El valor e inocencia del paisaje

Por Juan Manuel Palerm*
Frente a los que pretendían y confiaban en la insaciable moneda de curso de los sistemas financieros internacionales y la lucrativa respuesta especulativa sobre los territorios globalizados, les ofrezco “el paisaje” como nueva “moneda de confianza”.
La Convención Europea del Paisaje ha finalmente dado su curso legal a la nueva moneda, si bien de débil factura tanto económica como política, y ha enunciado e iniciado el reconocimiento jurídico del buen paisaje (como moneda), independientemente del valor que concretamente le estará atribuido sobre el territorio.
En este sentido tiene razón Claude Raffestin al hablar de Paisaje en términos de “moneda de confianza”, al describir como el territorio es susceptible de ganar un ulterior valor sobre el plano socio-económico a través de su condición de llegar a convertirse en Paisaje, el aumento del valor de intercambio de un territorio es directamente proporcional a la difusión y divulgación de sus representaciones. Representación como compendio y síntesis de un proceso de reconocimiento del territorio desde su complejidad como proyecto cultural (ético y estético). Cuando la imagen publica del territorio es fuente de identidad colectiva, el Paisaje esta en grado de contribuir y determinar el valor mismo del territorio, legitimándolo o limitando su transformación.
El hombre habita el territorio solamente si ha producido una representación paisajística de su territorio, nos lo recuerda F. Holderlin. La relación del hombre con el territorio encuentra su finalidad, no sólo en la producción material de los recursos su asentamiento, sino también en la producción de su propia representación, y ello no es solo la publicidad, el marketing o la promoción comercial estratégica, ni siquiera los votos de sus representantes. No es posible habitar la realidad territorial sin pensar en la imagen de esta realidad, por fértil o dura que sea.
Si no se le ofrece a un territorio la ocasión de dar vida a un paisaje, no se le permite a aquellos que lo habitan tener una identidad como cuerpo social, porque en definitiva es la representación de un territorio la que ofrece la identidad de una comunidad de personas.
El Paisaje, por tanto, permite a la población, a los ciudadanos, establecer una relación más consciente con el ambiente que lo circunda, ordenar y estructurar los elementos e instrumentos que lo regula, poblarlo con símbolos, “…..construir el lugar del bienestar y de la prosperidad” (Raffestin).
En nuestro cotidiano, una sociedad que aborde y trabaja en su capacidad auto-representativa dispone de una imagen consolidada de si misma, o mejor de una conciencia paisajística desarrollada, y es una sociedad que es capaz de intentar controlar su evolución en una naturaleza siempre mas transformada.
En una sociedad donde la “imagen”, “medios” y “espectáculos” normalmente se confunden con la realidad, el paisaje puede otorgar capacidad a una comunidad de “PODER”, en el sentido de estabilizar, consolidar y desarrollar un propio sistema de organización social, con nuevos instrumentos, donde el proyecto SOBRE LOS ELEMENTOS QUE DETERMINAN E IDENTIFICAN EL PAISAJE esté en grado de producir y permitir respeto a la propia capacidad de existir e integrarse en el mundo.
*JUAN MANUEL PALERM es catedrático de Proyectos Arquitectónicos de la ULPGC, presidente de UNISCAPE y director del Observatorio del Paisaje de Canarias