Conciencia Social Club: canciones que hacen pueblo

Por Carlos Fuentes @delocotidianocf
La anécdota tiene ya unos años. En el pleno municipal se discutía el nombre del artista invitado al concierto de música latina. Eran las fiestas grandes, tan grandes como cinco años. Y alguien apuntó la opción de Rubén Blades. “No, ese tipo está acabado”, dijo otro. No hubo debate: en el nombre del pueblo, del alcalde y de la virgen patrona se pagaron 23 millones de pesetas (138.232,71 euros, para entendernos) por una noche de merengue con un tal Elvis Crespo.
Rubén Blades no estaba acabado entonces, ni tampoco tres lustros después se antoja que su canción esté en vías de extinción, como dijo el concejal agorero. Contando meses para cumplir setenta, ya con 48 años de carrera, el panameño volvió a dejar este fin de semana dos muestras de su estado de forma y, visto desde esta esquina del mapa, de su especial relación con el público canario. Con la excusa de Caminando: adiós y gracias, presentada como su despedida de los conciertos con bandas grandes y repertorio de salsa, el autor de piezas emblemáticas para varias generaciones de latinos como Pablo Pueblo (que no sonó), Ligia Elena (“está contenta y su familia está asfixiá”) o Pedro Navaja, que cerró la tanda inicial, reivindicó una música que conquistó el mundo.
Hay que ver cómo han evolucionado las músicas latinas de aquel tiempo a esta parte. Como un eslabón más de la cadena de producción de música comercial de gran demanda, lo latino ha girado ahora a la nueva música urbana, el hip hop y el reggaetón. A Rubén Blades le preguntan siempre por esto último y él, que sabe de lo que habla después de empezar como encargado del correo en las oficinas de la disquera Fania, pide tiempo para que cada cosa quede en su sitio. Entretanto, que no pare la música, que no pare la salsa. A mayor gloria de Tito Puente y Celia Cruz, Héctor Lavoe y Cachao, Cheo Feliciano y Ray Barretto. A todos recordó en el panel luminoso, mientras no paraba de cantar.
No es fácil elegir un repertorio entre las obras completas de Rubén Blades. Por medida y meditada que sea la selección, siempre se quedarán canciones en la vereda. Así que caminando, mejor recordar lo que sí brilló en la última banda sonora salsera de Rubén Blades en vivo ante el público canario. Arrancó con Plástico, uno de esos retratos urbanos que son marca de la casa. Aprendida en la esquina que plasmó luego en Las calles (de su disco de 2009 Cantares del subdesarrollo, con ese verso tan Calle 13: “nacimos de muchas madres, pero aquí solo hay hermanos”) justo antes de cerrar la trilogía inicial con Decisiones, una de sus letras más redondas: “La ex señorita no ha decidido qué hacer…”.
Cosa mayor fue el primer rescate ajeno, Plantación adentro, grabado con Willie Colón en 1977. Pieza de Tite Curet Alonso, nada menos, a quien Rubén Blades no deja de proclamar como el autor más importante de América. De América, porque ya se sabe que América empieza en Alaska y acaba en la Patagonia. Apoyado en los trece músicos de la orquesta que lidera el bajista Roberto Delgado, el panameño bordó esta crónica negra de la violencia y los abusos del trabajo forzado. Del suplicio del esclavo: Camilo Manrique somos todos.
Ligia Elena, Amor y control y Todos vuelven transitaron entre la reflexión y la nostalgia, con un recuerdo especial para Venezuela (María Lionza) ahora que pintan bastos. Contó luego Rubén Blades la historia verdadera de El cantante, la canción que él escribió en 1977 y que pronto le quitaron de las manos para que la grabara el cantante de los cantantes. “Fíjense ustedes qué iba a decir yo a Héctor Lavoe, por fortuna él hizo de la canción lo que es hoy”, vino a decir su autor. Más atlético sonó con Juan Pachanga, con dos minutos de descarga instrumental al puro estilo ‘big band’ en Tropicana. Y la dolorosa Cuentas del alma y Maestra vida llevaron a la historia mítica del malandro del barrio latino.
Se cantó, casi se gritó, Pedro Navaja, pero había sorpresas que da la vida con dos de sus canciones más políticas, Buscando América y Patria, que son tantas cosas bellas. Fue bonito despedir a Rubén Blades en plena forma, ver otra vez a este cronista de lo cotidiano que si calla se asfixia. No sé si el mejor, pero sí uno de los más creíbles y honestos autores e intérpretes de América. De toda América. Que vuelva cuando quiera Rubén Blades. Aquí no se dejará de cantarte.