Africa 3.0

RDC: El ébola y la discordia

Ébola, RDC, 1995

La epidemia de ébola que asola a la República Democrática del Congo (RDC) desde hace meses, lejos de unir a la población y más aún a los dirigentes políticos, está desembocando en enfrentamientos incluso entre los miembros del Gobierno. Los dos mil muertos que se ha cobrado ya la epidemia no han conseguido todavía aunar fuerzas para combatirla. Por el contrario, entre prejuicios tribales, enfrentamientos políticos y luchas de intereses comerciales, los esfuerzos realizados por organizaciones internacionales, como la ONU o la Unión Africana, oenegés y muchos abnegados funcionarios y voluntarios, continúan siendo baldíos.

Estos días pasados el ministro de Sanidad, el doctor Oly Ilunga, presentó la dimisión de forma bastante airada. En una carta cuyo contenido fue difundido por el periódico francés Le Monde, explica las razones de su decisión y acusa al nuevo presidente, Fèlix Tshisekedi, de haber asumido personalmente la coordinación de la lucha. Para ello creó al margen del Ministerio un comité de científicos encabezados por el veterano profesor Muyembe Tamfum, a quien se atribuye haber sido el descubridor del virus del ébola hace más de veinte años. Las discrepancias entre los nuevos responsables y el ministro no tardaron: surgieron en torno a dos vacunas.

Oficialmente se intenta erradicar la enfermedad desde hace meses  con una vacuna de los laboratorios Merck en su fase tercera de experimentación y, en los últimos tiempos, ha empezado a  introducirse, según parece gracias al  apoyo de algún sector de la administración, otra vacuna en segunda fase experimental de los laboratorios Johnson and Johnson, que, en buena medida, está entrando en el país de contrabando. Algunos sanitarios la están utilizando de forma incontrolada. No hay datos fiables de los resultados de cada una. En medio de la polémica, en la que se implican políticos y científicos, parece evidente que están los intereses de los fabricantes de medicamentos que tienen a la sociedad africana como banco de pruebas.

No es ni muchos menos el único problema que explica que la República Democrática del Congo sea el único país afectado por el ébola donde erradicar la enfermedad está resultando más difícil. En algunas regiones de tan extenso territorio, como Bas-Uelé o Ecuador, las medidas adoptadas han resultado efectivas pero la epidemia resiste en el área geográfica del norte fronterizo con Uganda, donde persisten restos y resistentes armados de la nunca acabada del todo Guerra de los Grandes Lagos que tantos cientos de miles de muertos dejó. Las milicias armadas nacionalistas y religiosamente fanatizadas que se mantienen en rebelión y enfrentadas entre sí continúan imponiendo su autoridad.

Rechazan la presencia de forasteros en su territorio e impiden a los médicos y sanitarios que arriesgan sus vidas tratando a los afectados por la epidemia, les aíslan e intimidan y con bastante frecuencia lanzan ataques contra los centros de salud donde realizan su labor. Hace un par de semanas, un médico camerunés, que había acudido a ayudar con sus conocimientos y experiencia, fue asesinado. Otros cooperantes tuvieron que escapar de la región por miedo.

A la inseguridad en la región hay que añadir las dificultades que entrañan las costumbres, creencias y ritos con los que muchos nativos pretenden asumir los riesgos. La presencia de curanderos y de hechiceros complican el trabajo de los profesionales de la sanidad y con mucha frecuencia sus creencias y desconfianzas retienen a los contagiados en sus casas, sin higiene ni condiciones, medicándolos con sustancias que, en el mejor de los casos, no les producen ningún efecto. Y a menudo sí, efectos negativos, retrasando su ingreso en algún centro donde el enfermo pueda ser tratado con urgencia.

 

*Fotografía: Un trabajador local de la Cruz Roja desinfecta el cuerpo de un paciente con ébola en Kikwit, República Democrática del Congo, en 1995.

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