Judith Rolo; la pequeña sirena quiere nadar en Tokio

Por Alberto Catalán
Foto por Joaquín Ponce de León
Judith Rolo salta diariamente a una piscina en la que el agua es su rival principal. Y no precisamente por su discapacidad, ni porque haya alguien que sea mejor que ella, sino porque lucha incansablemente contra sus propias marcas.
Esta joven nadadora de 26 años padece hipoacondroplasia, una enfermedad congénita que afecta a uno de cada seis mil niños y que se manifiesta por la talla baja, los brazos y piernas cortos y un aspecto facial característico. Sin embargo, es algo que nunca le ha impedido ser feliz. Tanto es así que su médico, siempre que acudía a su consulta, se quedaba impresionado por las habilidades sociales de una mujer que se ha terminado convirtiendo en una referencia en el deporte canario.
Empezó a nadar porque los doctores consideraron que era imprescindible no subir de peso para poder hacer, en un momento determinado, una intervención quirúrgica. A las personas con enanismo, al cabo de unos años se les puede hacer una operación de alargamiento de huesos. Pero es algo que a Judith no le interesa, ya que los dolores durante el proceso se multiplican en el postoperatorio y llegan a ser insoportables.
Ni siquiera se lo plantea. Quizás por culpa del destino, o por la de una buena dosis de ganas, Rolo ha logrado superar metas que, posiblemente hace unos años, ni siquiera se imaginaba.
Ahora, ella es campeona de España, en su discapacidad, la S7, de braza, mariposa y libres en 50 y 100 metros y en los 200 metros estilos. Sumado por supuesto al subcampeonato de Europa que logró en su especialidad, los 50 metros libres y en el relevo de 4×50 estilo mixto con Teresa Perales, Miguel Luque y Sebastián Rodríguez.
Sin embargo, esta exitosa carrera deportiva no ha sido todo un camino de facilidades. Uno de sus peores momentos lo vivió cuando tenía apenas trece años y pasó a secundaria. Allí, al hacerse amiga de una niña que no tenía muy buenas notas, recibió el rechazo de profesores y compañeros en el que ella califica como un colegio elitista.
Otro punto de inflexión llegó antes de incorporarse a la disciplina del ADEMI Tenerife. Justo antes, Judith había subido de peso, asegura que a causa del disgusto que le produjo la separación de sus padres. Así que un día, previa recomendación de su madre, retomó la natación en la Casa Cuna, un criadero de campeones como Michelle Alonso o Faustino Afonso.
Un día, después de haber estado entrenando en repetidas ocasiones, José Luis Guadalupe, que ha formado a deportistas de un nivel espectacular, se le acercó para convencerla de que ingresara en las filas del club. Y así se convirtió en su entrenador.
La pequeña sirena rápidamente aceptó y pasó a engrosar las filas de un ADEMI con el que ha logrado, entre otras muchas cosas, competir en los Juegos Paralímpicos de Río de Janeiro en 2016. Allí, aunque no logró subirse al cajón, sí vivió una experiencia que espera repetir dentro de dos años y medio.
Porque su gran objetivo es llegar a disputar otros Juegos. Los próximos son en Tokio en 2020 y allí, por qué no, podríamos ver a esta supercampeona subida en lo alto del podio. Para seguir rompiendo con sus propios límites y para seguir demostrando que “la única discapacidad en la vida es la mala actitud”.
Y más aún si lo hace acompañada y apoyada por sus seres queridos, como por ejemplo, su íntima e inseparable amiga: Michelle Alonso. La doble oro olímpico y ella se han vuelto uña y carne. Tanto es así que han vivido juntas los mejores momentos deportivos y personales de ambas.
Por ejemplo, cuando Alonso se proclamó campeona paralímpica en tierras brasileñas, Rolo lo presenció desde la grada y, al ver que fue la primera que tocó la pared, se echó a llorar desconsoladamente. No es para menos. Su fiel compañera de viaje y una de las personas más importantes de su vida había logrado el sueño de cualquier deportista.
Judith Rolo tiene un espejo donde mirarse y seguirá luchando por sus propios objetivos para lograr, algún día, ser capaz de cosechar los mayores éxitos.