más joven, y bastante más modesta, es la discográfica francesa No Format!, que hace siete años se lanzó a producir el encuentro musical de Ballaké Sissoko y Vincent Ségal. Se citaron en Bamako y ninguno de los dos músicos era un recién llegado.
Ballaké Sissoko proviene de una familia de griots malienses, encargados por herencia de transmitir las tradiciones musicales y orales de la región. En casa aprendió a tocar la kora, un arpa-laúd tradicional de veintiuna cuerdas fabricado con una calabaza y piel de cabra. Ballaké comenzó tocando en el conjunto nacional de instrumentistas antes de asociarse al gran referente de la kora en Malí, Toumani Diabaté. Con él grabó New ancient strings, el disco de 1999 que puso a la kora en el centro del tablero de las músicas étnicas. También colaboró con el guitarrista de blues Taj Mahal, con el que Toumani Diabaté grabó el disco Kulanjan ese mismo año. El álbum Diario Mali, su alianza con el pianista italiano Ludovico Einaudi, anunció el encuentro que llegaría al año siguiente con el francés Vincent Ségal.
El chelista de Reims tampoco era un advenedizo cuando aceptó viajar a Malí para grabar con Ballaké Sissoko. Instrumentista respetado tanto en la escena clásica francesa como entre los artistas de sonidos contemporáneos, en 2009 Vicent Ségal venía de grabar en el álbum If on a winter’s night de Sting. Y antes había colaborado con músicos como Elvis Costello, la diva de la chanson Brigitte Fontaine y el dúo hip hop Blackalicious. Y también había arropado a dos voces africanas: las caboverdianas Cesária Évora y Mayra Andrade.
Para Chamber music se eligió el estudio Mouffou de Bamako, propiedad del cantante Salif Keita. La grabación se planificó sin mucha producción previa y los músicos interpretaron en directo, sin tomas ni retoques adicionales, un repertorio compuesto por una decena de piezas: siete de Ballaké Sissoko y tres de Vicent Ségal. Junto a ellos, con kora y chelo, respectivamente, en la grabación también participaron Mahamadou Kamissoko (ngoni), Fassery Diabaté (balafón) y Demba Camara (bolon). Solo en una canción, Regret, la cantante maliense Awa Sangho añadió una de las pocas aportaciones vocales del disco, ya que Chamber music es básicamente un encuentro entre dos ricos universos musicales en África. Un continente, ya lo explica Toumani Diabaté, donde la música es algo más que banda sonora de fiesta: “La música es nuestro algodón, nuestro oro, nuestros diamantes”.
Publicado en 2009 en el mercado europeo, su éxito fue cosechado poco a poco gracias al halago frecuente entre oyentes de músicas étnicas y prensa especializada. Aunque no fue hasta 2011 cuando Chamber music terminó por encandilar al mundo a partir de la edición del disco en el sello norteamericano Six Degrees Records. La disquera de San Francisco que ese mismo año publicó a Issa Bagayogo, el griot que electrificó la kora africana en el disco Sya. Lo de Ballaké Sissoko y Vicent Ségal es otra cosa bien distinta: la suya es una conversación serena entre dos instrumentos de cuerda que abarcan siglos de tradiciones musicales. Como dijo el guitarrista flamenco Raúl Rodríguez la primera vez que vio sonar una kora: “Parece que hay toda una orquesta escondida dentro de esa calabaza”.