Alerta en África contra el coronavirus

Personal médico en Urumchi, Xinjiang (China)
Hasta ahora apenas se han detectado casos de contagiados con el coronavirus en África, pero la preocupación se extiende por todo el continente. Todavía está muy reciente el recuerdo del ébola que dejó millares de víctimas. En casi todos los países se están adoptando medidas de precaución siguiendo las instrucciones impartidas por la Organización Mundial de la Salud (OMS) y los servicios sanitarios oficiales.
Los africanos saben que prevenir es mejor que lamentarse y en ello están, aunque, se insiste, nunca está de más algún toque de atención de los medios de comunicación recordando el riesgo que corre la humanidad entera. Hay una circunstancia importante que acentúa el peligro de contagios: en África están trabajando actualmente centenares de miles de chinos. Los acuerdos de cooperación con diferentes gobiernos han estrechado las relaciones, sobe todo, en el sector de las obras públicas.
Aunque no existen cifras oficiales, consta que hay ya muchos chinos sometidos a cuarentena y los cinturones sanitarios se polarizan en torno a fábricas y grandes obras, donde muchos nacionales comparten trabajo y convivencia cotidiana con los operarios y técnicos chinos. Los vuelos con China se están reduciendo sensiblemente y el movimiento de personas está prácticamente paralizado, lo cual genera problemas para evacuación y relevos.
También está paralizado el intercambio de mercancías. Las que llegan de China son sometidas a aislamiento y desinfecciones masivas. Las instrucciones a la población son las mismas que en Europa: lavarse las manos continuamente, evitar estornudar y desprenderse del pañuelo recién utilizado y, por supuesto, acudir al médico ante cualquier síntoma sospechoso. Los medios para responder en el caso de que se presenten enfermos se están incrementando conforme a las posibilidades.
Al igual que ocurre en otros continentes, la psicosis afecta a las relaciones con la población china, también presente en el comercio y la restauración. Pese a que es un porcentaje insignificante de afectados, teniendo en cuenta los centenares de miles de habitantes de China, el miedo existe. En África además se producen aglomeraciones en ambientes de higiene y costumbres propicias para cualquier contagio.
Y los medios médicos para evitarlo son más escasos. En algunas regiones, la pobreza, la malnutrición y la promiscuidad dificultan la aplicación de medidas profilácticas. Algunos pueblos acostumbrados a los saludos afectuosos se resisten inconscientemente a renunciar a abrazarse y darse la mano. Mientras tanto, el coronavirus está afectando a la economía y amenaza con frenar el incipiente desarrollo que se está produciendo.
Algunas industrias se resienten por la falta de equipamientos técnicos procedentes de China y otros países: también se está frenando el tráfico marítimo y aéreo. La dependencia que algunos países africanos han adquirido de China es muy grande. De momento los relevos de trabajadores chinos están paralizados y los que permanecen en África no reciben con la frecuencia ordinaria sus comidas tradicionales.
Mientras tanto, millares de africanos residentes en China, entre ellos una buena parte estudiantes universitarios, viven momentos de angustia sin poder abandonar el país y regresar con sus familiares. Muchos que están aprisionados en las ciudades más afectadas por la incomunicación que imponen los cordones preventivos piden ayuda a sus gobiernos para que, igual que han hecho los europeos, españoles, franceses o británicos, les repatrien.
Estos días pasados se celebró en Adis Abeba una cumbre de la Unidad Africana para abordar muchos asuntos importantes que finalmente quedó desdibujada y complicada por el problema que genera el peligro del coronavirus. Por primera vez, todos los participantes, empezando por los jefes de Estado y de Gobiernos, tuvieron que ser sometidos en el aeropuerto a medidas drásticas de prevención para evitar contagios.
Fotografía: GangstonTech