Re-encantar Bancales

Uno de los motivos que mantienen mi entusiasmo por la profesión de fotógrafo —que hace tiempo elegí— es el de poder participar en numerosas y diversas actividades, a las que probablemente no tuviera acceso, si ejerciese otra labor diferente. A lo largo de mi vida profesional, la fotografía me ha permitido acceder a interesantes e instructivas experiencias, como a la que tuve el pasado mes de marzo, con el IV Congreso Mundial ITLA, en el que colaboré como fotógrafo oficial del evento.
Los Congresos anteriores a este de La Macaronesia, fueron celebrados —por este orden cronológico—, en China, Perú e Italia. En todos ellos, el objetivo principal de sus reuniones, podría definirse como el deseo de recuperar los paisajes de terrazas agrícolas tan abundante en el mundo. Dándoles a estas, una nueva utilización en las que se pudieran satisfacer las nuevas demandas de la actual sociedad. Adaptándolas para nuevas formas de actividad agraria, comercial, educativa y de ocio. Todo con un deseable enfoque orientado a mejorar la calidad de vida de sus usuarios y del resto de la comunidad. Para entender un poco la filosofía del tema, podría servirnos algo que pude leer en el manual de presentación de este Congreso, y que en resumen sería algo así: “Sumak Kawsay, buen vivir (en idioma quechua), es una filosofía de vida que ve a la naturaleza como algo sagrado, por lo que, el uso de los bienes que esta nos brinda, debe restringirse a tomar lo estrictamente necesario para la búsqueda del bienestar.”
Establecer a toda La Macaronesia como un ente de estudio geográfico homogéneo, para este IV Congreso, es a mi entender, todo un acierto. Las islas de Azores, Madeira, Canarias y Cabo Verde, comparten muchas de sus peculiaridades, tanto botánicas, como geológicas y climatológicas. Entender las necesidades que originaron la construcción de estos terrenos rurales aterrazados, tan frecuentes en todas ellas, es un primer paso hacia la búsqueda de soluciones comunes, encaminadas a recuperar estos espacios rurales.
Este Congreso inaugurado en las dependencias de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria y clausurado en el Centro de Visitantes de San Sebastián, en La Gomera, tuvo como principal foco de actuación el estudio de los territorios de cultivo en bancales, existentes en las zonas rurales de toda la Macaronesia. Durante los once días que duro el encuentro, se sucedieron conferencias y reuniones de trabajo, en las que participaban profesionales y científicos venidos desde diversas zonas del mundo, y especializados en diferentes sectores, tales como: agrícola, arquitectónico, antropológico, geográfico, etc…
Es innegable, que los paisajes de terrazas y bancales agrícolas, sobre todo atendiendo a su peculiar encanto estético, han llamado mi atención fotográfica, en todos y cada uno de los lugares en los que he podido contemplarlos. También es cierto, que en muchos casos —especialmente en las regiones más industrializadas— contemplar el grado de abandono que muchas de estas antiguas parcelas de cultivo, están experimentado, no es visión agradable.
Comprobar una vez más, que existe gente en todo el mundo que trata de comprometerse con la búsqueda de nuevas soluciones que beneficien a la sociedad, es siempre una buena noticia. La recuperación de estos antiguos bancales o terrazas, construidos para cultivar los imprescindibles alimentos, en adversas circunstancias y sometidos a las limitaciones orográficas del terreno, y que ahora se ven en la mayoría de los casos, abandonados, es también una encomiable tarea.
Entre foto y foto, durante los días que duro el Congreso, pude escuchar atentamente todo lo que allí se vertía, sobre las posibles vías de actuación propuestas desde las distintas disciplinas: historia, geografía, antropología, o arquitectura. También escuché a los agricultores que hablaban desde la propia experiencia. Participé como uno más del grupo de trabajo, en uno de los itinerarios de exploración, que se establecieron por cada una de las islas. En estas incursiones, pude comprobar como algunos jóvenes agricultores, afrontaban el desafío con la introducción de nuevos parámetros en la utilización de sus tierras (cultivo ecológico, turismo rural, etc…) y como para otros en cambio, los bancales se habían convertido en algo “inadvertido”, algo del pasado. Ahora para muchos, conseguir fruta o verdura, es muy fácil. Solo tiene que ir hasta el supermercado de la esquina. El duro trabajo que tuvieron que realizar sus ancestros, trabajando la piedra para construir los muros, conducir el agua escasa, y tratar la tierra, para finalmente conseguir una modesta cosecha, está quedando en el olvido.
Los tiempos cambian, y con él, los paisajes, en especial los rurales que al fin y al cabo no son más que escenarios de vida, transformados por el hombre. Intentar recuperar esos paisajes, no es tarea fácil, pero tampoco imposible. Tal vez aunando experiencias y conocimientos, podamos recuperar estas antiguas terrazas, donde cultivar nuevos escenarios de bienestar y belleza.