3.0 Opinion

Cuba para un infante difunto

Por Ariam Lebrón

Mucho se ha escrito sobre Fidel, una de las figuras más importantes del S. XX. Un líder carismático que supo entender las necesidades de un contexto socio-político complejo.

Entender de verdad Cuba no se resuelve con una conversación con dos cafés, y seguramente tampoco con tres. Cuba hay que vivirla, pero no desde un hotel, sino desde una casa de una familia en un barrio no turístico. No con euros, sino con libreta de racionamiento y el sueldo mensual. Vivir Cuba así, es vivir una realidad diferente, incluso puedes llegar a sentir la sensación de una felicidad que en este caso también es compleja.

Decidí parafrasear en el título de este artículo al fallecido premio Cervantes Guillermo Cabrera Infante (La Habana para un infante difunto, Seix Barral, Barcelona, 1979) novela autobiográfica en la que quiso retratar desde su visión los entresijos de su Habana.

Cabrera Infante se puede tomar como un perfecto ejemplo de la complejidad de la vida socio-política cubana. Censurado por el régimen de Batista abrazó la revolución, llegando a ser nombrado director del Consejo Nacional de Cultura, subdirector del diario Revolución (actual Granma, diario oficial del Partido Comunista de Cuba) y otros puestos afines a aquella revolución que a tantos sumó a su causa, para acabar, como tantos intelectuales, exiliado en el año 65 y sus libros prohibidos en la isla.

Muchas veces, cuando me preguntan de dónde soy, dudo. Respondo Cuba como algo instintivo, aunque solo pasé mis primeros ocho años de vida en ese universo complejo. Con la nostalgia, entiendo, de querer mantener mi sentido de identidad intacto, mi madre se encargaba de inyectarme dosis de cultura cubana. Música, gastronomía, literatura, historia y todo aquello que consideraba que como cubano debería mantener. Antes no me daba cuenta, hoy se lo agradezco, no porque para mí sea importante el sentimiento de pertenencia, que no lo tengo, sino porque me permite entender “esa Cuba nuestra” llena de contradicciones.

Contradicciones como considerar a EEUU enemigo institucional pero que de hecho es uno de los socios comerciales más importantes. (Datos oficiales de la Oficina Nacional de Estadísticas de Cuba. Ver Anexo 8.4). Ante esta evidencia lo normal es preguntarse, pero ¿y el bloqueo?

En mi propia familia tengo ejemplos de esa complejidad. Mi abuela, ya fallecida, fue la primera en recibir el premio Vanguardia Nacional en Cuba, premio que se otorga a aquellos trabajadores que hacen méritos reconocibles por la Revolución. El premio se lo dio a escoger un tal Ernesto de apellido Guevara, alguien de su círculo de amigos. Tenía que escoger entre un viaje de estímulo a Rusia o una casa nueva para toda la familia. Por lo visto Rusia era menos estimulante que la casa.

Recuerdo hablar con mi abuela sobre “el Che”, más que hablar interrogar, me fascinaba con la naturalidad con la que me contaba anécdotas de uno de los mayores iconos modernos. En casi la totalidad de esas historias llenas de nostalgia se retrataba a alguien muy fiel a sus ideales, quizá hasta las últimas consecuencias, y a una persona que creía en la igualdad sobre todas las cosas, aunque ello significara ser “candil de la calle y oscuridad de su casa”.

Tengo recuerdos de mi época escolar, donde cantar el himno en el matutino era una rutina, como también recuerdo abrir el libro de Lengua Española y que en la primera página había una foto de Fidel y uno de sus discursos. Desde pequeño te enseñan que gracias a la revolución tenemos Sanidad y Educación gratis, aunque realmente te cobran impuestos, como en cualquier sistema social de servicios universales. También recuerdo recibir noticias que hoy en día me parecen muy lejanas, como la de ese compañero que se sentaba dos pupitres más allá que había muerto con su familia intentando alcanzar Florida en una balsa. Esta la recuerdo como algo impactante, seguramente por la cercanía, pero no recuerdo que en el colegio se hiciera mención a ello. Ni un acto, ni un minuto de silencio, ni un matutino dedicado.  

Balsero-Krise 1994 in Cuba. Ueber 35.000 Kubaner fliehen auf LKW-Reifen, Floessen etc von Cuba in die USA. Ein Floss wird unter dem Jubel der Menge in Centro Habana durch die Strasse und zum Malecon getragen. /// Centro Habana, Balsero, boat people, crisis in Cuba. Some 35.000 Cubans flee the island on handcrafted rafts.

