Asociaciones Vecinales

La Constitución española reconoce el derecho de asociación y alienta la posibilidad de que la ciudadanía participe de distintas maneras en los asuntos públicos, directamente o por medio de representantes libremente elegidos. Las asociaciones vecinales han constituido uno de los instrumentos fundamentales para activar la participación de la vecindad en las últimas décadas y establecer un vínculo necesario con las Administraciones, particularmente con la local; si bien muchos diagnósticos coinciden en que no siempre han sabido adaptarse de manera adecuada a los nuevos tiempos, a las nuevas realidades socioterritoriales, ancladas con frecuencia en dinámicas ya superadas. Esto ha influido en su debilitamiento —a veces en su descrédito— y en que hayan pasado a desempeñar un papel menos protagonista en el devenir cotidiano de muchos lugares.
La fragmentación y atomización del tejido asociativo puede ser una de sus causas, separando la sociedad en compartimentos poco permeables en bastantes casos (jóvenes, mujeres, mayores, etc.), a lo que se suma la propia obsolescencia de las estructuras y sus métodos de trabajo, incluso la generación de vínculos nada favorables y hasta contraproducentes entre el poder político y los colectivos. Hasta las instalaciones que utiliza el asociacionismo están con frecuencia desfasadas y son poco atractivas y cómodas para la propia comunidad, así como las actividades que se impulsan y se mantienen en el tiempo, reiterándose sin la prudente revisión y actualización. Otro aspecto relevante es su frecuente aislamiento en un mundo interconectado, derivado a veces de empobrecedores personalismos como forma de gestión.
Entonces se hace muy cuesta arriba participar en una asociación vecinal, especialmente en un contexto social que ha fortalecido en buena medida las conductas individuales, los intereses personales y las soluciones particulares y, además, basado en las desconfianzas más que en las complicidades. Esto implica que debe enfrentarse una profunda revisión del asociacionismo vecinal, contando, obviamente, con sus protagonistas; pero también canalizando hacia ese proceso a más actores que puedan aportar su visión específica, incluyendo a la Administración y a sectores que mucho pueden contribuir a remover la situación descrita, como por ejemplo el educativo en sus distintos niveles o las estructuras de voluntariado. En una época en la que se habla cada vez más de innovación social, ésta debe llegar al tejido asociativo que pretende representar y trabajar con la ciudadanía.
Iniciativas próximas ya se observan con expectación, alentadoras sin duda, como la reciente celebración de un Encuentro Regional de Asociaciones Vecinales, en el que se reflexionó acerca de los temas apuntados y se concluyeron algunas recomendaciones estratégicas, caso de la recuperación del “espacio social” en los barrios, volviendo a ser vanguardia y motivación de vida en los distintos ámbitos de interés ciudadano: salud, educación, seguridad, empleo, convivencia, igualdad, etc. Para ello es preciso entonces abrirse y aspirar a trabajar en red, evolucionando en múltiples aspectos, apostando por la renovación de conocimientos y métodos de trabajo, incluso de personas si fuera preciso, forjando una actuación más colectiva y optimizando los recursos disponibles, asumiendo además un enfoque más comunitario y menos dependiente de la Administración.
En ese sugerente encuentro, celebrado en San Cristóbal de La Laguna a finales del pasado mes de junio, se formuló un interesante manifiesto que comienza suscribiendo y reivindicando la divulgación de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) y la Agenda 2030. Certera decisión, siendo relevante tal vez, a corto plazo, concentrar la actuación integrada del asociacionismo vecinal en la contribución colectiva al ODS número 11, cuyo fin es conseguir Ciudades y comunidades sostenibles, esto es, lograr que las ciudades y los asentamientos humanos sean inclusivos, seguros, resilientes y sostenibles. No es poca cosa, estando además alineado con la idea de profundizar en la consolidación de estrategias de desarrollo comunitario en la escala de barrio.
Asimismo se aludió a la necesaria reglamentación de la participación ciudadana, importante pero desigual si descendemos al marco municipal, y también, al estímulo de iniciativas que profundicen en la democracia participativa, caso de los presupuestos participativos o comunitarios, como instrumento de mejora de la calidad de vida si se plantean de manera adecuada y se dotan de fondos que conciten el interés vecinal. En ambos casos, parece fundamental que su definición sea el resultado de procesos de trabajo protagonizados por la ciudadanía, condición indispensable para que se consoliden y realmente estimulen la involucración de más personas y organizaciones en las cuestiones de interés colectivo. En una línea similar se demandó una mayor atención de las personas con responsabilidad política al encuentro con el tejido vecinal, llegando a plantear incluso la celebración de reuniones semestrales.
En definitiva, se siguen necesitando estructuras que propicien la concurrencia y el trabajo vecinal colaborativo en el marco local, adaptadas a una realidad socioterritorial distinta a la existente hace algunas décadas, abiertas a la innovación y flexibles en cuanto a su funcionamiento y gestión transparente. Equilibradas, incluyentes e inclusivas. Independientes de la dinámica política y sus estrategias, pero con firme interlocución ante las Administraciones. Organizaciones bien organizadas, formados sus miembros, con objetivos actualizados y que actúen en clave de proyecto, optimizando los recursos disponibles y generando nuevas oportunidades, a partir de una labor más proactiva guiada por referencias más generales, como por ejemplo los ODS. Las asociaciones vecinales pueden enfrentar ese reto, porque ya están ahí, pero deben ser plenamente conscientes de su situación y comprometerse a realizar los cambios que procedan. Sin miedo.
(*) Vicente Zapata es geógrafo y profesor titular de la Universidad de La Laguna, director del Observatorio de la Inmigración de Tenerife y de diversos proyectos de innovación social.