Africa 3.0

Europa pierde el pié en África

Europa, y más concretamente las principales potencias económicas europeas – Alemania, Francis, Reino Unido, Italia y la propia España – que mantenían y gestionaban numerosos intereses diplomáticos y económicos en Africa están descuidando de manera preocupante su participación en la democratización y el desarrollo del Contienen. Esta al menos es la impresión, y más que impresión triste realidad,  que se desprende de la falta de iniciativas de cooperación con unos países en plena transformación de sus estructuras que están dejándole el camino libre tanto a China como, últimamente, a Rusia.

La penetración de China ya no es nueva y resulta bastante conocida. Sus proyectos se extienden por una buena parte del Continente. Es una relación centrada fundamentalmente en la economía. Pekín pone en marcha y financia proyectos tecnológicos, desarrollo de las comunicaciones y construcción de infraestructuras,  y a cambio participa en la explotación de los recursos naturales que le proveen de materias primas También aporta formación profesional y, aunque en menor cantidad de la deseable, empleo nativo en las obras.

Rusia en cambio ha entrado con fuerza en la vida pública italiana con más voluntad de influir en la situación política que de contribuir a la modernización y al crecimiento. Poco a poco su diplomacia va abriéndose camino y consiguiendo influencia de manera especial en países con conflictos internos, como es la República Centroafricana, y en general, en países en  los que por diferentes razones sus gobiernos se hallan más aislados o incluso rechazados por el grueso de la Comunidad Internacional.

Libia, un país en plena convulsión, fracturado y caótico,  rico en petróleo pero sin un Estado plenamente responsable de la administración del territorio, es uno  de que los que de manera más elocuente está en el objetivo de la influencia de Moscú. En la pugna por el poder,  Putin ha tomado partido abiertamente por el general Jalifa Hafter, quien desde Bengasi ejerce su poder en el Este del país y su influencia militar en claro enfrentamiento con el Gobierno de Trípoli, que es el reconocido internacionalmente como legítimo.

La influencia rusa  se deja sentir también en otros lugares como en Egipto y Sudán, cuyo presidente, Omar al Bashir, aislado por Occidente, ha estado recientemente en Moscú y fue recibido por Vladimir Putin con quien ha establecido lazos de colaboración en varios campos. Uno de los aspectos de esta penetración que más inquieta tanto en Europa como en los Estados Unidos es el suministro de armas, saltándose o cuando menos pisando la raya de los términos del  bloqueo decretado por la ONU para frenar algunos conflictos.

Es el caso de la República Centroafricana, ahora mismo el país más convulso de Africa, donde la guerra entre los cristianos (antibalacas) y musulmanes (seleca) lleva ya más de veinte años sin visas de encontrar una solución. Las fuerzas de paz a duras penas están consiguiendo frenar los enfrentamientos que ya han dejado más de cinco mil víctimas e   impiden que la situación se  normalice y la pobreza se mitigue. Rusia hace unos meses que inició su ayuda de carácter militar aunque inicialmente apenas simbólica. Pero enseguida ha venido a más.

Ya no se trata sólo del envió de asesores militares, que suele ser la manera de empezar a inmiscuirse en los enfrentamientos entre otros. En las últimas semanas la presencia  se ha vuelto más explícita. Doscientos miembros de las fuerzas especiales de  intervención han llegado a Bangui, la capital, para encargarse de la protección particular del presidente de la República, Faustin-Archange Touadéra, elegido en 2016 bajo la esperanza del lema de su campaña: “Reconciliación y recuperación”.

Aunque en la República Centroafricana ya hay una compleja presencia pacificadora internacional, con especial influencia francesa,  la llegada de los rusos para asumir tanta responsabilidad crea preocupación. Y más cuando va precedida de un suministro de armas ligeras – pistolas, fusiles y lanza granadas fundamentalmente –tolerado por la ONU en una excepción al embargo global pero no por eso deja de ser preocupante. La guerra centroafricana, que se prolonga desde 1996, no sólo es la más antigua de Africa sino también la que se mantiene más viva.

Nadie ignora que además de una guerra entre etnias y religiones – los cristianos en el Norte del país y  los musulmanes en el Sur – es una guerra de intereses. La República Centroafricana, que se mantendrá en la Historia gracias sobre todo al esperpento imperial de Bocassa, es a la vez uno de los países del mundo con mayores riquezas en su subsuelo y más pobreza entre sus habitantes. El oro y los diamantes son una tentación permanente que la colocan a merced de ambiciones y disputas.

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