La vida dentro de las Sotramas

Fotografía por María Rodríguez
En lo alto de su madre va una pequeña que no tendrá más de dos años. Llama la atención a primera vista por lo conjuntada que va. De pies a cabeza, de la diadema a los zapatitos, va vestida de rosa. Le ha dado amago de protagonismo y para que todos la miren se dedica a hacer balbuceos y algún que otro grito en el interior del vehículo. En este trayecto se ha convertido sin duda en la estrella de la Sotrama.
La Sotrama es el transporte común utilizado en Bamako, la capital de Mali. Se le conoce así porque son las siglas de Sociedad de Transportes Maliense. El nombre puede verse en algunas de las paradas que se encuentran a lo largo y ancho de la ciudad pero, en realidad, una Sotrama se puede parar en el sitio que uno quiera. Basta con asomar el brazo a la carretera y moverlo arriba y abajo para que se paren. A veces te harán un gesto con su mano cuando aún no han llegado a tu altura. Lo que están haciendo es indicar hacia donde van para que, si no es tu caso, evitar pararse y hacer menos tedioso el viaje de los pasajeros.
En un pueblo a las afueras de Bamako, que con el crecimiento de la ciudad ya se ha convertido en un barrio periférico, tres chicas se suben en la Sotrama que va balanceándose por los caminos de tierra. Van bien vestidas, muy enjoyadas y maquilladas y, como es domingo, lo más probable es que se dirijan a una boda. Parece que con las prisas a una de ellas no le ha dado tiempo de hacerse la raya de los ojos y cuando el vehículo ya está en camino la muchacha saca el lápiz negro como el tizón y se hace la línea mientras la Sotrama salta en cada bache que encuentra.
Las Sotramas están prácticamente todas ellas pintadas de color verde hierba, pero cada una tiene su propia personalidad. Algunas más viejas, otras más nuevas, es raro que no tengan alguna decoración, que va desde diversos dibujos de colores a ventanas en forma de corazón. Se las ve pasar por cualquier lugar de Bamako y en apariencia son un auténtico caos, incluso para algunos malienses que llevan años sin subir a este medio de transporte o nunca lo han utilizado. Sin embargo, sólo hace falta interesarse un poco y preguntar para conocer las rutas y llegar al destino deseado, eso sí, con mucha paciencia y sin mirar el reloj. Aunque parezca mentira, el sistema de las Sotramas está bien gestionado por un sindicato que organiza rutas y precios, entre otros asuntos.
-A ni sogoma (buenos días)
-Nsé-responden las mujeres
-Nba-responden los hombres
-Somogow be di? (¿Cómo está la familia?)
-Tooro te (ningún problema)
Los nuevos pasajeros se acomodan en algún hueco. El chico que se encarga de gritar la dirección de la Sotrama y recoger el dinero de los pasajeros da un golpe contra el vehículo, con el que indica al conductor que ya puede continuar, y la Sotrama vuelve a ponerse en marcha.
Este medio de transporte es utilizado por la gente con menos recursos económicos. Es el más incómodo, pero también el más barato. Un trayecto cuesta entre 100 francos CFA (15 céntimos de euro) y 250 CFA (38 céntimos). Se parece al metro en el sentido en que cuando hay que coger sólo una Sotrama es una buena solución, pero cuando para llegar a destino se necesitan coger hasta tres resulta tedioso, -más aun teniendo en cuenta las altas temperaturas-. La diferencia es que aquí se van sumando francos CFA por cada trayecto y llegar a destino puede llegar a costar hasta 500 CFA (76 céntimos) o 600 CFA (91 céntimos), una suma que ya empieza a ser importante, más aún si luego tiene que realizarse la vuelta. En taxi, estos mismos trayectos cuestan entre 1000 y 3000 CFA (1,5 euros y 4,5 euros), un dinero que supera lo que la clase pobre gana en una jornada.
Quienes más utilizan este transporte son las mujeres. Así, de las 23 plazas que suele tener este transporte, entre 3 y 5 suelen estar ocupadas por hombres y el resto por féminas. Tiene sentido que sean ellas quienes más utilizan este medio de transporte. Por un lado, tienen menos dinero que los hombres y, por otro, son quienes van al mercado tanto para vender como para comprar. Es por ello que cuando sube una mujer a la Sotrama también suben cubos o cajas de mercancía, que se acomodan debajo de los asientos o en el centro del vehículo, y/o bebés y niños.
En una misma Sotrama pueden llegar a ir hasta cuatro o cinco pequeños que tras pocos minutos en el interior empiezan a hacer las primeras señas de agotamiento. Mientras una mamá da el pecho a su bebé de pocos meses, otro niño, vestido con una camisa de cuadros azules con un logotipo en su bolsillito izquierdo que imita la marca Ralph Lauren, observa atentamente al resto de pasajeros. A los diez minutos comienza a aburrirse y juega con la cara de su madre, que le da besitos en la cabeza. A los veinte minutos ya no aguanta más, pero su madre saca una galleta del bolso, similar a la forma de las clásicas de Cuétara en España y él, sonriente y contento, aguanta un tiempo más allí sentado sobre su madre con la mirada atenta a los desconocidos que le acompañan allí dentro.
Las personas mayores también utilizan las Sotramas, tanto mujeres como hombres. Antes de que se ponga en marcha la Sotrama, un señor de unos sesenta años enciende su radio orgulloso. Parece que se piensa que todo el mundo en el interior del vehículo quiere escuchar su emisión llena de interferencias. Nadie se queja. Él sonríe y la pone más alto. El ruido ensordecedor de las puertas de atrás mal cerradas por su desgaste, la vibración de los cristales de las ventanas o bien el madero de un banco que no está bien sujeto y que aún no está lleno de gente que lo aplaque, la música a todo volumen por parte del conductor o alguien hablando a voces por teléfono, son algunos de los sonidos cotidianos en el interior de estos vehículos. Este medio de transporte siempre es incómodo, a veces divertido, otras insoportable, pero así es la vida en el interior de las Sotramas.