3.0 Opinion

Quién gobierna el turismo en Canarias

El Congreso Invasión o Recurso que se celebra esta semana en La Laguna se ha marcado como objetivo “alumbrar entre todos mejoras estructurales” para encarar en los próximos años el encaje de la actividad turística en la conformación del paisaje y el territorio de las Islas. Ofrece, por tanto, la oportunidad de llevar a cabo una reflexión colectiva sobre el futuro del binomio turismo-paisaje. El futuro, y no un lamento sobre el pasado, al que hay que volver tan solo para sacar las lecciones pertinentes y evitar así paralizantes melancolías de “la memoria colectiva de un paisaje que probablemente no existió tal y como se recuerda”, como señalan los organizadores de este prometedor encuentro de profesionales. Y, por supuesto, dando por hecho que las cosas pudieron sin duda hacerse mejor (y también peor) a la hora de integrar social, económica y medioambientalmente el turismo. Pero sin olvidar que, antes de su irrupción, en esta tierra se pasaba hambre y miseria: “No hay Plan B. ¿Cuál es? ¿Volver a lo de antes? ¿Que no venga nadie y morirnos de hambre otra vez?”, reflexionaba en una larga entrevista José Miguel Rodríguez Fraga, alcalde de Adeje y uno de los ponentes del congreso.

Preguntarse a estas alturas del cuento si el turismo es una invasión o un recurso puede representar para algunos un lugar común ya superado, pero en mi opinión el planteamiento es  pertinente para debatir sobre los actuales riesgos de masificación turística y su impacto en el paisaje natural, rural y urbano. Sobre todo si tenemos en cuenta que el turismo de hoy es bien distinto al de hace medio siglo.

En la actualidad, el turismo afronta viejos y nuevos retos. Los viejos tienen que ver con que el clima y la riqueza paisajística de las Islas siguen siendo, a pesar de la degradación de algunas zonas, una materia prima de primera calidad. Canarias sigue estando también a una distancia competitiva de los principales países emisores de turistas y dos factores han reforzado su posición en el mercado internacional: el abaratamiento de los transportes y la revalorización de la seguridad.

Los retos nuevos tienen que ver sobre todo con la digitalización. Bastan algunos ejemplos para tomar conciencia de su impacto sobre la geografía turística insular: la convocatoria masiva de determinados acontecimientos a través de las redes sociales, por ejemplo para ver la lluvia de estrellas, produce fenómenos de masificación puntual de nuestros parques nacionales o espacios naturales que escapan a cualquier control institucional. En todas las islas se están produciendo ya aglomeraciones que superan la capacidad de visita de estos espacios, según sus planes de uso y gestión: el Roque Nublo o Bandama en Gran Canaria; El Teide o Masca en Tenerife; Timanfaya en Lanzarote; Isla de Lobos en Fuerteventura. Nuevas formas de movilidad condicionan la gestión de los destinos turísticos, del mismo modo que la irrupción de actividades emergentes vinculadas a la economía colaborativa: las viviendas vacacionales han incorporado de una tacada más de 30.000 camas al mercado turístico canario al margen de la moratoria.

El debate, por tanto, no es ya de leyes y de regulación para permitir o prohibir más o menos plazas. En realidad nunca lo ha sido, aunque Canarias se haya esmerado en construir una tupida red de leyes y contra-leyes que no han contribuido precisamente a crear un destino mejor. Hoy es la Ley del Suelo la que supone en reto para el  paisaje rural, por lo que sería conveniente comenzar a despejar incertidumbres sobre el alcance de la actividad turística que autorizará en este entorno. Y si sus mecanismos de control local y/o insular funcionarán mejor o peor que el existente hasta ahora.

También falta terminar de (o empezar a) armar las ciudades turísticas, para propiciar una integración real entre los mundos foráneo y local. Integración urbana y social. Para que los turistas salgan de los guetos que hemos construido para ellos, con la excusa de que nosotros (los residentes) no les molestemos a ellos y viceversa. Porque Canarias tiene una ventaja competitiva espectacular respecto a algunos de sus principales competidores del norte de África y del Caribe, que terminan internando a sus visitantes en sus villas, más allá de las cuales solo hay descampados y riesgos.

Afrontar estos desafíos requiere una respuesta integral que nunca se ha dado al turismo canario. En realidad, la pregunta a la que habría que responden es: ¿quién gobierna el turismo? Hay, en primer lugar, un claro problema competencial. Así, el Observatorio del Paisaje es una iniciativa del área de Cultura del Gobierno de Canarias; el Congreso Invasión o Recurso, de la Consejería de Política Territorial. Y así sucesivamente, mientras la Consejería de Turismo, con un presupuesto escasísimo en relación a lo que genera la actividad turística, se dedica fundamentalmente a “vender” el destino a través de Promotur. Podría decirse que reina, pero apenas gobierna. Tampoco hemos sido capaces, pese a nuestro largo know how turístico, de generar ningún organismo público-privado para gestionar los millones y millones de personas que nos visitan cada año. Solo así podríamos garantizar que el turismo-invasor que nos cogió en el subdesarrollo, pero nos ayudó a salir de él, deje paso al turismo-recurso de una sociedad avanzada capaz de gestionarlo sosteniblemente.

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