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Violencia, boicot y elecciones en Camerún

Camerún, capital

El domingo 9 de febrero, cerca de siete millones de cameruneses estaban llamados a votar en las elecciones legislativas y municipales que parte de la oposición había boicoteado. Las autoridades y el partido gobernante tenían un doble interés en querer evitar la abstención y, por eso, las semanas previas a los comicios, la Comisión Electoral utilizó todos los medios a su alcance, especialmente anuncios y programas en televisión y radio, para convencer a los ciudadanos de que no se quedasen en casa.

Detrás de este interés estaba la necesidad de minimizar el impacto del boicot que el MRC de Maurice Kamto, principal partido de la oposición en Camerún, había organizado. Pero también se encontraba el deseo de demostrar que ahora la situación de seguridad en el país estaría bajo control, principalmente, en las áreas de habla inglesa. Fue en estas zonas donde se registraron las cifras más bajas de voto, entre el 5 y 15%, en las elecciones presidenciales del 7 de octubre de 2018. Pero nada más lejos de la realidad.

Desde 2016, diversas protestas en contra del intento de imponer la cultura francesa en la zona llevaron a un enfrentamiento con el Gobierno central. La represión por parte de las fuerzas de seguridad originó diversos grupos armados que luchan por la independencia de la República de Ambazonia.

En las semanas previas a las elecciones, se ha elevado la intensidad de los ataques tanto en el extremo norte como en la zona anglófona de Camerún. En esta ha habido enfrentamientos entre el ejército y los separatistas y también entre diversos grupos separatistas. Esta actividad resultó en la destrucción de aldeas y en el asesinato de civiles por la sola sospecha de pertenecer a un grupo armado o por la mera sospecha de simpatía hacia uno de ellos. Las organizaciones humanitarias hablan de que cada vez hay más civiles que se arman para defenderse de las acciones terroristas.

En definitiva, tanto los militares como los grupos separatistas comenten atrocidades y violaciones de derechos humanos. Como siempre, la población civil es la que más sufre. De hecho, las zonas rurales de estas regiones se están despoblando por la huida de sus habitantes.

Durante la campaña electoral en Camerún, los mítines del partido en el poder, el RDPC, se celebraron bajo fuertes medidas de seguridad y con la asistencia de muy escaso público. Por su parte los separatistas decretaron días de ciudades muertas desde el jueves anterior a los comicios. Se trata de una forma de protesta en la que todos los ciudadanos permanecen dentro de sus casas, sin pisar la calle.

La situación de inseguridad también se vive en el extremo norte del país. Pocos días antes de la cita electoral, Amnistía Internacional y Acción contra el hambre también alertaban de la situación alimentaria y de seguridad que se vive en esa zona, donde milicianos de Boko Haram han aumentado sus ataques contra objetivos civiles y militares. Cientos de personas se han visto obligadas a abandonar sus hogares en la zona.

Al final se han celebrado las elecciones. El gobierno asegura que todo ha sucedido con total normalidad. La oposición y los grupos separatistas afirman que sus llamados al boicot han sido un éxito. Y, en medio, los ciudadanos que ven que las disputas entre uno y otros no sirven para mejorar sus vidas.

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