Opinión

Los secretos jamás contados del pacto en Canarias (I): Curbelo prefería el cambio

Que CC ya no ocupara la Presidencia sería histórico, que ni siquiera cogobernara, mucho más, pero todas las opciones estuvieron abiertas desde que la noche electoral del 26 de mayo deparó una nueva victoria “insuficiente” (o no) para el PSOE, como las de 1987, 2007 o, en votos, la de 2015. Sin embargo, había una diferencia: por primera vez desde 1983, la izquierda canaria sumaba (y hasta le sobraba un diputado, con 37), e incluyo convencido a ASG en esa ubicación ideológica. Para ese pacto progresista -que era el que quería el líder del PSOE, la mayoría de sus dirigentes y, de forma aplastante, sus bases- todo dependía (a priori) de ASG (ergo, Casimiro Curbelo).

A eso se pusieron desde conocer el resultado, aunque hubo muchos movimientos antes muy relevantes, que ahora analizamos. Tras el 26M, la primera semana pareció de tanteo, si bien existió la sensación a posteriori de que había sido tiempo perdido por el PSOE, pese a las numerosas llamadas y reuniones importantes (también en Ferraz) hacia ese acuerdo. Por supuesto, CC no se quedaría quieta y la cara de Barragán lo dijo casi todo cuando Clavijo reconoció la victoria de Torres: tenían opciones. Eso sí, Clavijo miró mucho más desde el principio a las sedes nacionales del PP y Cs que a estos partidos en las Islas y, quizás no solo se equivocó con esto,también con dar por hecho (siempre) el apoyo de ASG, como si fuera una hijuela de CC, como si la clave solo estuviera en convencer a Cs y, en menor medida, al PP.

He aquí cómo se llegó al 26M.

Hubo muchas claves antes, durante y después para que, tras 32 años, la izquierda haya vuelto a gobernar en Canarias sin necesitar a CC o las antiguas AIC (ATI, API, AHI,…). Todo pudo torcerse por el camino en cuatro de las semanas más intensas de la política canaria en mucho tiempo. Siempre suele ser frenética la negociación de pactos en las Islas por el hecho de que nunca ha habido mayorías absolutas en el Parlamento regional desde las primeras elecciones (1983), pero esta vez ha sido especial porque la posibilidad de que los nacionalistas de CC se quedaran sin poder era muy real, al sumar la izquierda mayoría absoluta. También porque esa situación se podía dar en otras instituciones claves del Archipiélago, lo que finalmente se ha confirmado, con diversas censuras, pese a que muchos dentro y fuera de CC siguen frotándose los ojos para hacerse a la idea.

Aunque hubo muchas claves antes, durante y después, como digo, y pese a que todo pudo torcerse para ese pacto de izquierdas (llamado para la historia el de Las Flores por haberse firmado, un soleado sábado 22 de junio, junto al Reloj de Flores del santacrucero Parque García Sanabria) por errores garrafales del propio PSOE en Gran Canaria (por Santa Lucía, Telde y los titubeos o insinuaciones con el Cabildo que estuvieron a punto de hacer girar a NC, diga lo que aún diga Sebastián Franquis). Pese a todo esto, una de las claves que se manejaban, incluso antes de saber el resultado electoral, se acabó confirmando como determinante: que ASG sería la llave para ese giro progresista y que, a pesar de los vaivenes que casi hacen que apoyasen un acuerdo de centroderecha, fue lo que siempre quiso su líder, Casimiro Curbelo. Por mucho que algunos/as se cansasen de escribir y decir lo contrario durante cuatro semanas y aún lo sostengan. En estas entregas trataré de dar una detallada explicación de por qué no fue así, siempre dentro de los límites éticos que permite el respeto escrupuloso al off the record.

Curbelo ya había declinado su opción si era llave, aunque sin cerrar otras ventanas

Mi tesis principal, asentada en muchas horas de conversaciones, densa información, múltiples opiniones y percepciones de terceros, así como por mis propias deducciones, consiste en que Casimiro Curbelo llevaba tiempo con la convicción de que, de ser llave de gobierno, y si sus tres diputados (fue la cifra que siempre manejó) permitían un gobierno de izquierdas, no podía bloquear esa alternativa histórica por mucho cabreo de profundidad máxima que aún mantenga con algunos excompañeros del PSOE. Tampoco por muchas diferencias y duros intercambios que tuviera con Podemos en la legislatura anterior. O por muy sincera, excelente, pragmática y también sustanciosa que fuera la relación que había entablado con Fernando Clavijo, especialmente tras la ruptura del pacto CC-PSOE (diciembre de 2016), cuando sus 3 escaños, junto a los 12 del PP, se convirtieron en claves para aprobar leyes pendientes o los presupuestos de 2018 y 2019.

