Ruanda ordena el caos religioso

El Gobierno de Ruanda quiere poner orden en el mundo de los cultos religiosos. Como primera medida, ha ordenado el cierre de numerosas iglesias. Solo en la capital, Kigali, la medida ha afectado a 714 locales. Las autoridades han alegado que las clausuras se deben al incumplimiento de las normas mínimas de seguridad exigidas a este tipo de edificios. Otros, además, son deficientes en materia de higiene. También los hay que no cumplen con los requisitos legales exigidos para su apertura y funcionamiento. El medio digital ruandés, The New Times, recoge algunos ejemplos como el caso de iglesias que carecen de aparcamiento, lo que provoca atascos de tráfico en sus proximidades los días de culto, o las que se reducen a una carpa de plástico o una gran tienda de campaña, sin agua ni baños.
El funcionario encargado de supervisar la operación, Justus Kangwagye, ha dejado claro que “ejercer la libertad de culto no debe infringir los derechos de los demás”. Muchos de los edificios cerrados han reabierto sus puertas poco a poco una vez subsanadas sus deficiencias y conseguido la autorización gubernamental correspondiente.
Aparte del dato administrativo, esta operación ha permitido cuantificar el hecho de que las iglesias neopentecostales, principalmente, crecen de manera potencial y desordenada por todo el país, como sucede en la gran mayoría de los estados africanos. Solo en Kigali hay 1.351 iglesias registradas y se calcula que, como mínimo, deben existir otras 100 sin registrar. Kangwagye explica que el alto número de iglesias se debe, entre otras razones, a las luchas internas que se registran en estos grupos, lo que suele llevar a que miembros descontentos creen su propia organización y a que muchos pastores han visto un gran negocio en el establecimiento de organizaciones religiosas.
Parece ser que la mayoría de la población ha aceptado con beneplácito el cierre de estas iglesias que, a menudo, son acusadas de perturbar la paz de las personas, especialmente en los barrios residenciales. Este grupo también alega que no es lógico que el número de iglesias que existen en la ciudad sea superior al de hospitales, dispensarios, escuelas y factorías combinado. Pero también hay ciudadanos que piensan que el Ejecutivo debería dar tiempo a los afectados para cumplir con las reglas antes de cerrar los templos.
Paralelamente a esta operación, las autoridades encargadas de supervisar los asuntos religiosos en Ruanda han elaborado una guía de operaciones de las organizaciones religiosas para ayudar a poner fin a los abusos de algunos grupos religiosos. Entre otras medidas, se establece que todos los predicadores deben tener formación teológica antes de abrir una iglesia y que los edificios religiosos deben cumplir con estándares modestos evitando el exhibicionismo y lujo desbordado que muchos de ellos lucen en la actualidad. También se establecen medidas contra el ruido y las molestias que muchas de ellas causan a los vecinos.
Como se apuntaba anteriormente, este no es un fenómeno exclusivo de Ruanda, sino que está generalizado en la mayoría de los países africanos. Pero el Gobierno ruandés es el primero que se atreve a poner orden en este asunto y a frenar los abusos y engaños que algunas de estas iglesias suponen para la población en general.