La melodía universal de Frank Fiebig

Fotografía de Joaquín Ponce de León
En su canal de YouTube se llama Élvyn Dale, pero su verdadero nombre es Frank Fiebig. Llegó con 25 años a Tenerife, procedente de Alemania, con sus instrumentos y su música como equipaje. Era 1991 y apenas dos años antes había caído el muro de Berlín, una fortificación que dividía a la ciudad alemana en dos. En la mitad occidental de la capital, en el llamado Berlín oeste, vivía Frank.
Este alemán de ojos pequeños recuerda el aire cosmopolita de la urbe, donde convivía junto a americanos, británicos y franceses. “La gente de Berlín oeste era muy abierta. La ciudad era como un cosmos lleno de arte y música”.
Sin embargo, la caída del muro en 1989 cambió la vida de Frank. Desde aquel momento, aumentaron las dificultades para continuar con su agencia de artistas, en la que ejercía de intermediario entre músicos y estudios de grabación. La idea de buscar otra oportunidad fuera del país enseguida se tornó en determinación y pensó en el que sería su primer destino: Irlanda, isla donde reside parte de su familia.
Pasó poco tiempo hasta que este músico berlinés cambió una isla por otra y decidió trasladarse al sur de Tenerife, pues aquí vivían su madre y otros familiares. En ese viaje nunca dejó atrás la música. Nunca lo ha hecho. En su casa, situada en el barrio de El Fraile, guarda, junto a teclados y guitarras eléctricas, una colección de flautas irlandesas que aún hace sonar. “Y cuando encuentro otro instrumento, lo toco también”, confiesa con una sonrisa.
Frank es compositor de un estilo muy característico. Según indica él mismo, su música puede definirse como “cósmica” y a su sonido une luces y humo en un espectáculo de atmósfera reflexiva y envolvente. Tras años entre notas, acordes y mesas de mezclas, conoce bien lo difícil que es que una actividad cultural consiga apoyos y salga adelante. “Cuando intentas organizar algo relacionado, por ejemplo, con el fútbol, tienes muchos patrocinadores. Pero cuando es algo de cultura, es una lucha muy fuerte”, asegura.
Son muchos los gastos que debe afrontar cada vez que quiere organizar un concierto y le sería imposible llegar a fin de mes solo con lo que consigue obtener de sus conciertos. Por esa razón, Frank trabaja como recepcionista en una cadena hotelera del sur durante el turno de noche. “Hay que trabajar, no solo para el corazón, también para el bolsillo”, asume con cierta resignación.
Los idiomas -habla inglés y alemán perfectamente- le abrieron las puertas de hoteles de la zona sur de Tenerife desde que llegó hace casi 30 años. El español, en cambio, se le resistió algo más de tiempo. “Era tímido”, cuenta Frank. “Tenía miedo de hacer algo mal, de ofender a alguien o de que se riesen de mi”. Meses más tarde comenzó a desenvolverse mejor con el idioma y pudo comenzar a hacer algo que le encanta: conocer gente. “Es interesante conocer a personas de diferentes culturas porque de cada una puedes aprender algo y esa persona puede aprender algo de ti. Y eso es positivo, hace tu vida más rica”, sostiene.
Un vistazo al mapa político europeo actual, sin embargo, parece mostrar lo contrario. Países como Hungría, Polonia o Italia han protagonizado en los últimos meses un retroceso en su camino hacia el fortalecimiento de la intolerancia y la xenofobia. “Eso es algo que yo no entiendo”, lamenta Frank. “Son países que no quieren avanzar, que quieren cerrar sus fronteras. Otra vez”. Como si de un plumazo, advierte, hubiesen olvidado el pasado más reciente del continente.
Admite Frank que ese tipo de discursos que incitan al odio no son algo nuevo, pero “por primera vez”, apunta, Europa tiene la oportunidad de sentarse en una misma mesa y encontrar soluciones sin la amenaza de una guerra.
Por su parte, este músico, defensor de la cultura -y también de las culturas-, continúa creando melodías en el pequeño estudio de su casa y buscando proyectos nuevos con los que acercar la música a todos sus vecinos.
De hecho, aunque insiste en que solo es “teoría” aún, este berlinés está preparando un concierto de música clásica para niños del barrio. “La educación cultural es importante”, subraya. “Con este tipo de iniciativas se puede despertar el interés por la música en los más pequeños”. Y eso es algo que Frank valora inmensamente. “Si consigo transmitir las ganas de aprender música, es un éxito”, pues la música traspasa barreras impuestas por el imaginario social y cultural con el que crecemos. Y eso posee un valor incalculable para todos.
*Esta pieza forma parte de la serie Voces de la diversidad.