Como suele decir Curbelo: “Yo no soy un loco”. Eso sí, una de las cuestiones más relevantes y menos explicadas hasta ahora se las pusieron en bandeja las circunstancias y los vaivenes durante esas cuatro semanas al propio Curbelo: darle a entender a Clavijo y, en gran parte, a CC, justo al final, en el momento de explicar la decisión, que él había intentado pactar con los nacionalistas, más bien con el aún presidente, pero que le resultó imposible por las dudas, grietas, vetos o desencajes en el centroderecha. Mientras, jugaría al máximo la carta de la indefinición, la ambigüedad, el mejor escenario y el pragmatismo (pues todo podía girar), pero aquí primaban más, por mucho que se vea esto como una ingenuidad, otros factores más de fondo, más de alma, más de trascendencia y legado político.

Aún hoy, lo de que Curbelo no tuvo más remedio que optar por la izquierda es lo que se cree en CC y en el entorno de Clavijo, pero mi aportación con estas líneas, y es una deducción, es que no fue solo eso. Curbelo había ya decidido (mayormente) esa apuesta. Eso sí, debía esperar al último momento, al ultimísimo momento (esa carta que no conocían de forma definitiva muchos en su partido, sino solo por intuición, insinuaciones o deducciones), para transmitírselo a Clavijo. Además, por supuesto, deseaba que fuera lo menos traumático posible, lo menos parecido a un desengaño o casi una traición y, para ello, sería ideal tener cuantas más excusas mejor para justificarlo.

Al final, y por la actitud de parte del PP, el veto de Cs a su persona y que el pacto de centroderecha parecía condenado a morir antes de nacer, se dio el escenario perfecto para que se extendiera la sensación de que optó por su plan B. Algo muy asumido en la mayoría de NC, Podemos y parte del PSOE, pero que creo, en el fondo, irreal. Incluso si debía quedar un poco mal con Clavijo, y siempre que los grupos de izquierda no autoboicotearan su acuerdo -como estuvo a punto de pasar por los sucesos en Santa Lucía, en Telde y en el Cabildo grancanario por un sector del PSOE-, Curbelo sabía que “no podía ser un loco”, que no podía parar la historia ni las ansias de cambio ni, en definitiva, traicionar su alma, trayectoria y praxis socialista, que sigue siendo mucho más potente que su demostrado pragmatismo y que leyes como la del Suelo, la de Islas Verdes o alcaldías como la de Valle Gran Rey.

Además, y pese a todos estos factores, llevaba tiempo pensando en cómo preparar a su nuevo partido para su inevitable retirada, que considera que debe producirse en este mandato, aunque con sus precedentes nunca debe cerrarse del todo ese ventanillo por los regates y requiebros que se dan en la política y en la vida. Pero llevaba tiempo dándole vueltas a ese momento, que probablemente (y esto es intuición) tendrá dos etapas: una primera retirada del Cabildo a mitad del actual mandato y mantenerse como diputado regional hasta 2023. Cree que ya es hora de descansar y dedicarse más a su familia, aparte de delegar en las personas que considera preparadas y, eso sí, defender al máximo su legado.

