Africa 3.0

Mauritania, vísperas electorales

Pastoreo en Mauritania

Mauritania progresa en la consolidación de la democracia que lleva disfrutando desde hace diez años. El otoño pasado se celebraron elecciones legislativas sin especiales problemas y el proceso culminará el próximo día 22 con elecciones presidenciales. Son seis los candidatos que aspiran a la jefatura del Estado, que actualmente desempeña el exgeneral Mohamad Ould Abdelaziz, quien después de encabezar un golpe de Estado en 2008 -y tras abandonar la condición militar-, revalidó democráticamente la Presidencia de cinco años en 2009 y 2014. Un verdadero récord y un motivo de esperanza teniendo en cuenta que Mauritania es uno de los países que ha sufrido más golpes de Estado.  El sistema semipresidencialista que establece la Constitución obligará a una segunda convocatoria el seis de julio entre los dos candidatos más votados, en el caso de que en la primera vuelta ninguno de los aspirantes haya superado el cincuenta por ciento.

Serán unas elecciones complejas, entre otras razones, por la dispersión geográfica de los cuatro millones y medio de habitantes, en buena parte nómadas y divididos en tribus distintas, con que cuenta el país. El futuro presidente tiene como reto varios problemas, desde consolidar el proceso democrático hasta enfrentar la creciente amenaza del yihadismo, sin olvidarse, todo lo contrario, de luchar contra la pobreza, y, lo que resulta más insólito a estas alturas del siglo XXI, que es que  las leyes de abolición de la esclavitud se cumplan. Aunque resulta bastante difícil de creer, todavía son muchas las personas que explotan como esclavos a millares de desamparados por una justicia laxa que se muestra incapaz de acabar con una situación de siglos y ante la cual los culpables siempre encuentran maneras para ocultar su actuación.

Mauritania abolió la esclavitud en 1980, apenas hace cuarenta años. Fue el último país que la abolió oficialmente y es de los pocos que aún no ha conseguido erradicarla plenamente. La pobreza es otro de los problemas endémicos de la sociedad mauritana. Según datos facilitados por organizaciones internacionales, el veinte por ciento de los habitantes sobreviven con un dólar y medio al día. Sacarlos de esta penuria no es fácil. La ayuda internacional es escasa y las posibilidades de que lleguen inversiones extranjeras, susceptibles de crear empleo al margen del pastoreo y la sobrevivencia deambulando por el desierto, son reducidas. Hay pocas materias primas en explotación, el clima no facilita la agricultura y a pesar de contar con setecientos kilómetros de costa atlántica, no existe tradición de pescar, ni flota moderna para aprovechar sus reservas ni hábito de consumir pescado.

En los últimos años han empezado a llegar turistas estimulados por los atractivos de un territorio de bellezas únicas y de costumbres ancestrales de un exotismo único. Para la endeble economía nacional, la llegada de visitantes extranjeros es un alivio que las autoridades intentan promover, aunque con el hándicap que supone el miedo a la amenaza terrorista. A los islamistas radicales, que siempre suelen estar en contra de lo que suponga progreso, no les gusta ver a forasteros que, en su fanatismo, contaminan con sus costumbres y formas de vestir a los fieles que ellos intentan radicalizar. El temor que esto genera contrasta con la hospitalidad que brindan los nativos. Para la inmensa mayoría, atender a los visitantes con su amabilidad tradicional es un orgullo.

No hay encuestas fiables para poder hacer pronósticos sobre el resultado de las elecciones. Si es previsible que, a pesar de la dispersión, la afluencia a las urnas sea satisfactoria sobre todo en Nuakchot, la capital y sus alrededores,  donde se concentra casi la mitad de la población y donde los niveles de politización son más altos y mayor el conocimiento de los candidatos que compiten. De partida se baraja como favorito para llegar a la segunda vuelta al actual líder de la oposición, Sidi Mohamed Ould Boubacar, que concurre impulsado por una coalición de partidos islamistas moderados. Una prueba de la fortaleza democrática que se ha creado es que existe una libertad de expresión aceptable y la proliferación de partidos políticos es de las más altas de África.

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