Lucha contra Boko Haram y agenda política

Nigeria acaba de nombrar a su quinto comandante en menos de dos años para liderar la lucha contra el grupo Boko Haram. Cada vez que se produce un cambio, el nuevo jefe militar promete poner fin a los ataques de los yihadistas, los cuales, en vez de disminuir crecen. No parece que el fin de los terroristas esté cerca. Esto pone en peligro la reelección del presidente Mahammadu Buhari.
Boko Haram nació en 2002 en Maiduguri, capital del Estado nigeriano de Borno, como un movimiento religioso y social que atrajo a muchos de los jóvenes desempleados y sin futuro de la zona. El grupo se radicalizó y optó por las armas a partir de 2009, tras la muerte de su fundador, Mohamed Yusuf, a manos de la policía. Desde entonces, la escalada de violencia ha sido imparable. Al frente de él se encuentra Abubakar Sheakau, uno de los terroristas más buscados del continente. Se especula con que en la actualidad este líder pueda estar muerto o gravemente herido. Boko Haram se dividió en dos fracciones en agosto de 2016, cuando el liderazgo del Estado Islámico (EI) tomó la decisión de reemplazar a Shekau con el joven Abu msu’ab al-Barnawi. Los terroristas habían jurado lealtad al EI en abril de 2015. Shekau ignoró la orden de dimitir y el movimiento se separó en dos grupos: uno comandado por este y asentado en el bosque de Sambisa y el otro bajo el liderazgo de al-Barnawi y su lugarteniente Mamman Nur, en el área del lago Chad, y que ahora responde al nombre de Estado Islámico en la Provincia de África Occidental (ISWAP).
A principios de este año, una ofensiva del ejército nigeriano sobre el bosque de Sambisa expulsó a los terroristas y prácticamente terminó con la fracción de Shekau. Desde entonces, los grupúsculos separados surgidos de la huida se habían dedicado al saqueo de aldeas, principalmente en la frontera entre Nigeria y Camerún, para poder sobrevivir. Sin embargo, en las últimas semanas parece que este grupo ha comenzado a actuar unido de nuevo. Mientras, el ISWAP no ha cejado en su lucha y es responsable de los ataques a varios a cuarteles militares nigerianos y de la muerte de docenas de soldados.
Además, desde 2016, pero muy especialmente con mayor intensidad en los últimos meses, los accidentes provocados por minas antipersona se han multiplicado. El 90% de los incidentes tienen lugar en los estados de Borno, Yobe y Adamawa. Esto ha aumentado el número de víctimas civiles, al igual que las militares. La población nigeriana en general, pero la de los estados del noreste en particular, está cada día más harta de esta situación y demanda soluciones rápidas y reales.
Todo esto hace que la reelección del presidente Buhari en las elecciones de 2019 esté en peligro. Él hizo del exterminio de Boko Haram uno de los puntos claves de su campaña electoral en 2015, cuando prometió acabar con la insurgencia. Sin embargo, el conflicto entra ya en su décimo año y no cesan los ataques de ninguna de las dos fracciones. Es por esto por lo que, una vez más, toma la decisión de cambiar al máximo responsable de la lucha contra los yihadistas en un esfuerzo desesperado por mostrar que el ejército lleva la delantera en este conflicto y él cumple con sus promesas. Pero los hechos muestran un escenario muy distinto.