América

Más bloqueo y menos diálogo

Caracas, Venezuela

Una gota de sudor bajaba por el lateral izquierdo de la frente de Edgar.  El sol por estos días en Caracas no perdona horarios ni edades.  Edgar tiene 72 años y cada martes debe hacer una larga fila desde la madrugada para poder comprar gas. “Hace 15 días que no viene el camión de gas. Espero que hoy venga para poder comprar porque ya no tengo con qué cocinar”, me cuenta Edgar mientras se seca el sudor de las 11 de la mañana de cualquier día tropical en Caracas.

El día anterior, la administración de Donald Trump había decretado una orden que congela todos los activos de Venezuela en Estados Unidos. Por primera vez en muchos años, EEUU emitía una sanción de este tipo contra un país latinoamericano, aunque recientemente, desde hace cinco años, ya hay varias sanciones andando. Desde 2014 hay unas siete sanciones de EEUU contra Petróleos de Venezuela, Bandes, Minerven y otros organismos, así como a 105 funcionarios y personas relacionadas con el gobierno de Maduro.

Pero en esa larga fila para el gas, que encabezaba Edgar, la conversación no era sobre la nueva medida de Trump. De hecho, algunos no se habían enterado. La preocupación mayor era que llegara el gas, porque es la forma más común de cocinar en la capital venezolana. “Yo no sé si con ese bloqueo de Trump ahora nos convertiremos en otra Cuba. A mí lo que me interesa es que tengamos agua, gas y luz, porque así no se puede vivir. Cuando hay luz no hay agua, cuando hay agua no hay luz, cuando hay agua y luz no hay gas”, me decía Edgar.

Marlyn estaba un poco más atrás atenta a la conversación y nos interrumpió: “Dicen que ahora con el bloqueo de EEUU tampoco va a llegar el Clap, y ¿entonces qué vamos a comer? Vamos derechitos a convertirnos en otra Cuba o peor”, exclamó angustiada.

Me contó que hace dos meses que no les llega la caja de comida del Clap, el programa que creó Maduro para atender la población más necesitada. Consiste en una caja de unos 15 kilos de comida subsidiada por el Gobierno, que llega cada mes a las comunidades organizadas. “Cada vez que hemos preguntado por el Clap nos dicen que es culpa de las sanciones, que no llegan los alimentos. ¿Ahora con esto será que no nos llegará más? Yo tengo dos niños pequeños y un trabajo donde gano sueldo mínimo, realmente ni nos alcanza para comprar comida y el Clap es una ayuda”, dijo Marlyn.

Efectivamente, el canciller, Jorge Arreaza, en su primera reacción tras la nueva orden de Trump, dijo que “causará impacto sobre la compra de los alimentos para los Clap y también pone en riesgo los procesos petroleros de Venezuela”.

La reacción victimizada del gobierno venezolano evidencia la falta de previsión y planificación de escenarios, porque si desde el 2014 EEUU ha impuesto sanciones, una tras otra, una medida como esta era evidente; sin embargo, es muy cómodo cruzar los brazos y culpar a otro (sea el “imperio” o sus “lacayos”) de la crisis.

Para poner un poco más de drama, Maduro ordenó a su delegación no asistir a la reunión de la mesa de diálogo en Barbados, bajo la mediación de Noruega, pautada para este jueves y viernes.

La oposición dice que sigue en el diálogo, pero Maduro no quiere sentarse con ellos porque aplauden las sanciones de Trump. Es decir, se suspende la mesa de diálogo entre el gobierno y la oposición hasta nuevo aviso.

En Lima realizaron, sin pena ni gloria, una Conferencia Internacional por la Democracia en Venezuela, con representantes de unos 50 países, para dialogar sobre la situación venezolana. Algo de ¿turismo político? Para matizar.

Mientras tanto, Edgar sigue “sudando la gota gorda” cada martes esperando el gas o cargando agua y Marlyn se angustia porque no tiene cómo alimentar a sus hijos. Pero el gobierno y la oposición siguen en la retórica absurda de culpas sin resolver la crisis.

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