Y esta es otra clave. Tras vivir (o sufrir) lo que le llevó a abandonar el PSOE por lo ocurrido en el prostíbulo de Madrid, aunque también por la actitud de diversos socialistas gomeros por la llamada operación Telaraña (el primer asunto lo cerró con un acuerdo con la Fiscalía y el pago de una multa y el segundo, por el que estuvo imputado, acabó siendo archivado), había pensado mucho en cuál debe ser el futuro de ASG. Aún hay quien lo ve más cerca de CC que del PSOE y quien piensa que su actual participación en el Gobierno regional obedece a ese pragmatismo y a las contingencias de las semanas de negociación, pero, insisto, creo que siguen equivocándose. Por supuesto que la primera premisa de Curbelo (siempre) fue no quedarse fuera del Gobierno, por mucho que se beneficiara (sobre todo su isla) de la etapa en solitario de Clavijo. Pero en el fondo su reflexión le hacía preferir un pacto de izquierdas y una reconciliación paulatina con el PSOE, por mucho que las cuitas, ruptura y desilusión con algunos socialistas (sobre todo de La Gomera) se mantengan seguramente para siempre. ¿La fórmula para ello? Está por ver, pero apuesto por un guión como clave: el que unirá las siglas de ASG y PSOE.

Un acuerdo con el PSOE que casi se da dos meses antes para las generales del 28 de abril

La traumática salida de Curbelo del PSOE tras el suceso de Madrid, lo que hizo que Alfredo Pérez Rubalcaba le defraudara (y ya, por su fallecimiento, no puede aclararlo, aunque le remitió una carta para ello al que fuera ministro y secretario general socialista), aparte de apuntar en su lista de personas no muy gratas a Elena Valenciano y a otros socialistas que pidieron su cabeza por el escándalo nacional sobre “ese senador de La Gomera”, fue un dolor de cabeza, muelas y estómago para la inmensa mayoría del PSOE canario, sobre todo en Tenerife y, en especial, en el sur de esta isla. Por mucho que tuvieran una cuita que también enrareció el ambiente para un pacto de izquierdas cuando Pedro Martín, actual presidente del Cabildo tinerfeño, dijo que no había ganado en votos (se quedó a menos de mil) respecto a CC por la presentación de ASG (como ASTF) a las elecciones a esa administración (olvidando que NC, IU, Pacma y hasta LV-CV sacaron muchos más apoyos -hasta 19.000 entre los cuatro- de los 1.609 sufragios de ASG).

Por mucho que ese lance fuera resaltado como un obstáculo más para el pacto de izquierdas, el exalcalde de Guía, junto al de Adeje, Fasnia y Arona, entre otros, había tratado de convencer a Curbelo de la necesidad de su vuelta al PSOE o, al menos, de llegar a un acuerdo desde hacía años. El propio José Miguel Rodríguez Fraga, en su etapa de presidente de la gestora del PSC que precedió a las primarias que ganó Ángel Víctor Torres, se reunió en varias ocasiones (como otros) y le llamó no pocas veces para tratar de resolver ese agujero y evitar que sirviera de bastón a un Clavijo que los había echado del Gobierno a finales de 2016. Esto se intensificó cuando el PSOE sondeó un posible pacto con el PP en Madrid para desbancar, por fin, a CC en las Islas; si bien Asier Antona puso como condición ser presidente en el verano de 2017 y la posible operación, con independencia de si hubiese tenido el visto bueno de Génova y Ferrraz, nunca tomó cuerpo real, por muchas llamadas, reuniones o insinuaciones que se dieran. Y que se dieron.

Solo el PSOE de La Gomera, sobre todo los dirigentes que se habían mantenido fieles al partido pese a las numerosas fugas a ASG cuando Curbelo la oficializa a principios de 2015 (lo que ha sido siempre valorado en ciertos sectores socialistas), se mantenía totalmente contrario a esa reconciliación y así siguieron casi hasta que fraguó el Pacto de las Flores. Tras lograr la secretaría general, Torres llama y se reúne en varias ocasiones con Curbelo para tratar de recuperarlo, así como a gran parte de su gente. Por el camino, ASG había conseguido 3 diputados regionales en 2015 (el PSOE se quedó en 1 y CC desapareció), mayoría absoluta en el Cabildo con un Curbelo intratable (ambos logros reeditados en mayo de este año, incluso con más porcentaje de apoyo) y gobernar o cogestionar en todos los municipios de La Gomera, salvo en Alajeró (donde el PSOE aún mantiene la mayoría absoluta, si bien ya de un solo edil) y en Valle Gran Rey.

