Desinsularizar las mentes (y decálogo)

Hace unas semanas asistí a una mesa redonda sobre internacionalización, en la que representantes de un pujante y dinámico sector empresarial canario analizaba los motivos por los cuales no habían conseguido internacionalizarse. Quedé muy sorprendido cuando escuché las razones que los ponentes expresaron con valentía, no tanto por unas causas que definiría como estructurales (intrínsecas al nacimiento y evolución del sector) sino más bien por otras que denominaría psicológicas: la desconfianza hacia los propios colegas del sector, el recelo entre islas, la imposibilidad para el canario de vivir no ya en el extranjero sino incluso en otra isla diferente de la suya, el miedo a la cultura exterior, el hecho de que las cosas vayan bien aquí nos impide mirar hacia fuera, la falta de espíritu emprendedor, y sobre todo, el no haber sido capaces de trabajar por un proyecto común.
Yo escuchaba absolutamente atónito esos argumentos porque no tenía claro si los ponentes estaban hablando de su sector económico, o de mi novela La ciudad de las miradas, en la que intenté esbozar un perfil del hombre canario, del que sin duda estaban hablando los ponentes de la mesa.
La conclusión final era: Canarias disponía absolutamente todo para poder internacionalizar ese sector pero no había sido capaz de hacerlo. Era una reflexión que realizaba el sector privado, mientras los escuchaba también pensaba en el sector público, y en muchos que gestionan lo público como si su trabajo les perteneciera en propiedad, y no entienden que compartir la gestión con otros redunda en el bien común para el que trabajan.
Entonces me acordé de Franz Fanon, ese brillante psiquiatra martiniqués que participó en los movimientos de las independencias de las colonias africanas francófonas en los años cincuenta y sesenta, y que decía que el principal problema que enfrentaba el hombre negro para encontrar su camino en el mundo después de haber sufrido un siglo de colonización era que poseía una mente colonizada, y que su gran reto era, por tanto, la necesidad de descolonizar sus mentes, creerse sujetos libres e independientes con capacidad para organizar por sí mismos su futuro. Es decir, su mentalidad era una tara, y pensé que quizás los canarios también teníamos una tara que provocaba todos los argumentos psicológicos que los mismos ponentes señalaron en la mesa y que nos impedía plantear proyectos conjuntos y proyectos internacionales (sin que ello quiera decir que no existan algunos buenos proyectos internacionales en marcha). En fin, que los canarios son ínsulas, ínsulas en sí mismos e insulares de la isla en la que viven, y realizando un paralelismo con Fanon (sin pretender vincular colonialismo y Canarias, en ningún caso soy independentista) pensé que lo que necesitábamos era desinsularizar las mentes, desinsularizar las mentes en lo público, desinsulariazar las mentes en lo privado, desinsularizar las mentes para conseguir proyectos internacionales, desinsularizar las mentes para conseguir una Canarias única e internacional.
¿Pero realmente era posible desinsularizar las mentes? ¿Cómo se podría realizar eso? -pensé-, y se me ocurrió escribir un decálogo que pudiera ayudar a conseguir ese fin y lo publiqué en Facebook, preguntando a los amigos si me ayudaban a depurarlo. Se armó un gran revuelo, Pablo Zurita Espinosa comentaba que desinsularizar está bien como idea utópica, y que si bien podría ser deseable también era imposible mientras que la base organizativa del archipiélago fueran las islas y los cabildos, según él, para desinsularizar Canarias habría que deconstruir Canarias y volverla a armar. Rafael Mesa se mostró completamente contrario a mi argumento, alegando que en Canarias no había que desinsularizar nada, sino generar libertad económica (como ya ocurría cuando éramos puertos francos) que permitiera a los agentes operar con libertad, y no bajo un sistema subvencionado mantenido por una oligarquía política y funcionarial que promovía el aplatanamiento y la falta de ambición, generar esa libertad de mercado sería suficiente para que los canarios fueran más ambiciosos y más internacionales. Ignacio Moll hablaba de que era básicamente una cuestión de educación y de generación de inquietudes, lo cual provoca seguridad y erradica complejos, además de reducir la frustración, la envidia y la indiferencia. Interesantes aportaciones, sin duda. ¿Es el sistema el que crea esa limitación, esa tara, ese virus insularista (ínsulas de nuestra isla e ínsulas en uno mismo) que llega a ser nocivo, que entorpece y ahoga proyectos cuando sobrepasa la línea de la sana competencia y que está tan extendido por todos los sectores de estas islas, y por tanto hay que cambiar de sistema? ¿Es la geografía? ¿Ayudan en algo las indicaciones del siguiente decálogo? A mí, al menos, me han sido útiles, aunque seguro que hay múltiples lecturas.
Decálogo para desinsularizar las mentes
1. Haber vivido al menos dos años en el extranjero, o en su defecto viajar con asiduidad con una actitud observadora.
2. Hablar con fluidez un idioma extranjero (o incluso dos) es un valor añadido importante.
3. Sentirse orgulloso de ser canario, pero no estar plenamente convencido de que vives en el mejor lugar del mundo, ser consciente de que el mundo es muy grande (y que en muchos sitios apenas conocen lo que son las Islas Canarias, y mucho menos una isla en concreto).
4. Pensar a lo grande, preparar la tarta grande para compartirla con todos.
5. Conocer la historia de Nelson Mandela y comprender cómo llegó a formar una nación.
6. No pretender que las inversiones públicas sean siempre equitativas entre islas sino en función de las necesidades de cada una en cada momento.
7. Ignorar a la prensa que ofrece las noticias sobre una isla en comparación con otra buscando el populismo. Ignorar a los políticos que realizan declaraciones con ese mismo objetivo.
8. En lo público, pensar que el trabajo no te pertenece y que compartiendo se alcanzan mejores resultados que beneficia al público para el que trabajas. En lo privado, pensar que la falta de dimensión para abarcar metas mayores se consigue con la unión.
9. Ser una persona segura de sí misma, ser una persona que sume, no que reste.
10. Huir de la mediocridad.