África se desangra por los flujos financieros ilícitos

Entre 1980 y 2018, África subsahariana recibió casi 2 billones de dólares en Inversión Extranjera Directa (IED) y Ayuda Oficial para el Desarrollo (AOD). Sin embargo, en el mismo periodo, 1 billón de dólares salió de la región debido a lo que se conoce como flujos financieros ilícitos. Esto es, dinero adquirido ilícitamente y canalizado fuera del continente.
Evidentemente, esto supone un gran desafío para el desarrollo de la zona, ya que elimina recursos internos que son cruciales para el crecimiento del continente. Esta evidencia se encuentra en un informe de Brookings Institution titulado Illicit Financial Flows in Africa: Drivers, Destinations, and Policy Options.
Con el concepto de “flujos financieros ilícitos” se hace referencia a las corrientes de dinero ganado, transferido o utilizado que salen de una nación. En principio, este dinero desaparece de cualquier registro del país de origen y sus ganancias tampoco regresan a él. No hay que confundirlo con la fuga de capitales. Dentro de esta categoría se pueden incluir la evasión de impuestos, el narcotráfico, el contrabando de marfil y especies protegidas, el tráfico de personas, la caza furtiva, la pesca ilegal, el robo de petróleo o la piratería, entre otras actividades. Normalmente, ese dinero termina en paraísos fiscales, aunque en los últimos años se ha descubierto que mucho acaba en países asiáticos o de Oriente medio.
Sudáfrica, República Democrática del Congo, Etiopía y Nigeria emiten más del 50% del total de flujos financieros ilícitos de África subsahariana, según el informe. Mucho tienen que ver los recursos naturales. Las industrias extractivas son especialmente propensas a los flujos ilícitos de capitales. Entre los 10 principales emisores, nueve países atribuyen una parte significativa a los productos mineros (Sudáfrica, República Democrática del Congo, Botsuana y Zambia) y otros al petróleo y al gas (Nigeria, República del Congo, Angola, Sudán y Camerún).
Otra de las afirmaciones del documento es que también el comercio se ve afectado por esta plaga y cuanto menor sea el país, más alto el porcentaje. Así, en Santo Tomé y Príncipe y en Sierra Leona los flujos financieros ilícitos superan más del 50% de todo el comercio que se lleva a cabo en las dos naciones.
Los datos son realmente alarmantes, aunque la buena noticia es que los flujos empiezan a decaer ligeramente, una tendencia que se espera continúe en los próximos años en la medida en que los países de África subsahariana cada vez tomen más medidas para luchar contra ellos.
En 2028, la salida ilícita de capitales procedentes de industrias extractivas representó el 5% del PIB de la región, frente al 8% de 2010 y 2008. También decaen los que provienen del comercio desde el 14% en 2008 al 11% en 2018, según constata el informe.
Sin embargo, no hay que olvidar, dice el documento, que la mayoría de los países africanos carecen de los recursos y las capacidades para detener el tráfico financiero ilícito. Por lo tanto, la reducción es muy desigual y depende, no solo de la voluntad de los gobiernos locales, también de su capacidad. Por ello, la colaboración de los países más fuertes en la escena mundial es imprescindible para terminar con esta lacra.