El 26 de mayo, ese poder se incrementó para ASG, achicando aún más a CC en la isla, donde solo cuenta con 2 ediles (tenía 17 hace 8 años), insignificantes para cogobernar; y a un PP que ha pasado de 15 concejales en 2011 a ninguno tras el 26M. Además, ha repetido el acta de senador en las tres elecciones generales desde 2015 con Yaiza Castilla, ahora consejera de Turismo. Llegados aquí, Torres trata de recuperar a Curbelo y lo hace sabiendo que sus diputados podrían ser determinantes en el nuevo mandato para hacerle presidente, aparte de que Ferraz trataría también de llegar a un acuerdo para que los votos que van a ASG no se fueran a otros partidos, sino al PSOE, en las generales del 28 de abril.

Esos intentos se intensifican, sobre todo, con motivo de la modificación del reglamento del Parlamento que ASG intenta, con el único apoyo de CC, para que los partidos con 3 diputados dispongan de grupo propio, sin necesidad de alcanzar 4. Torres, que cuando eso no tenía escaño en la Cámara, era partidario de respaldar esa propuesta de Curbelo y, de hecho, fue de las primeras exigencias que se le aceptaron a ASG cuando comienza la negociación tras el 26M. Pero la mayoría de su grupo parlamentario no lo veía así y votó en contra. Aún pesaba mucho el apoyo que Curbelo estaba prestando a CC sin ningún disimulo, los constantes elogios a Clavijo y los duros debates con Loli Corujo, Iñaki Lavandera o Nayra Alemán sobre leyes como la del Suelo, la de Islas Verdes (finalmente también han alcanzado un acuerdo sobre esto) o los presupuestos que le votaba a los nacionalistas. No sin una excelente contribución para su isla, algo, de todos modos, más que lógico en aquellas circunstancias.

La noche antes de esa votación, Curbelo se reunió con Torres en un restaurante de Santa Cruz de Tenerife y, por supuesto, no solo hablaron de esto, sino de su apoyo tras las elecciones regionales y de qué harían para las generales. Sobre esto último, y por expresa petición de Pedro Sánchez, Curbelo se había reunido con el ministro de Fomento y secretario de Organización del PSOE, con el que mantenía (y mantiene) hilo directo desde hacía tiempo, para tratar de fraguar una coalición. De hecho, se prepara un documento (publicado por El Día) que llevaría la firma del secretario de Política Territorial del PSOE, Santos Cerdán. Sin embargo, la exigencia de ASG de que el número 2 al Congreso por la provincia tinerfeña fuera de este partido, aparte de que Yaiza Castilla repitiera de número 1 al Senado (algo que sí aprobaba el PSOE), desató un aireado rechazo del PSOE gomero. De hecho, el mismo día que el citado periódico sacó la información, Ángel Víctor Torres tuvo que mediar para aclarar que no había nada cerrado y que esa petición no iba a concretarse.

Los dirigentes del PSOE gomero con los que Curbelo seguía en guerra, como Julio Cruz o Manuel Ramón Plasencia, alcalde de Alajeró, abortaban en gran parte la operación, si bien la exigencia de Curbelo pareció excesiva, incluso, a socialistas tinerfeños o de La Palma que llevaban tiempo buscando la reconciliación. Curbelo reculó un poco y dijo que ese segundo puesto al Congreso era negociable y hasta acabó renunciando al mismo, pero el acuerdo nunca fraguó. Eso sí, pasadas las generales y tras dar libertad de voto (el PSOE ganó con claridad en los 6 municipios gomeros y ASG arrasó al Senado), Curbelo reconoció en una entrevista prelectoral (para el Cabildo y Parlamento) con El Día que, “por supuesto, había votado por Pedro Sánchez el 28A”. Todo un guiño que no sentó muy bien en algunas personas claves de CC, aunque Clavijo y otros (como Barragán) seguían seguros de que, de tener que elegir, por la relación lograda y su guerra con sectores del PSOE, preferiría pactar con los nacionalistas. Se equivocaban y aún lo hacen, a mi juicio.

