Turismo 3.0

Colombia, Ecuador, Perú… sentirlos “in situ”

Crónica viajera del cocinero tinerfeño Javier Guigou Tudela. Desde Sudamérica

Con el paso de los días, de las ciudades, de la gente me voy dando cuenta de que realmente vivimos en dos mundos distintos, y no solo separados por un gran océano. Colombia, Ecuador y Perú. La realidad de los tres países es muy parecida entre sí, y muy parecida y distinta a la vez con Europa.

Me explico. En estos tres países hay gente con mucha plata, como se dice aquí, pero con muchísima plata. Tanta plata en el Ecuador que estas familias viven dentro de enormes urbanizaciones llamadas ciudadelas. Fíjense la magnitud que dentro de ellas llegan a haber centros comerciales, restaurantes, piscinas, lagos, campos de fútbol…

Es entendible, puesto que “fuera” está la miseria y la delincuencia. Ya que, lo que nosotros conocemos como “clase media” ni está ni se le espera. La sociedad está polarizada económica y culturalmente hasta extremos insospechados. Tanto en Colombia como en Ecuador y Perú.

Los tres -quizás un poco menos Ecuador- tienen grandes destinos turísticos. En Colombia, Cartagena de Indias y en Perú Machupicchu, por ejemplo. Después de visitar estos dos destinos y de quedar fascinado por la belleza y la conservación perfecta de los mismos, creo que es necesario reflexionar sobre cómo el hombre influye y modifica el paisaje, rayando a veces en la tontería y desvirtuando lo que el propio monumento significa.

Estaré equivocado, posiblemente, pero me parece fatal que en la entrada a Machupicchu haya un hotel o un restaurante de lujo: ¡no es lo que toca! Estaré equivocado, posiblemente, pero me parece fatal que se cobre por entrar a una iglesia, esto no solo en América, claro.

Estos tres destinos también comparten, tristemente, la inseguridad y la pobreza extrema. Lo peor: en ninguno he visto ningún gesto que pueda ayudar a que TODO el país siga evolucionando. La educación pública es mala de un tiempo a esta parte y, sin educación, no hay avance. Los puntos turísticos crecen desmedidamente lo que hace que los servicios sean de peor calidad, ya que aceptan toda la demanda, aunque no cumplan con sus condiciones. Te engañan con tal de quedarse “tu platita”.

La verdad, que en mi caso éstos han sido los menos. He tenido la suerte de coincidir con gente genial en casi todos los enclaves por los que he pasado. Además, mis amigos me han tratado espectacularmente bien, los viejos y los nuevos. El parecido y la diferencia con Europa empieza y acaba en la gente, en la cultura.

Nosotros somos una sociedad polarizada, no tanto por suerte, en lo político, en lo económico, en lo social… Nuestra clase media es la gran diferencia. A nivel cultural, en general, no hay color. En Europa tenemos unos estándares de limpieza, higiene, calidad, servicios, atención que en Sudamérica aún no. La forma en la que están los mercados de abasto, por ejemplo, es triste.

No reúne ni media medida de higiene. Al nivel de los peores países de África. Para hacer honor a la verdad, diré que nunca me he resentido del estómago durante estos casi tres meses de viaje, no sé si será mi estómago muy fuerte o es menos de lo que parece realmente.

Respecto al sector servicios, muy parecido, te ven extranjero y te quieren engañar. Vas a comprar algo y para ti es el triple de caro, aunque vieras que al de al lado se lo vendió al verdadero precio. En estos casos siempre me he ido del establecimiento. Vale que sea extranjero pero no soy estúpido.

Los transportes terrestres son lamentables y no existe una buena red de guagua ni taxis. Todas las unidades son muy viejas y están en bastante mal estado. Además, te dicen que tienen esto y lo otro y es mentira, saben perfectamente que no funciona.

Posiblemente nunca han funcionado. Por suerte, nunca he tenido ningún accidente ni problema y he ido por cada sitio en cada cosa… que ¡madre mia!

Para acabar, decir que a nivel gastronómico, campo sobre el que realmente controlo un poco más, el nivel es alto. Desde el puesto más, digamos extraño, hasta el restaurante Central, de Virgilio Martínez, en Lima, tuvo la amabilidad de brindarme a probar varios snacks mientras charlábamos antes del servicio: la comida es genial. Desde un jugo de cualquier fruta en la costa de Taganga, una empanada o pan relleno en Minca, una plato de arroz con Barranquilla, un pan de yuca en Quito, un tigrillo en Guayaquil, una empanada de viento en Cuenca, unos anticuchos de corazón lima, un buen sándwich en La Lucha, también en Lima o Cuenca…

Esta aventura está cercana a su culminación. Me gustaría que al menos conozcan los nombres de la gente que tan bien me ha tratado en este Viaje. Mis amigos de España con los que he coincidido en algún momento; Lolo, Carlitos, Enri, Molpe y Julito.

Fiorella Donoso, grandísima chef ecuatoriana y compañera de escuela, y su genial familia, Callita y Mario Emilio, me recibieron en Guayaquil y Cuenca.

Por último, la genial Luzmaria y su familia, me acogieron en Lima y alrededores, también a todos sus amigos que fueron los míos el día de mi cumpleaños.

De verdad, de corazón, gracias a la vida por darme esta oportunidad y gracias a todos los que han tenido que ver por hacer esto aún mejor, si es que eso era posible.

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