Xenofobia contra Venezuela se disfraza de visas “democráticas” y “humanitarias”

Laudi, una profesional de la docencia, madre soltera con 32 años, hace seis meses resumió su vida en dos maletas y tomó un autobús que la llevó a Ecuador. Ya no era feliz en Caracas. “La ciudad que tanto amé terminó agobiándome. El transporte, la inseguridad, la falta de servicios básicos…Sentí que no tenía más opciones y regresé a la tierra de mis padres. Llegué en autobús a Cúcuta y tomé un vuelo con mi hija a Quito, de allí a Cuenca”.
Los padres de Laudi vinieron a Venezuela hace 30 años, huyendo de la inestabilidad política y económica de Ecuador. “Aquí montaron su empresa de transporte, pero ya no se pudo seguir por el costo de los repuestos y el mantenimiento. Ya era insostenible todo. Mi hija de 8 años me preguntaba cuando volveríamos a comer normal. A veces me partía en llanto delante de ella. Es muy duro todo”.
El pasado domingo miles de venezolanos intentaban ingresar a Ecuador por la frontera con Colombia, en el puente fronterizo Rumichacha, antes de que entrara en vigencia una visa humanitaria que ahora exige Ecuador a los venezolanos. Ya son siete los países vecinos que le exigen visa a los venezolanos: Perú, Chile, Guatemala, Honduras, Panamá, Costa Rica y Ecuador. Hipócritamente justifican las restricciones por la excesiva oleada de venezolanos que huyen de la crisis. Y llaman “humanitarias” o “democráticas” las visas que limitan el acceso a los “indeseables” migrantes de Venezuela.
Ahora los venezolanos incomodamos al mundo. Huimos en embarcaciones que desaparecen en el Caribe. Tomamos autobuses que viajan durante largos días hasta llegar al sur del continente.
Algunos solo sueñan con volver a “comer normal” o poder tener un salario digno. Somos el vecino bonachón con el que todos querían ir a fiestas, pero cayó en desgracia y ahora no quieren ni verlo.
Laudi ya no da clases porque debe revalidar su título. Trabaja en un call center. “No es el trabajo de mis sueños, pero al menos aquí tengo calidad de vida y más capacidad para adquirir cosas. Yo tenía más de dos años sin poder comprarme ropa ni zapatos, porque todo el sueldo que ganaba en la escuela lo gastaba en comida”.
Esta maestra venezolana pasó a formar parte de los 4 millones de compatriotas desplazados que, según la ONU, constituye el mayor éxodo en la historia reciente de América Latina. Sin embargo la cancillería venezolana dice que más de 7000 venezolanos han sido repatriados desde Brasil, Ecuador, Perú, Colombia, Argentina, y Chile, con el Plan Vuelta a la Patria, por denuncias de xenofobia y explotación laboral en dichos países.
El fantasma de la xenofobia anda suelto, disfrazado de visas “democráticas” y “humanitarias”. Mientras el Grupo de Lima sigue perdiendo poder de convocatoria y Maduro y Guaidó se culpan mutuamente, en este momento hay centenares de venezolanos con la vida en una maleta, esperando un avión o un autobús que les permita recuperar una vida normal.