Ecoturismo en Senegambia

Aunque como fotógrafo y redactor de contenidos, acostumbro a viajar en solitario, para así poder establecer mis propias rutas y determinar en que lugares decido hacer un alto, sin tener que contar con la aprobación de nadie más. Solo atendiendo al interés que me susciten las posibles imágenes e historias que cada emplazamiento parezca ofrecerme. En esta última ocasión decidí viajar junto a un pequeño grupo, para realizar una ruta de ecoturismo que nos llevaría desde Banjul (capital de Gambia) hasta Dakar (capital de Senegal). Un viaje de prospección que me serviría para localizar y evaluar algunos de los más interesantes enclaves de esta región occidental africana, conocida por algunos como Senegambia, con el fin último de preparar futuros viajes de interés para los aficionados a la fotografía de viajes y aventura.
El nombre de Senegambia, surge como consecuencia de la fallida Confederación acordada en 1981 entre Gambia y Senegal, para promover la cooperación entre ambos países, y que finalmente fue disuelta en 1989. Este nombre que unifica a los dos paises, no anda muy descaminado con respecto a la realidad que viven los habitantes de ambos países. Las divisiones fronterizas impuestas por los países europeos que colonizaron la zona, nunca han logrado de fondo, separar a los pueblos que la integran. De esta manera las diferentes tribus que integran los territorios (wolofs, seres, diolas, mandingas, fulas o sononkes) siguen manteniendo sus vínculos familiares, culturales y lingüísticos, muy a pesar de las líneas fronterizas, de los idiomas oficiales, y de los acentos o costumbres impuestos, que finalmente heredaron de franceses o ingleses, según el caso.
Hacer ecoturismo en la región de Senegambia, guiado por jóvenes nativos, que muestran en todo momento su entusiasmo por dar a conocer las costumbres y paisajes naturales de su entorno, a través de un turismo responsable, te hace reflexionar sobre la propia forma de viajar en África. En la actualidad, podemos viajar a miles de asombrosos e increíbles destinos. Pero la mayoría de turistas una vez llegados al destino, se limitan a buscar la zona wifi, más próxima para enviar a sus amigos, familiares y “seguidores” los últimos selfies que han ido haciéndose durante el trayecto. En lugar de interesarse por los verdaderos valores e historias de las gentes y el lugar visitado. Y esto me recuerda que en cierta ocasión, leí una sentencia escrita por un viajero que decía: “Hay gente que viaja con la boca abierta y los ojos cerrados, pero yo prefiero a los que van con los ojos abiertos y la boca cerrada”.
En esta ruta de Ecoturismo en Senegambia, se fomenta el acercamiento a las poblaciones y enclaves naturales más alejados, lejos del bullicio de las zonas turísticas. Para adentrarnos en parajes de naturaleza protegida, en los que perviven pequeñas comunidades que mantienen sus ancestrales costumbres y la tradicional hospitalidad de las gentes sencillas.
Llegados a Banjul, y tras la visita obligada a la vieja capital y su mercado, iniciamos un primer periplo por la reserva de Makasutu, caminando por boscosos senderos que serpentean entre gigantescos termiteros, frondosos árboles centenarios y esbeltas palmeras, para acabar navegando en canoa por las aguas del Mandina Bolong, un afluente del río Gambia. Al caer la tarde, la populosa playa de Tanji, a la que cada atardecer llegan infinidad de barcas artesanales decoradas con llamativos colores para desembarcar el pescado, se convierte en el escenario ideal para rematar el día.
Cruzando el río Gambia, nos adentramos en territorio senegalés, y la reserva de animales de Fathala, será nuestro próximo destino. Durante la incursión en uno de los vehiculos 4×4 de la Reserva, observamos como girafas búfalos, rinocerontes, jabalís y gacelas, nos observan pareciendo sentirse tan atraídos por nuestra presencia como nosotros por la de ellos.
El Delta del Sine-Saloum nos espera, una de las regiones más bellas de Senegal, en la que abundan variedad de paisajes. Pequeñas islas, bosques, lagunas y manglares, sirven de hábitat ahora protegido para la pervivencia de infinidad de especies animales. Establecidos en un sencillo campamento ubicado en la isla de Sipo, al que llegamos tras unos treinta minutos de navegación desde la orilla continental y otros tantos andando desde el pequeño pueblo de pescadores, en el que desembarcamos, el campamento gestionado por los propios pueblos que habitan en la Reserva, se vislumbra como un autentico remanso de paz, en el que disfrutar de la naturaleza en su más extenso sentido.
Camino de Dakar, pernoctaremos en Palmarín, junto a la costa. Pero previamente, visitamos los pozos de sal, cuyos derechos de explotación se traspasan de madres a hijas, subidos en carretas tiradas por caballos, al más puro estilo local, y para rematar la jornada un recorrido que entre extensos bosques de baobas, nos llevaría hasta una zona de marismas en las que vislumbramos una pequeña manada de hienas. Por la mañana tras el recuento de las picaduras de mosquitos, que cada uno tenía, seguimos con la ruta.
La isla de Fadiouth, era nuestro siguiente objetivo, una isla construida sobre un lecho de conchas marinas, que permanece unido a la zona continental por un largo puente. La población de esta pequeña isla, al contrario que en el resto del país, es mayoritariamente cristiana y en su peculiar cementerio comparten el sueño eterno las tumbas de cristianos y musulmanes, custodiadas por los siempre presentes baobas.
Ya encaminados hacia el final de la aventura, emprendemos una nueva ruta que nos llevará hasta la isla de Goree en Dakar. Una visita obligada a esta isla tristemente conocida por su historia como centro de explotación de esclavos. Centro de peregrinación para muchos descendientes de aquellos que llevados por la fuerza a tierras americanas, lograron sobrevivir. Grupos de bulliciosos escolares, comerciantes y como turistas, completan el espectro de visitantes que cada día llegan hasta el pequeño puerto de la isla.
El Lago Rosa, emulando al antiguo Rally de París-Dakar, es nuestra meta final, un recorrido en 4×4 por las extensas zonas de playas y arenales de los alrededores y una incursión en barca por las aguas del lago, en las que se afanan bajo un sol abrasador algunos hombres, que con rudimentarios utensilios extraen palada a palada, cientos de kilos de sal, desde los fondos del lago, para depositarla en el interior de sus rudimentarias barcas. Una vez llenas del preciado elemento las acercan con enorme esfuerzo hasta la orilla, donde los grupos de mujeres, muchas de ellas con sus bebes a la espalda, cargan la sal en cubos que transportan sobre sus cabezas, hasta las salinas cercanas.
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