Foto Sven Creutzmann

Este tipo de noticias dependiendo del barrio donde vivas son más o menos frecuentes. Es lo que pasa con los dramas cotidianos, que, al ser cotidiano, parece menos drama. Recuerdo en mi barrio comitivas de una calle llena de gente para despedir a jóvenes que se iban a lanzar al mar vitoreados como si fueran héroes, aunque el intento de salida en balsa del país tiene consecuencias penales en Cuba. Muchos de estos jóvenes, recogidos por guardacostas norteamericanos, acababan en la Base Naval de Guantánamo, ya territorio estadounidense, donde esperaban en una especie de limbo legal su futuro.

Alimentando más la complejidad ¿si Cuba tiene uno de los IDH más altos de Latinoamérica cómo es posible que personas arriesguen su vida navegando 180km en neumáticos de camiones?

La respuesta a esta pregunta no es sencilla, como tampoco lo es a ¿y ahora que pasará en Cuba? Con la muerte de Fidel no mucho, desde el Gobierno se había hecho una transición muy inteligente para colocarlo más como una figura que recuerda de dónde venimos que como el líder ideológico y apasionado que fue, para que precisamente no se sufriera una transición abrupta.

Otro hito para esta pregunta es el cambio de presidencia en EEUU y las promesas de Trump de volver a la línea dura del trato a Cuba. Curiosamente hecho celebrado por una mayoría de cubanos exiliados en Miami. Llama la atención, o al menos a mí, que se prefiera volver a una estrategia política que no ha dado resultado durante casi 60 años.

Bien es cierto que los cambios que llegaron con la apertura de la administración Obama parecían no ofrecer cambios significativos para la población que seguía viviendo en la misma “lucha” como se dice por aquellos lares. Sin embargo, ya se veían cambios que antes eran impensables. El acceso a internet es uno de ellos. Jamás pensé que podría hablar con mis primas, de mi misma edad, a través de Facebook, y ese acceso, aunque limitado, a la información, me hizo recordar inmediatamente a la teoría de Ian Bremmer de La Curva J.

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Vía Wikipedia Commons

En ella, Ian Bremmer expone que los regímenes autoritarios disponen de cierta estabilidad, gracias precisamente a que son cerrados. Un aumento de la apertura implica un descenso de la estabilidad lo que provoca que bien el sistema se vuelva a cerrar con medidas restrictivas o que consiga seguir su ascenso en apertura y aumente así lo estable del sistema.

Entre las variables que favorecen a este movimiento hacia la apertura está el acceso del pueblo a la información, y las medidas promovidas por la administración de Obama parecían seguir la directriz que exponía Bremmer en su libro: “Los estados desarrollados deben trabajar para crear las condiciones más favorables para el paso seguro de un régimen cerrado a través del segmento menos estable de la curva J”.

¿Y qué viene después de Raúl? Dicen los que saben de esto que a quién están preparando para la sucesión es a Alejandro Castro, Coronel del Ministerio del Interior y único hijo varón de Raúl. Ingeniero y con estudios en Relaciones Internacionales, también es asistente personal de su padre. Se considera de la línea continuista y rechaza, o al menos así lo ha hecho hasta ahora, a Estados Unidos y su política exterior. Con esta carta de presentación no parece muy esperanzador para aquellos que abogan por un cambio y un sistema más abierto. Eso solo se conseguirá con alguien cuyo ego anteponga el pasar a la Historia a mantener los privilegios de las élites militantes gobernantes, y con los riesgos que esto entraña, a ver quién es el nuevo Fidel que se atreve.

1 Comentario

1 Comentario

  1. Manuel Carlos Álvarez Fernández

    3 diciembre, 2016 en 13:46

    Muy bueno el artículo. Mi historia ha sido muy similar a la tuya, ya que me marché de Cuba con 8 años y mis recuerdos han sido agrandados por las historias de mi familia. Con respecto al proceso de transición, me gustaría resaltar como en España mucha gente rechaza la figura del Rey Juan Carlos I, sin embargo, ninguno es capaz de pensar que ojalá en países como Cuba, un individuo con peso político pensara realmente en el pueblo de cuba y antepusiera los intereses del pueblo a los del individuo o, lo que ellos llaman, “partido”.

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