La receta de arenque de Danny que siempre llega a la fibra
Apetece llevar a cabo un ejercicio de percepción y describir experiencias personales que, por lo que sea, llegan a la ‘fibra’ de forma personal. Partamos pues, en este ensayo, del “uno mismo”, de un fin de semana en el que personalmente hayamos vivido con intensidad gastronómica.
En mi caso, he salido de escribir y hacer radio. El cansancio hace mella frente a un día soleado, brillante… Si me voy a casa, comeré frugal y me pondré otra vez a trabajar sin descanso, eso seguro.
Llamo a un amigo por si hace un aperitivo; no puede. Llamo a otro, imposible. Pero yo sigo en mis trece de “no ir a empantanarme” y me veo sentado, tranquilo, en un banco de la Plaza Militar. Y este “yo” (“usted” que lee esto) me dice: “¡Un tartar de arenque de Danny Nielsen y un aquavit (destilado danés)!”.
Eso es. Después de la revelación, alcanzo el Callejón del Combate santacrucero. Ahí está uno, solitario, tranquilo y sin distorsiones; tras el saludo a Danny, ajetreado en esa magnífica cocina a la vista, informo de mi objetivo: saborear la especialidad mencionada por la placidez del instante.
Sobreviene el caudal de matices gustativos gratos. Qué buena sensación la atención de la sala: una caña helada de Heineken, pan de crista”, rayitos de sol vivificantes… Yo y mis grandes ideas. Danny trae a la mesa la tosta de foie-anguila ahumada, manzana y esferificaciones de malvasía.
El momento justo, el lugar perfecto; el ir y venir de la gente por el callejón. Apuro otro trago largo de cerveza (Star Serve, sin duda). Voy muy lento; muy muy lento; la slow-food a mi lado sería un fórmula 1. Aprecio cada bocado y voy multiplicando la placidez de dar con teclas culinarias vivificantes.
Por fin, el tartar de arenque sobre su pan de centeno y el aquavit dorado. ¡Esto cada vez está mejor!
El líquido nórdico y ámbar rezuma cosas buenas en mi nariz, en mi paladar.
Tartar de Arenque
Por supuesto, el queso; por supuesto, el oporto Nietpoort Tawny, que me ha hecho recordar los reflejos dorados del Douro, visto desde Gaia. Salgo nuevo, a lo mejor un poco “más yo”. Buscaba a alguien que me acompañara y en el restaurante Nielsen, en su terraza, por un rato me encontré conmigo. Listo para escribir algo libre. Esto que han leído.
