Opinión

Entre Maduro y el coronavirus

Miranda Martínez teme la llegada del coronavirus a Caracas

Aracelys tenía ya 40 semanas de embarazo. Se había preparado para un parto normal. Sin embargo, no iniciaba trabajo de parto. Con la semana 41 de gestación comienzan las molestias y bota el tapón mucoso. El trabajo de parto había comenzado y se dirigió a una clínica del este, donde ya había acordado con su obstetra. Aunque las cosas se complicaron cuando el doctor observa meconio e indica cesárea de emergencia.

El presupuesto de Aracelys no cubría la cesárea, ya que pasaba los cuatro mil dólares. La llevaron de emergencia al Hospital Clínico Universitario donde no la recibieron por falta de insumos; luego, a la Maternidad Concepción Palacios donde se repitió la misma excusa. Finalmente la ingresaron en el Hospital Militar Carlos Arvelo y, tras varias horas de espera, informaron de que la bebé nació bien y que la madre se encuentra en observación, recuperándose de la anestesia.

Aracelys se quejaba de dolor de cabeza. Le dieron de alta, pero a los pocos días tuvo que regresar al hospital porque tuvo episodios de malestar, pérdida de la conciencia y actos incoherentes. Le hicieron una serie de exámenes y la ingresaron de nuevo. Al día siguiente Aracelys falleció. El informe médico indicaba “meningitis”. Presuntamente se infectó en el pabellón médico cuando le aplicaron la epidural. Su bebé quedó huérfana. Su madre y su esposo destrozados. ¿Quién es el responsable de esta muerte? ¿Quién debe garantizar el derecho a la salud? ¿Quién debe velar por la correcta distribución de insumos médicos en los hospitales del país?

Y justo ahora tenemos encima el coronavirus, que tiene más de 81 mil contagios en 46 países y solo en China (potencia mundial) ha acabado con la vida de más de 2.700 personas. Pienso en Aracelys y en todos los venezolanos que han muerto por el terrible deterioro del sistema de salud pública. Aunque aquí las “cifras oficiales” son muy pocas: en el año 2016 el Ministerio para la Salud reveló que la mortalidad materna había aumentado un 65%. La malaria, que había sido casi superada en el país, pasó de 36 mil casos en 2009 a más de 400 mil en 2017 y en el 2019 la cifra se acercó al millón de contagiados. Si Aracelys tuvo un embarazo normal y terminó contagiada con una bacteria en un pabellón por mala praxis médica, ¿qué puede esperar cualquier mortal que sea contagiado con el coronavirus y deba asistir a algún centro médico en Venezuela para tratarse?

Es evidente que Venezuela no está preparada para enfrentar ninguna epidemia; de hecho, su sistema de prevención epidemiológico no funciona. El incompetente sistema de salud se encuentra desarmado hasta para atender una cesárea. Esto sin contar con el desabastecimiento de medicinas y la debilidad del sistema inmune de los venezolanos ante la alimentación poco balanceada y casi sin proteínas. El ministro para la Salud dijo que en Venezuela no había presencia del virus y que estábamos preparados para enfrentarlo.

Hace una semana llegaron kits para el diagnóstico del COVID-19. Tras la confirmación del primer caso del virus en Brasil (aquí al lado), las autoridades sanitarias reforzaron el sistema de vigilancia epidemiológica en los aeropuertos y puertos del país. Pese a ello, a una le cuesta confiar en lo que diga cualquier “autoridad” del régimen.

El gobierno venezolano instruyó a sus medios para no “alarmar” sobre el coronavirus, para que la población no se atemorice. Así que no solo no estamos preparados para el coronavirus, sino que tampoco estamos informados para no “preocuparnos” antes de tiempo. Se me hiela la sangre solo de imaginar que llegue el coronavirus a Caracas, donde la crisis del transporte hace viajar a miles de caraqueños a diario, casi unos encima de otros en el metro de Caracas, donde no cabe ni un alfiler. La transmisión sería automática y de pronóstico reservado.

Pero los venezolanos en Carnaval se disfrazaron, viajaron a la playa, bailaron y bebieron, como si nada. Como si ese tal COVID-19 no fuese mayor que el coronavirus caribeño de bigotes que padecemos desde hace ya seis años.

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