Letanía y alborozo observando las Estrellas

Releyendo artículos, entrevistas de urgencia efectuadas con ligereza desde el móvil, torpes filtraciones, crónicas encendidas post-cóctel, argumentaciones precipitadas incluso listados en los que bailan las cifras de los que estrenaron Estrella Michelín, además de todo género ‘periodístico’ que uno pueda imaginar, lo cierto es que al final se queda este servidor con tamaña emoción, emoción nítida, cristalina, sin recovecos que llega fluida cuando los ‘tuyos-as’, las PERSONAS con las que has compartido andadura, cada una en su cometido y todos con historias, se meten en la tela –en la ’piel’- de la chaquetilla acreditativa de la Michelín.
Se dice uno: ¡ahí están Safe y Aída González, Germán Ortega, Alexis Álvarez! ¡Y sus equipos de sala y cocina! La satisfacción es indescriptible por ellos y por los canarios cuando comprobamos cómo nuestra tierra marca avances, en este caso en el de la restauración que valora la Guía Roja, algo nada baladí.
Podemos ser más o menos escépticos ante premios de gran ‘pelaje’ –como es el caso-, medio o ninguno y es que las Estrellas Michelín mandan. Que se lo digan a Martín Berasategui (¡garrote!) que ya suma doce, dos de ellas en el MB del Abama (Guía de Isora, Tenerife). No me olvido, pues, de aquellos-as que mantienen, y por un montón de años ya, sus estrellas que ahora, junto a las de Gofio Madrid, Aquarela y Los Guayres (Mogán, Gran Canaria) nos llevan a disfrutar y saber valorar nueve brillos (6 en Tenerife, dos en Gran Canaria, uno en la capital de España).
Así que lo que deparó la Gala de Sevilla deja ese grato regusto tras el ‘big bang’ gastronómico. Gracias por vivirlo, a las PERSONAS (los equipos), insisto, tocadas por los astros de noviembre que tanto nos han hecho disfrutar tanto con estos logros: Erlantz Gorostiza (MB), Juan Carlos y Jonathan Padrón (María José Plasencia y Raquel Navarro, El Rincón de Juan Carlos); Francisco Relea (Kazán) y NUB (Fernanda Fuentes-Andrea Bernardi).
No me olvido del gomero Miguel Navarro, que sostiene la estrella en Es Fum en Mallorca o el gran amigo que hace años inició andadura en Kazán, el madrileño David Arauz.
Dicho esto, no vayan a creer que me voy a adentrar en un sesudo análisis. Verán, quizá sea ‘cansancio vulgar’ nada más –como cantaba Silvio Rodríguez- pero un servidor ha perdido buena parte de la expectativa cuando se prepara la gran fiesta de la gastronomía en torno a la Guía Roja.
No tiene que ver con nada específico sino ‘conmigo mismo’, observándome en el devenir de los años con el entusiasmo de escribir de forma eufórica, con más deseos que solidez, acerca de apuestas, quinielas, quién se posicionaba… Ya sólo ser invitado a las porras de 7canibales, por ejemplo, todo era entusiasmo.
Allí que ponía yo más mis esperanzas que las convicciones reales: se la va a ganar Jesús González con El Duende –en un corrillo de los Premios Diarios de Avisos, Ferrán Adriá afirmaba hace años que podía ser un dos estrellas-; la va a conseguir Germán Blanco, con su Tegala de Mácher, Lanzarote (al menos yo creía que la estaba rozando con la yema de los dedos); ¡esta vez sí va a parar a Aquarela!
Ya lo ven: confieso en este artículo, que no fui en aquellos tiempos lejanos especialmente perspicaz o pícaro, o yo que sé; apenas afinaba y muchos de los que hoy exhiben la estrella he de confesar que me cogieron por sorpresa.
Precisamente la periodista Julia Pérez Lozano, en un artículo previo a la Gala de Sevilla, aportaba un hilo conductor que puso palabras a lo que no lograba concretar: además del paso del tiempo, que quizá te va desprendiendo o diluyéndote el interés de algunas cosas para orientarlas a otra, la misma entradilla expresa esa sensación.
“Ya están aquí las estrellas Michelín 2020. Llegan cada año como antesala de la Navidad, para animar noviembre que es un mes tonto, y ponen en estado de alerta al sector de la alta gastronomía. Al de la hostelería… Puede que también, aunque su realidad esté bien alejada de este carnaval de egos e intereses en el que cada uno juega su papel: Michelín, los cocineros, los medios, las empresas patrocinadoras, las instituciones, los influencers…”.
Afirma Pérez Lozano. “La gran fiesta de la gastronomía española, dicen. ¿De verdad? Se puede afirmar esto cuando unos cuantos cocineros de primer nivel ni están ni se les espera. Los hay como Albert Adrià que no han sido invitados. ‘No sé qué les pasa conmigo, algo he debido hacer que no les ha gustado’, reflexiona Albert. Enigma luce una estrella, lo mismo que Tickets, Hoja Santa y Pakta, siendo modelos de negocio bien diferentes”.
Pérez Lozano sigue avanzando con datos y evidencias. En su momento yo me lo preguntaba con el ‘atasco’ de la Michelín respecto a cocineros con los que me une amistad y admiro: Andoni Luis Aduriz (Mugaritz, Rentería) –que se quedó con dos estrellas y creo que no acude a las Galas aunque lo inviten- o el gallego Pepe Solla (Casa Solla, Pontevedra), que cuando más sonaba para la segunda ahí quedó en una solitaria. Se preguntaba Carlos Maribona en twitter porqué no la tercera para Atrio (Cáceres). Julia menciona otros casos, como el de Pedro y Marcos Morán (Prendes, Asturias),…
Por eso reitero que si días antes al 20-N no me encontraba especialmente ávido de sensaciones o comentarios, o para dedicarme a jugar porras con los amigos-as, creo que responde a ese referido ‘cansancio vulgar’. Cansancio que, a la postre, fue zarandeado por esos tres luceros culinarios que consiguieron los nuestros (y otros con los que simpatizo por toda la geografía nacional).
Como dije de cero a 100: desde esa especie de ‘ausencia’ a la más increíble de las alegrías. Así escribía uno de los párrafos de mi información. “Léanlo en el orden que les apetezca: Álvarez, Ortega, Cruz… Ortega, Cruz, Álvarez,… Como sea, Sevilla nos ha brindado este miércoles el fulgor de del esfuerzo de paisanos perseverantes que han sumado esos tres astros a los seis que paulatinamente fueron enriqueciendo a nuestras islas con quilates culinarios. Allí sobre el escenario del Lope de Vega sevillano estaban recibiendo las chaquetillas oficiales. Los comunicadores que cubrían in situ la Gala han debido pasar un momento de emoción indescriptible.
Antes de terminar, otro aspecto que apunta y con rigor la periodista de Gastroactitud. “La discreción que caracterizaba al equipo se tornó en compadreo descarado entre inspectores y cocineros, directivos y periodistas. No creo que eso interfiera en la labor de quienes juzgan los restaurantes, pero sí empaña su imagen. Ya se sabe, la mujer del César no solo debe serlo, también parecerlo”.