Las posturas a priori del resto, a favor de un acuerdo de izquierdas o de centroderecha

Me detengo tanto en la persona de Curbelo porque se atisbaba como determinante antes de las elecciones y acabó siéndolo para declinar el pacto, aunque es verdad que hubo días (en especial, de la tercera semana tras los comicios) en que el gobierno de centroderecha con su apoyo fue más factible por claros errores del PSOE. Y es que la postura del resto de partidos quedó bastante clara en la precampaña y campaña (en realidad, casi desde la ruptura del anterior pacto, con un PSOE, de forma mayoritaria, salivando vengarse a fondo de CC allí donde pudiera, como acabó ocurriendo). Es cierto que un sector socialista minoritario, básicamente localizado en Gran Canaria y con Chano Franquis entre sus partidarios, no veía mal volver a un cogobierno con CC, aunque con Torres de presidente. Reforzaba esta posibilidad la necesidad de apoyos de Pedro Sánchez en el Congreso, con lo que se podría contar con las dos diputadas nacionalistas (Ana Oramas y Guadalupe González Taño), aparte de que, así, se podía socavar poder a NC en Gran Canaria con pactos alternativos en algunas plazas claves y evitar, sobre todo, su llegada al Gobierno regional.

Sin embargo, el resto del PSC, especialmente en Tenerife por el peso que históricamente ha tenido ATI-CC -en el poder desde 1987 en el Gobierno y Cabildo y, desde 1979, en ayuntamientos como Santa Cruz si se atiende a que sus dirigentes fundacionales provenían de la UCD-, prefería pactar antes con el PP que con CC, por mucho que el resto del partido en España no lo entendiera. Así de claro se lo dejó Patricia Hernández a Torres cuando éste no descartaba del todo un acuerdo con CC (al menos no de forma tajante en ciertas entrevistas antes de los últimos días de campaña) y lo dejaba dentro de los posibles escenarios en función del resultado electoral y en aras de la gobernabilidad y estabilidad. Según le recordó (algo que le siguió advirtiendo), ella sería diputada (fue de segunda en la lista regional, justo tras él) y estaba dispuesta a no votarle si había cogobierno con los nacionalistas que la echaron de la vicepresidencia y al PSOE del poder regional.

El PP, por su parte, fue ambivalente, aunque había (y aún hay) dos visiones contrapuestas sobre lo que más le convenía: los que, sobre todo en Gran Canaria, ven a CC como el mejor aliado porque allí su peso es mucho menor y al PSOE como el gran adversario (con Australia Navarro y José Manuel Soria en la sombra) y los que, en varios sectores de Tenerife (en especial alcaldes como el de Santiago del Teide, Emilio Navarro), llevan años defendiendo que, como ha logrado Manuel Domínguez en Los Realejos (ya con 3 mayorías absolutas y con CC con un único edil, tras llegar a 10 en 2003), su mejor estrategia para lograr el espacio electoral de centroderecha es arrinconar al máximo a los nacionalistas, pactando incluso con el PSOE. Aparte de que simplemente apostaban por el cambio en ciertas instituciones tras tantos años de los mismos y no confían en muchos dirigentes de CC porque los conocen bien. El propio Domínguez es uno de los que más ha defendido, en público y hasta ante Génova, esa conveniencia del pacto con el PSOE (en el pasado, tras diciembre de 2016…); si bien, en esta ocasión, y a la hora de la verdad, negoció con CC el Cabildo tinerfeño y acabó diciendo pestes de Enrique Arriaga (Cs). Algo similar ha sostenido durante años Guillermo Díaz Guerra, aunque tampoco fue muy coherente con la posibilidad de acabar con 40 años de ATI-CC en la capital tinerfeña, entre otras cosas porque no quería a Patricia Hernández de alcaldesa.

¿Y Asier Antona? Decapitado ya por Génova (apoyó en su día a Soraya Sáinz de Santamaría y se la jugaba el 26M), y desterrado en el Senado porque, pese a que no paró de decir que el PP sería clave en el nuevo gobierno regional, acabó fuera del pacto autonómico, el político palmero es uno de los que menos confía en CC, de los que más habló de fin de ciclo y, de hecho, fraguó en su día un pacto con el PSOE en el Cabildo de la Palma que le costó la expulsión (momentánea) al socialista Anselmo Pestana y, curiosamente, al actual secretario de Organización del PSC, Jorge González. Antona, eso sí, quería un papel preponderante en el Gobierno y, en su fuero interno, creía que era el momento de que CC pasase a la oposición, pero sabía que era difícil alcanzar un acuerdo programático con el PSOE (con el que sumaba 36 diputados, la mayoría absoluta), sobre todo por cuestiones fiscales y de otra índole, como la renta básica. Para no adelantar acontecimientos, digamos que el ya exlíder regional del PP se mostraba abierto a casi cualquier pacto (con la salvedad de Podemos), si su papel era relevante y había coherencia programática.

