3.0 Entrevistas

Ivan Gueorguiev, con la música a cuestas

Ivan Gueorguiev, con la música a cuestas

Fotografía de Joaquín Ponce de León

Ivan Gueorguiev se define como “ciudadano del mundo”, algo que demuestran los numerosos lugares en los que ha vivido y trabajado. Músico de vocación y docente de profesión, Ivan ha viajado a diferentes países europeos desde su ciudad natal, Plovdiv, en Bulgaria, y ha trabajado en Sudáfrica y en Nueva Zelanda antes de recalar en Tenerife. “Aunque en Bulgaria tenía trabajo, mi mujer y yo pensamos que tendríamos más oportunidades si salíamos del país. La gente no lo entiende”, declara mientras ríe.

Ivan estudió música en el Conservatorio Estatal de Bulgaria, donde se especializó como oboísta, y más tarde formó parte de la Orquesta Estatal del mismo país. Tras algunas giras, surgió la oportunidad de trabajar en Sudáfrica, así que hizo las maletas y sobrevoló todo el continente africano hasta llegar a Ciudad del Cabo. Allí continuó “vinculado a la música”, pues trabajó en algunas orquestas y fue profesor de oboe en la Universidad de Natal.

Tras la llegada de Nelson Mandela a la presidencia de Sudáfrica, Ivan y su compañera, Rossitza, ante la “incertidumbre” de cómo afectarían los cambios al sector cultural, decidieron buscar trabajo en otros lugares del mundo. Así es como Ivan llegó a Nueva Zelanda y Rossitza, a la Orquesta Sinfónica de Tenerife (OST), donde trabajó como violista durante 23 años. En aquel momento su hija, que era aún muy pequeña, residía en Bulgaria. Toda la familia estaba, por tanto, “desperdigada” por el mundo. “Teníamos que decidir qué hacer y al final mi mujer me convenció de que nos instalásemos en Tenerife”. De nuevo, hicieron las maletas.

El sol y la tranquilidad fueron las dos cosas que más sorprendieron a Ivan cuando llegó a la isla canaria hace casi 25 años. “Dos coches parados, sus conductores hablando y nadie decía nada. Eso para mí era tremendo”, recuerda con una sonrisa.

Enseguida la docencia se convirtió en su modo de vida: primero, como profesor en el Conservatorio Profesional de Música de la capital tinerfeña; después, y hasta ahora, como profesor de Secundaria en el Colegio Echeyde ubicado en la misma ciudad, donde imparte clases de música y de inglés desde hace 19 años.

Su máxima, asegura, es buscar la manera de que sus alumnos tengan ganas de crear música, no solo de reproducirla, y para ello la práctica es fundamental en sus clases. En el aula pueden verse varios instrumentos, desde la típica flauta dulce cuyos sonidos han protagonizado las clases de música de tantos niños, ahora adultos, hasta un teclado, una batería e, incluso, un acordeón.

“Siempre les pido que cuando pongamos algún tipo de música, escuchen al menos 30 segundos o un minuto antes de que opinen. Siempre hay algo que podemos aprovechar de todos los tipos de música”, afirma. Porque los diferentes géneros y estilos musicales, las distintas raíces que influyen en sus sonidos, son también un vehículo maravilloso para mostrar, a quienes la escuchan con atención, la “riqueza de la diversidad”.

Pero esa pluralidad de voces y de realidades no queda en algo anecdótico, cobijado entre las paredes del aula de música. La diversidad es algo presente en todo el centro escolar y en todos los que lo hacen posible con su esfuerzo diario. Cada año, el Colegio Echeyde celebra la Semana Intercultural, unos días en los que los alumnos conocen otras culturas y la labor de distintas organizaciones en países de todo el mundo. Porque las historias se transforman en algo cercano si las cuentan y comparten quienes las han vivido.

Personas procedentes de Sudamérica, de África y de Asia han formado parte de estas jornadas y han acercado a los niños y niñas, a los jóvenes y no tan jóvenes, las raíces, las historias y, también, las similitudes entre culturas a veces ignoradas o incomprendidas.

No obstante, matiza este profesor que aunque algunos alumnos no se muestran receptivos a esa diversidad, la mayor parte la acepta y convive con ella sin prejuicios. “Ese es nuestro papel, transmitir esa riqueza. Hay que estar más abiertos y creo que Internet, por ejemplo, ofrece esa posibilidad”.

Claro está que la información que se encuentra en la Red es también plural y a veces tropieza, paradójicamente, con opiniones no tan plurales o tolerantes. El discurso antimigratorio ha permeado en muchas cabezas y se ha materializado en miles de votos a representantes orgullosos de ese enfrentamiento. “Creo que el pueblo tiene su palabra”, comenta Ivan, “pero hay algunas palabras que no podemos aceptar por lo que ha pasado en la Historia. Hay que mirar ahí y no cometer el mismo error”.

Ivan sostiene que nunca ha sentido ningún tipo de rechazo por su origen. “Todo lo contrario”, apunta, “he tenido apoyo”. Y uno de esos apoyos, indudablemente, lo ha encontrado siempre en la música. “La música es mi vida, mi medio de comunicación con los demás”, admite. Y, aunque Ivan es un incansable aprendiz de idiomas -además de su lengua natal, habla ruso, inglés, alemán, español y algo de francés-, para él la música es el idioma que vence los límites del lenguaje verbal. “La música empieza donde terminan las palabras”, señala. “Donde no es posible llegar de otra forma”.

 

*Esta pieza forma parte de la serie Voces de la diversidad.

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