África inaugura un año electoral intenso

Varios centenares de millones de africanos serán llamados a votar a lo largo de 2019. Por lo menos en doce países están previstas elecciones, en algunos casos legislativas y en la mayoría presidenciales. La primera conclusión que proporciona esta noticia es que la democracia, al menos formal, se va imponiendo en el Continente. Salvo alguna excepción, ya en 2018 el calendario se ha cumplido y nada hace pensar que en el año que acaba de comenzar ocurrirá lo mismo.
La lista de países en año electoral incluye a Botsuana, Malawi, Guinea Bissau, República Sudafricana, Senegal, Mozambique, Benín, Argelia, Mauritania, Namibia, Libia y Nigeria. Entre ellas destacan por su complejidad o por la importancia que tendrán para la estabilidad regional y su desarrollo, las de Nigeria y Sudáfrica — los países con mayor población –, Argelia y Libia por su influencia en los mercados de crudo y Senegal por la influencia que irradia en el África Atlántica.
Las más próximas, el 16 de febrero, y quizás las más reñidas van a ser las nigerianas donde el actual presidente, el general Mahammadu Buhari, de 76 años, intenta un segundo mandato frente a varios candidatos entre los que destaca el empresario Atiku Abubakar, de setenta y dos. Buhari que realizó un buen trabajo impulsando el desarrollo económico y combatiendo la guerrilla fundamentalista de Boco Haram, sin embargo no goza de partida del respaldo popular que cabría imaginar.
Además de la falta de simpatía que despierta su imagen autoritaria, parte con las dudas que plantea su precaria salud. Su principal adversario, en cambio, es considerado como un político corrupto. Las encuestas y la impresión es que Buhari revalidará el cargo, pero en un país de 188 millones de habitantes, de tantas complicaciones religiosas y tribales y de una enorme complejidad geográfica, nunca hay que descartar una sorpresa. Abubakar se mueve bien en determinados ambientes y ejerce indudable influencia en el mundo de los negocios.
Claro que si en Nigeria inquieta la salud del presidente, las dudas son infinitamente mayores en Argelia donde sus 42 millones de habitantes esperan por la decisión que su presidente ausente de la vida pública, Abdelaziz Bouteflika, adopte respecto a su aspiración a un sexto mandato después de veinte años en el poder. La impresión general es que concurrirá, aunque nadie ignora su incapacidad física para afrontar una campaña electoral. En la espera asombra la pasividad política que se vive. Todavía no ha surgido ningún candidato alternativo serio.
En la República Sudafricana, la segunda potencia del continente, con 53 millones de habitantes y los índices de desarrollo más elevados, Cyril Ramaphosa, quien sucedió al esperpéntico Jacob Zuma tras su dimisión, será probablemente el candidato de la ANC, el partido que viene gobernando todavía bajo el recuerdo de su fundador, el inolvidable Néstor Mandela, aunque cada vez más debilitado. En el escaso tiempo que lleva en la Presidencia, Ramaphosa hizo un buen trabajo poniendo orden el caos heredado, pero todavía no ha tenido tiempo de que sus logros sen visibles.
También en febrero, concretamente el 24, se celebrarán las elecciones presidenciales en Senegal (15,5 millones). Serán unas elecciones muy reñidas, de hecho ya la pre campaña y la campaña lo vienen siendo. El actual presidente, Macky Salles muy cuestionado por sus decisiones dudosamente democráticas y veleidades absolutistas. Dos de sus principales adversarios, Karim Wade y Khalifa Sall, están, uno exiliado en Qatar y el segundo – exalcalde Dakar –, condenado a cinco años de prisión, esperando una sentencia del Supremo que le permita concurrir.
En Túnez (12 millones), un país que es contemplado como el mejor ensayo democrático después de las primaveras árabes, también están previstas elecciones para finales de año. El actual presidente, Beji Caid Essebsi, de 92 años no parece probable que concurre a la reelección. En la vecina Libia, también tendría que haber elecciones y de partida bastante más complicadas. Para empezar, van con retraso, tendrían que haberse celebrado en 2018 pero no fue posible.
La caótica situación que se vive en el país desde que en 2011 fue derrocado el mercurial Gadaffi, cada vez está más complicada. Todos los intentos internacionales de mediar en busca de una solución han fracasado. En la actualidad el Gobierno reconocido internacionalmente, presidido por Fayez Al-Saurray, apenas controla una parte del territorio fuera de Trípoli, la capital. Enfrente, el mariscal Khalifa Hafter, impone su autoridad en la región Cirenaica. En la práctica hay dos gobiernos y muchos grupos armados que actúan por libre en el deshabitado amplio territorio. Unas elecciones en estas circunstancias entre sus cinco millones y medio de habitantes, son poco menos que inimaginables.