NC, por su parte, lleva años defendiendo un cambio, que CC pase “un periodo en la oposición para que reflexione” y, sobre todo, un gobierno de izquierdas para hacer otras políticas en economía, hacienda, sanidad, lo social, el territorio, turismo, cultura y tantos otros ámbitos. El pacto finalmente firmado tiene mucho de esto. Román Rodríguez y los suyos, aunque no niegan que su objetivo a medio largo plazo pasa por propiciar la reunificación del nacionalismo, llevan tiempo anteponiendo las políticas progresistas y, de hecho, el surgimiento de NC obedece a un gran distanciamiento del núcleo más conservador de CC. De hecho, Rodríguez no se hubiese visto cogobernando nunca con Clavijo y Rosa Dávila, a los que, junto a Carlos Alonso y otros, concibe como “gente de derechas”. De ahí su oposición a leyes como la del Suelo o Islas Verdes (ahora matizadas), sus críticas a lo hecho en turismo, en hacienda o la política social y sanitaria, sin olvidar su apuesta por una ecotasa o una renta básica nunca aceptadas por CC, más allá de una Prestación Canaria de Integración (PCI) reforzada.

Por tanto, NC llevaba años apostando por un pacto de izquierdas y lamentó mucho que, por un diputado, el PSOE, Podemos, NC y ASG no sumaran mayoría absoluta (31) en 2015, porque ya habría hecho todo lo posible por desbancar a CC. Eso sí, y respecto a la reconciliación, una de las ideas fuerza de NC siempre fue (y ahora lo puede lograr) que se diera con ellos en el Gobierno y CC, lo que cambiaba por completo el panorama de actores secundarios que han ejercido  hasta ahora más allá de Gran Canaria.

En la misma línea, pero de forma más tajante, ya que NC no descartaba otras fórmulas, como coparticipar en un acuerdo que incluyera, incluso, al PP, se ha situado en los últimos cuatro años la gente de Podemos, que acudió en coalición con Sí Se Puede y Equo a las regionales. Durante años, Noemí Santana y otros dirigentes no pararon de criticar los 32 años de CC y de animar a un pacto progresista alternativo liderado por el PSOE, sin hacer asco a cualquier otra fórmula que echara a CC, aunque seguramente sin participar desde dentro.

Cs se pasó años hablando también de ciclo acabado de CC y de la necesidad de regenerar la política española y canaria en general con cambios de gobiernos. Al final, y curiosamente, su participación en los cambios más relevantes les ha costado expedientes de expulsión a sus dos concejales de Santa Cruz de Tenerife y a sus dos consejeros en el Cabildo tinerfeño, de los que hay que recordar, entre otras cosas, que abrieron las listas por algo. Tanto la candidata a presidenta regional, Vidina Espino, como Mariano Cejas y otros no pararon de criticar a CC y eso dio esperanzas al PSOE de que, dependiendo de la aritmética, podía tener también opciones de pacto hacia el centro por si la izquierda no sumaba o para no dejar todo (gran parte) en manos de Curbelo. Esta fue la postura previa, que incluía un veto absoluto a la persona de Clavijo por su imputación por el caso Grúas, algo que resultó muy relevante durante la negociación, si bien en los días previos a la decisión final ya hubo posturas más flexibles facilitadas (o en vías de eso) desde Madrid. Pero esto lo desarrollaremos en otra entrega.

Por último, CC se mostraba abierta a pactar con todos menos con Podemos y Vox (que finalmente no logró entrar en el Parlamento). Eso sí, y aunque se sondeó al sector del PSOE proclive y se barajó intensificar esta opción en Madrid, la postura totalmente reacia o contraria de la mayoría del PSOE canario, así como la guerra con el Gobierno de Sánchez, blanco de los dardos para las exitosas generales y también para las locales, les convenció de que la mejor opción sería un pacto de centroderecha si los números daban e incluyendo en la ecuación a ASG porque la creían más suya que otra cosa. Por supuesto, también se especulaba a priori con un posible giro de NC, aunque los más realistas sabían que ahora no era posible.

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