Cultura

La Guerra Civil en Canarias: una guerra sin trincheras

Canarias vivió la Guerra Civil sin grandes batallas pero con represión y fusilamientos

La sede actual del Parlamento de Canarias fue escenario de consejos de guerra.

 

La Guerra Civil Española (1936-1939) escribió algunos de sus capítulos en las Islas Canarias, sin embargo, las grandes batallas tuvieron lugar en territorio peninsular. Lejos de las trincheras, Canarias fue escenario de represión, miedos y venganzas. No en vano, fue de la isla de Tenerife de donde salió rumbo a África, Francisco Franco, que más tarde se proclamaría Generalísimo.

En todas las Islas  Canarias hubo represión. La cifra de muertos por fusilamiento, fallecidos en el frente, encarcelados o represaliados no es exacta debido a que muchos se ocultaron o emigraron huyendo de la persecución a la que fueron sometidos. En algunos casos por sus ideas políticas en otros sencillamente por venganzas que fueron el argumento de acusaciones infundadas de militancia contraria a los golpistas.

El historiador Salvador González Vázquez, establece en los años previos los desencadenantes del conflicto. Cuando en el período de la Restauración (1876-1923) una oligarquía dominante se hizo con sectores claves de la sociedad. Producciones plataneras y actividades portuarias con el apoyo de la Iglesia y el Ejército. Esto se vio amenazado por las reformas de una República que, lideradas por los partidos de izquierdas, alimentaron un movimiento popular. En los años previos al conflicto, estos poderes se hicieron con los partidos de la derecha tratando de controlar el Gobierno apelando al voto. Sin embargo se encontraron con una derrota en las elecciones celebradas en febrero de 1936 que dieron el triunfo al entonces conocido como Frente Popular. Comenzaba a gestarse la vía del golpe de Estado.

La resistencia inicial al levantamiento supuso una respuesta “ejemplarizante”, según González Vázquez, que explica el término por la necesidad de despertar entre los ciudadanos de las islas un “instinto de supervivencia” que redujera aquella resistencia. A esto se sumó una intensa actividad en la parte económica con la imposición de multas, cierre de negocios y pérdidas de empleo con la intención de eliminar los aspectos más básicos y forzar así la sumisión al golpe.

Para la cronista e historiadora palmera, María Victoria Hernández, fueron años que han permanecido “ocultos por temor a seguir divididos”. “Fue una guerra sin trincheras” pero con represión y miedo. “Se vivió mal”, afirma María Victoria Hernández que apunta a casos de familias que perdieron a todos sus hijos, unos asesinados por las fuerzas afines al golpe y otros luchando en el frente, en Zaragoza. Y es que, además de los conocidos represaliados de las islas, otros fueron llamados a filas para luchar en las batallas que tenían lugar en territorio peninsular.

El desarrollo de la Guerra Civil en Canarias es un período “poco conocido”, relata la cronista. Muestra de ellos es el desconocimiento del hecho de que la actual sede del Parlamento de Canarias fue escenario de consejos de guerra y condenas a muerte por fusilamiento. La represión, explica María Victoria Hernández, llegó a extremos que poco tenían que ver con la militancia política. Vecinos enfrentados por desamores, deudas o rencillas se denunciaban unos a otros acusados de oponerse al nuevo régimen.

Al contrario de lo que sucede en la mayoría de los conflictos bélicos, y como sucedió durante la Guerra Civil en el territorio peninsular, en Canarias no fue habitual la imagen de las calles sembradas de cadáveres. La explicación está en el grado de represión que se llevó a cabo “con un grado de crueldad supino” según calificó el investigador Ramiro Rivas García en una charla bajo el título ‘Canarias actual a la luz de la guerra civil y sus cifras’. En esa charla, que tuvo lugar en mayo del año 2012, Rivas habla de un “poder omnímodo y totalitario” donde las desapariciones se sumaban a los fusilamientos tras consejos de guerra. Y “todos eran canarios”, añade. Víctimas y ejecutores.

Todas las islas tienen su historia de la Guerra Civil. Tenerife acogió a una de las prisiones más conocidas durante la Guerra Civil, la Prisión de Fyffes. Una cárcel improvisada donde cientos de presos republicanos “fueron aislados del mundo” según relata José Antonio Rial en su novela ‘La prisión de Fyffes’. Allí, según el relato, se un estado de “semi-incomunicación” donde los acontecimientos llegaban tergiversados por los relatos de los nuevos presos que ingresaban y que compartían con los que allí se hallaban.  También Gando, en Gran Canaria, contó con centros penitenciarios. La Gomera vivió historias de quienes se escondieron y la Palma vivió la conocida como Semana Roja, siete días al inicio de la revuelta en los que la isla se resistió hasta el primer cañonazo lanzado por el buque Canalejas frente a las costas de Santa Cruz de La Palma.

Fueron los primeros pasos de una Guerra Civil que dividió a una nación. Y no habría de terminar una vez finalizado el conflicto bélico. Durante muchos años se vivieron historias que recuerdan a otras de las que mucho se ha escrito pero que corresponden a la II Guerra Mundial. Así lo entiende María Victoria Hernández que, explica, “todas las guerras se parecen”. Fueron muchos los que huyeron al monte, aprovechando una orografía de barrancos y cuevas naturales para ocultarse. Otros, sin embargo, permanecieron ocultos en casas y edificios como si del relato de Ana Frank se tratara. Pero sucedió aquí, en Canarias. Otros, dados por desaparecidos, embarcaron como polizones a Venezuela sabiéndose perseguidos.

La Guerra Civil Española fue también una Guerra Civil “entre canarios”, explica Ramiro Rivas. Una vez el general Franco abandona el Archipiélago, Canarias queda bajo el mando de ocho generales “todos ellos canarios” del mismo que eran canarios los miembros de la Iglesia, los altos funcionarios y la oligarquía que sometió y persiguió a la clase obrera “y a algunos maestros” que no participaban del golpe. La represión que se vivió en Canarias durante la Guerra Civil no sólo supuso la desaparición y asesinato de los no afines. Sirvió también, según relata Salvador González Vázquez, para crear una atmósfera de unión entre los conservadores que veían en aquella represión una herramienta fundamental para mantener sus principales valores sustentados en el catolicismo, la propiedad privada y la unidad de la Patria. Así, miles de personas se involucraron, de una manera o de otra, en las medidas del nuevo orden impuesto.

Oficialmente la Guerra Civil Española se prolongó entre 1936 y 1939. Sin embargo, duró muchos años más. En los barrancos de muchas islas, lejos del Archipiélago con la emigración como escape y en fosas que han permanecido ignoradas hasta fechas muy recientes. Canarias tuvo su Guerra Civil, como la tuvo el territorio peninsular. También tuvo la suya cada una de las islas y, en cada una de ellas, sus propias historias. Muchas aún por contar.

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