Elecciones democráticas y prosperidad

La prosperidad de África depende de elecciones limpias y competitivas. Esto es una reflexión que surge a raíz de la derrota del dictador gambiano Yayah Jammeh en las urnas a principios de diciembre. Horas después de aquel acontecimiento, el presidente de Angola, Eduardo Dos Santos, también anunciaba que no se presentará a las elecciones de 2018 tras casi 40 años en el poder. Da la impresión de que poco a poco, los grandes dictadores africanos van desapareciendo.
No cabe duda de que la democracia se afianza a pasos lentos, pero seguros, en África, pero son muy pocos los africanos que se aprovechan de sus beneficios, al menos así lo afirma el informe del Institute for Security Studies (ISS) titulado The future of democracy in Africa. Este estudio explica que la democracia es esencial para la prosperidad de los países y señala aspectos específicos que deben mejorarse si se quiere que esta forma de gobierno alcance todo su potencial de desarrollo en África.
Frente a lo que pueda parecer, hay que advertir de que la democracia no es la forma de gobierno que más domina en África. Según Policy IV, una serie de datos ampliamente utilizados en círculos académicos y políticos, solo 21 de los 55 países africanos (si incluimos Sáhara Occidental) podían ser considerados democráticos en 2015.
La buena noticia es que todo apunta a que la situación está mejorando: el número de democracias en el continente ha aumentado en los últimos años y ha mejorado mucho el nivel medio de las mismas. Sin embargo, todavía son muy pocos los ciudadanos que se benefician de esta realidad.
Para entender esta tendencia, el informe del ISS explora las perspectivas a largo plazo para las democracias y el desarrollo en África. Concluye que en el continente se está dando lo que se conoce como neopatrimonialismo (o neoclientelismo) que ve a las élites políticas utilizar los recursos del estado para asegurar la lealtad de sus clientes, y destapa el comprometido aspecto de la gobernanza constitucional y electoral. Estas cuestiones están muy extendidas por África, en particular por los países de bajos ingresos que son los que más carecen de estructuras democráticas, según el estudio; por eso, en ellos, la búsqueda de rentas está muy arraigada y el engaño electoral es algo muy común.
Mientras el número de elecciones aumenta cada año – solo en 2016 se han podido celebrar 24, la máxima cuantía en muchos años-, muchas pueden estar manipuladas para garantizar la reelección del partido gobernante y sus candidatos. Países como Zimbabue, Uganda, Etiopía, Kenia, Angola y Mozambique han demostrado esa interferencia mediante la manipulación de los procesos de registro de votantes, el control de los medios de comunicación o la disipación de los medios del estado en favor de los clientes propios, según señala el informe de ISS.
Es por esto, sigue afirmando el estudio, que las elecciones no se traducen en democracia. Y es por esto, que ISS insiste en que para que la democracia sea efectiva, para que tenga significado, para que exista una relación duradera y beneficial con el desarrollo humano y el crecimiento económico, se necesitan elecciones limpias y competitivas. Sin esto, es imposible que la democracia colabore con el desarrollo o el crecimiento económico.
En África, donde conviven tanto totalitarismos como democracias, esta última parece estar ganando terreno. Aunque la democracia todavía no ha desarrollado todo su potencial aliviando la marginación social y los altos niveles de pobreza, ofrece la posibilidad de efectuar cambios, de remodelar las dinámicas del poder y de responsabilizar a los líderes.
Poco a poco, la democracia va realizando progresos significativos en África, aunque todavía tiene un largo camino por recorrer. A pesar de las muchas críticas que se le pueda hacer, sigue siendo el sistema más importante a través del cual se puede lograr un desarrollo y crecimiento que beneficie a la inmensa mayoría de la población.