Santo Tomé y Príncipe

La República Democrática de Santo Tomé y Príncipe tiene el nombre más largo de los países africanos. Paradójicamente es el que tiene menor extensión (964 kilómetros cuadrados, divididos en dos islas y varios islotes) y menor número de habitantes (no llega a los doscientos mil). También su economía es muy modesta. Pero como contrapartida, sus bellezas naturales y la amabilidad de los santomeses ofrecen un atractivo excepcional. Sobre todo para los turistas que buscan lugares si no inéditos, sí apenas frecuentados por extranjeros.
Las dos islas importantes, las que le dan nombre al Estado, ofrecen playas excelentes que se alternan con desiertos, parques naturales como el de Ôbo (reserva de la naturaleza) y volcanes. Para complementar, una gastronomía que mezcla los productos naturales del mar y la tierra con las recetas propias de la cocina portuguesa. La economía está basada en la agricultura, con el cacao como principal producto de exportación y la pesca todavía muy rudimentaria.
El país, colonia portuguesa desde que hace poco más de quinientos años comenzara a poblarse, obtuvo su independencia en julio de 1975. Fue tras el golpe de Estado del 25 de abril y la desintegración del imperio colonial que la dictadura salazarista mantenía en África y Asia con varios frentes de guerra colonial abiertos. Entonces se institucionalizó en un sistema democrático semipresidencial que, después de algunos momentos difíciles, acabó consolidándose.
El país goza de libertades, tanto de prensa como de funcionamiento del sistema. Cada cinco años se celebran elecciones presidenciales y legislativas, el presidente nombra al primer ministro y el cargo tiene que ser refrendado por la Asamblea, el parlamento unicameral. Los relevos se realizan con normalidad, la Justicia goza de independencia y los partidos de la oposición – varios – ejercen su función sin especiales problemas. Contribuye a la normalidad el carácter dialogante de los habitantes.
La historia del archipiélago es muy curiosa: sus primeros habitantes fueron un grupo de judíos sefardíes expulsados de España por los Reyes Católicos en 1493 y enviados por el rey Juan II de Portugal a colonizar aquellas tierras. El archipiélago está en el Golfo de Guinea, en pleno ecuador. La línea ecuatorial pasa por el islote de Rolas, uno los lugares más exóticos y con mayor atractivo para los visitantes que buscan bellezas naturales y fondos fotográficos desconocidos.
Casi el noventa por ciento de la población vive de la agricultura, algunos de la pesca y el resto, de los servicios centralizados en Santo Tomé, la capital (50.000 habitantes) y Príncipe, la segunda ciudad, con apenas 10.000. La industria es poco significativa. El turismo es actualmente la fuente de riqueza que ofrece mejores perspectivas de futuro. Todavía son muy pocos los visitantes: el país es poco conocido y está fuera de los circuitos turísticos.
El Gobierno, que cuenta con apoyo para su desarrollo de las Naciones Unidas, Portugal, la Unión Europea y otros organismos internacionales, intenta dinamizarlo. Pero tropieza con muchas dificultades. La primera, las comunicaciones: apenas dos vuelos semanales desde Lisboa y algunas rutas aéreas con el continente (concretamente, con Accra y Libreville) y servidas por la compañía local STP. Existen comunicaciones marítimas entre las islas e islotes. Las carreteras han mejorado, pero siguen siendo escasas y deficientes.
Otro de los problemas para el desarrollo turístico es la escasez de alojamientos. Apenas hay hoteles y pocos hostales y fondas confortables para las exigencias de los visitantes occidentales. Como contrapartida, tanto el paisaje como el ambiente de paz que se respira ofrecen el atractivo de lo que el turismo de aventura y de naturaleza brindan. Conocerlo, disfrutar su belleza y su paz merece la pena. Es algo distinto y, por desgracia, ya poco frecuente.
(*) Fotografía de Joao Maximo.