Guinea Ecuatorial y el FMI

El Fondo Monetario Internacional, siempre tan cicatero en las ayudas a los países en desarrollo, se propone concederle un préstamo de 280 millones de dólares a Guinea Ecuatorial. Allí, la riqueza que proporciona el petróleo sorprende que lo haga necesario y se duda de que se emplee de forma correcta. Pero si choca el hecho del préstamo, aún chocan más las justificaciones que se dan a esta iniciativa: ayudar en los esfuerzos por reducir la desigualdad social –que evidentemente es muy grande– y ¡combatir la corrupción!
Guinea Ecuatorial es, obvio resulta recordarlo, uno de los países africanos donde la corrupción es más grave y una de las dictaduras más férreas y anquilosadas del continente. El presidente, Teodoro Obiang Nguema, lleva en el cargo cuarenta años –en el que sucedió a su tío a quien hizo fusilar–. Lejos de mostrar voluntad alguna de abandonarlo, ya tiene planificada la sucesión en la persona de su hijo, Teodorín, protagonista de grandes escándalos internacionales y colocado como vicepresidente, además de como ministro de las carteras más importantes.
Teodorín es uno de los primeros en el ranking mundial de la corrupción política. En Francia, donde poseía una mansión ostentosa con el garaje repleto de automóviles de las gamas más altas, no puede entrar porque tiene pendientes varias cuentas con la Justicia, que ya se incautó de algunos de sus bienes. Sus hermanos también participan en el reparto del botín que los ingresos del petróleo mantienen bien abastecido. No se ha explicado cómo se va a combatir la corrupción inyectándoles millones a unas arcas públicas sin control.
La noticia, apenas unas líneas en la relación de proyectos del FMI, no ha pasado inadvertida entre las oenegés internacionales que conocen muy bien lo que está ocurriendo en Guinea Ecuatorial. El dinero que proporciona el crudo –explotado por empresas norteamericanas– no llega a millares de familias que subsisten en el subdesarrollo y la pobreza. Hay sin duda otros países de África que necesitan más ese préstamo y ofrecen mayores garantías de que sería administrado con mayor rigor.
En esto coinciden las oenegés más importantes del planeta: Amnistía Internacional, Human Rights Watch y Oxfam. Todas estiman que lejos de contribuir a eliminar la corrupción, el dinero que llega de fuera es bastante probable que contribuya a incrementarla. La Administración pública guineana no garantiza que sea utilizado de forma adecuada. Los inspectores técnicos del Fondo Monetario tendrán que hacer esfuerzos extra para controlarlo.
Pero no es solo la corrupción la única razón esgrimida en la polémica que se está generando. También pesa la ausencia de democracia, la falta de libertades y, especialmente, las violaciones continuas de los derechos humanos que se cometen. La dictadura de Obiang mantiene a decenas de personas encarceladas porque son consideradas enemigas del régimen y son muchas también las que sufren torturas físicas, han sido secuestradas o han desaparecido sin dejar rastro.
Guinea Ecuatorial es un país pequeño, geográficamente disperso entre islas y continente, y con una población que apenas rebasa los seiscientos mil habitantes. Aunque la riqueza que acumulan sus reservas de petróleo es notable, el rechazo que provoca su dictadura entre los gobiernos vecinos que avanzan hacia la democracia le resta influencia en los foros y relaciones exteriores. Varios intentos de golpes de Estado y frecuentes protestas populares fracasaron ante el control que Obiang ejerce sobre las Fuerzas Armadas y la dureza con que actúa la represión ante cualquier motivo de sospecha.