Gastronomía, ¿noveno Arte?

Viví en una ocasión en el auditorio de Madrid Fusión la intervención del francés Akrame Benallal, precedido de todas las “bendiciones” que le proclamaron aquel como Mejor Cocinero del Año en Europa; los periodistas se disponían a tomar apuntes de la ponencia titulada “Audacia, técnica e imaginación” cuando el espacio quedó a oscuras. Situación atípica e impactante, más allá de lo que pudiera presagiar el gusto o el olfato.
El chef y su ayudante, con guantes negros y sobre mantel de ese color, iba emplatando en artísticas vajillas, sin emitir palabra alguna. La cámara seguía la evolución de las manos, sólo visibles en la gran pantalla, mientras un violinista interpretaba piezas en directo y acordes dependiendo de cada plato.
Aún con las divergencias sobre cuántas son las Artes puras y si damos por bueno que la Cinematografía es el séptimo y la fotografía el octavo, la Gastronomía se hace valer sin discusión (¿?) como el indiscutible Noveno Arte. Gastrónomos de todo el mundo sugieren su presencia junto a la Arquitectura, Escultura, Artes Visuales (que incluyen la pintura y el dibujo), Música, Literatura (incluye la poesía), Artes Escénicas (incluyen teatro, danza, mimo y el circo), Cinematografía y Fotografía.
En cierto modo, el experimento intelectual de Benallal supuso entonces un compedio de todas ellas. ¿Justificaría por sí solo ese puesto en el escalafón de las Bellas Artes? ¿con esta evidencia de una expresión de trazos cromáticos en los emplatados, a modo de óleos; manos poetas que casi danzaban al son de las piezas musicales mientras quedaban impresos los cuadros comestibles?
La Gastronomía, la creatividad de los cocineros ha dejado de aquilatarse en las panzas de la cocina; hoy tienen fans como si de un deportista de élite, un actor o un cantante de fama se tratase.
Para Benallal, en la cocina hay que interpretar la emoción y ponerle banda sonora porque permite explotar otras emociones, tal y como hace el Arte en sus manifestaciones.
El Noveno, al menos, está servido en bandeja.