Isla de Boavista en Cabo Verde

Para los que buscan un contacto más directo con la naturaleza, la pequeña isla de Boavista, la más oriental y cercana a las costas africanas, todavía ofrece a los más osados viajeros, extraordinarios y solitarios parajes naturales. Kilómetros y kilómetros de cálidas y solitarias playas, de blanca arena y turquesas aguas, que solo eran visitadas por las tortugas marinas, en las épocas de desove, se están convirtiendo ahora, en el principal reclamo de la isla. Con la creación en 2007 del nuevo aeropuerto internacional Arístides Pereira, la isla está comenzando a entrar en los circuitos turísticos de los más importantes turoperadores europeos. Y la inaccesibilidad por la que históricamente se ha conocido a esta remota ínsula. En cuyas costas, plagadas de rocosos y poco profundos arrecifes, han naufragado cientos de navíos. Parece superada, gracias a los nuevos medios de transporte aéreo, cuya utilización contribuye a incrementar la afluencia de visitantes, que acuden a la isla para disfrutar del cálido clima y de sus playas. Mientras el avión que me traía desde Praia, sobrevolaba la isla, observaba a través de mi ventanilla, la plana y árida geografía insular, sobre la que tan solo destacaban un par de erosionadas elevaciones y algunos conos volcánicos. Aisladas formaciones de dunas y pequeños oasis de palmeras, completaban el escenario, de esta pequeña isla en medio del Atlántico, rodeada de playas vírgenes, solitarios islotes y desafiantes bajas rocosas.
Nada más pisar tierra, ya pude comprobar la estrecha relación que esta isla, tiene con las tortugas. Por todas partes, aparecen las imágenes de estos animales, que son profusamente utilizadas como símbolo y como suvenir. Llegando a formar parte indiscutible del folklore isleño, la artesanía y también, como no, del negocio turístico. La razón de este vínculo, se debe a que Boavista, esta considerada una de las tres colonias de tortugas bobas o careta careta, más importantes del mundo. Destacados equipos de biólogos internacionales, han establecido zonas de protección en algunas playas de la isla, a las que acuden las hembras de esta especie, para desovar. Pero no solo los jóvenes científicos voluntarios, se interesan por estos curiosos animales. Los turistas y viajeros, también pueden disfrutar de la experiencia, gracias al creciente negocio de excursiones para el avistamiento de tortugas y ballenas, que esta floreciendo en la isla. El turismo, se esta convirtiendo en una nueva fuente de ingresos, y el gobierno de Cabo Verde esta propiciando que importantes cadenas hoteleras, construyan resorts y grandes complejos residenciales en algunas de las más interesantes zonas costeras de la isla. Estos hoteles, en los que se ofrece todo tipo de comodidades, suelen ubicarse alejados de las poblaciones nativas, y con acceso directo a las playas.
En mi caso, como casi siempre viajo en modo “exploración”, he preferido alojarme en Sal Rei, capital y núcleo urbano más destacado de la isla, en la que se ubica el antiguo puerto desde el que los ingleses, exportaban la sal extraída en las cercanías. En este pequeño enclave, se pueden contemplar algunos edificios, que aunque algo decadentes, todavía conservan en su arquitectura, ese sabor y aire de las antiguas colonias. Entre estas construcciones, destacan unas casas, de dos plantas conocidas como sobrados. La planta alta estaba habilitada como vivienda del señor y en la planta baja, alrededor del patio, se encontraban las habitaciones de la servidumbre. En una de las calles cercanas al puerto, se encuentra el Guest House Migrante, una de estas antiguas casonas, admirablemente restaurada y convertida en hotelito alternativo, por un italiano y su mujer caboverdiana.
Cada día, paseo por la tranquila ciudad, en busca de la foto que tal vez ilustre este y otros artículos. El ambiente de calles y plazas se muestra tranquilo, casi somnoliento. Pero al atardecer, cuando el calor deja paso a la refrescante brisa marina, y los turistas regresan de sus excursiones ó de la playa. Los bares, cafeterías y restaurantes, ubicados estratégicamente cerca de la plaza central y en las zonas próximas al puerto y a la playa, se van llenando de nativos y foráneos. Es hora de cenar y en un puerto pesquero, lo que se impone es probar alguno de los productos de la mar o tal vez una rica “cachupa”, plato típico de las islas.
Las calles principales de Sal Rei, tan solitarias y tranquilas en las horas de sol, ahora bullen con las luces y la música que salen de las camionetas (pick-ups), conducidas por jóvenes lugareños, que lucen su peculiar estilo mitad rasta y mitad surfero. Muchos de estos jóvenes, se han convertido en improvisados guías o monitores deportivos, de Kitesurf, buceo o trekking, actividades muy al gusto de los cada vez más numerosos visitantes, que acuden a la isla en busca de nuevas aventuras y experiencias.
Teniendo en cuenta que la única vía asfaltada o adoquinada, en toda la isla, es la que conecta el aeropuerto con la capital, y que el resto de los caminos, son pistas sin señalizar y de difícil transito. se entiende que ir acompañado por conductores que conozcan el terreno, se hace imprescindible, si no se quiere correr el riesgo de perderse en cualquiera de los volcánicos y solitarios parajes de Boavista. Por esta misma razón, para recorrer la isla visitando algunos de sus enclaves y poblados más relevantes, tales como los Joao Galego, Fundo das Figueiras y Povacao Velha, se hace necesario disponer de al menos tres o cuatro días.
Los recorridos por pistas de arena, tierra y en ocasiones piedra volcánica, para acceder a estos lugares y a las zonas donde se encuentran magníficas playas, como las de la famosa Santa Mónica, son cortos en kilómetros, pero extensos en dificultades.