Canarios con Fidel Castro en Cuba: recuerdos de monte adentro

Por Carlos Fuentes
Primero, porque fue casi la primera, llegó Antoliana Leonor Fumero Triana. Una palmera de 90 años que salió de Mazo con solo dos años de edad y nunca volvió su isla natal. Al salón antiguo de la Asociación Canaria de Cuba también llegó pronto Arnaldo Sánchez, otro veterano. A mediados de 1950 salió de La Palma, bastante mayor que Antoliana, él ya con 31 años, y tampoco regresó a Canarias. Dos nombres, dos caras, dos vidas que devuelven el recuerdo de la cada vez menos numerosa colonia de emigrantes canarios, el tiempo pasa, nos vamos poniendo viejos, que a principio de siglo XXI aún vivían en Cuba.
La mayoría en los arrabales de la ciudad de La Habana, aunque también en el interior de la isla. En la comarca agrícola central de las provincias de Sancti Spíritus y Villa Clara, allí gastaron muchos las manos sembrando matas de tabaco y plantones de caña de azúcar. Arnaldo Sánchez fue uno de aquellos trabajadores. En Santa Cruz de La Palma se había desempeñado como repartidor de periódicos y también como maquinista en una imprenta.
En Cuba se instaló con sus padres, con sus hermanos y una abuela, casi la familia entera, en el municipio campesino de Cabaiguán. La capital canaria de Cuba. El pueblo en el que en diciembre de 1958, durante los últimos días de Batista, el Che Guevara entró triunfal con la victoria por delante. Iba camino de la decisiva batalla de Santa Clara. Testigo de la historia, Arnaldo Sánchez estaba allí. En aquel poblado de gentes canarias en el que el revolucionario Che se partió un brazo y al que luego regresó como hijo adoptivo de la villa.
Hay más pedazos de recuerdos de monte adentro. De la sensación de tiempo detenido, de que ya no se espera que ocurra nada, de la tranquilidad del campo, de la escasez de trabajo y de las penurias del día a día. Algo parecido se vivía en el cambio de siglo en la zona occidental de la isla, en la provincia de Pinar del Río. Allí donde muchos emigrantes canarios arraigaron antes del triunfo de la Revolución. Llegaron a trabajar el tabaco y allí dejaron sus vidas en el campo. Con todo, el centro de la isla era el gran desconocido del mapa sentimental de la emigración canaria a Cuba. Antes, durante y después de Fidel. Ya lo dijo el comandante Castro cuando el sábado 15 de junio de 1996 hizo una breve visita a la isla de Tenerife: “En Cuba los canarios han sido unos trabajadores insuperables”.
Tiempo y lugares que son también sensaciones de aquellos días, aquellas semanas junto a los últimos canarios de Cuba. Aquella enorme melancolía, la morriña resignada, de los que se fueron para no volver. La saudade consuetudinaria a todo emigrante, más aún en la lejana Cuba debido a las singulares condiciones de vida en la isla, por su aislamiento político, económico y social. También por las distancias insalvables con su tierra natal y la falta de oportunidad para venir, aunque sea de visita, a las islas. Allí queda la Asociación Canaria Leonor Pérez Cabrera, madre isleña del héroe nacional José Martí. Una segunda isla para todos los emigrantes canarios que encontraron en Cuba su lugar en el mundo.