COVID-19: Golpe a la economía africana

África es el continente más indefenso ante la amenaza del coronavirus. Aunque dada su extensión y población la incidencia de la pandemia es menor que en Europa, Asia y América, el peligro de expansión que supone está presente ya en la mayor parte de los países y su línea de contagiados y víctimas está ascendiendo de un día para otro. La gravedad de la amenaza ha sido anticipada por la Organización Mundial de la Salud, por la ONU y por numerosos analistas que contemplan otras variantes del problema que a veces pasan más inadvertidas.
Una, la más denunciada, es la escasez de medios sanitarios con que cuentan muchos países. Aunque algunos, como Liberia o RDC, tienen experiencias recientes en la lucha contra el ébola, carecen de los suficientes profesionales y equipamientos técnicos para responder al problema, que ha cogido por sorpresa a prácticamente todo el planeta. A la hora de aplicar las medidas drásticas de confinamiento que están en vigor en los países europeos, tropiezan con más dificultades, como la fragilidad de muchas viviendas o el cierre de las fronteras.
La escasez de alimentos, que se empieza a sentir ya. Mantener algunas fronteras cerradas por las que entran y salen productos de primera necesidad implica condenar al hambre a las familias. Son muy pocos los países autosuficientes para sobrevivir varios meses, incluso semanas. Muchos de estos productos, empezando por alimentos, proceden incluso de Europa y circulan en camiones desde los puertos donde desembarcan a través de varios países. Y la escasez y la perspectiva de que la pandemia vaya en aumento ya está creando otros problemas.
Previendo el desabastecimiento, las familias con recursos están acaparando grandes reservas, lo cual, además de dejar los supermercados vacíos, está generando un movimiento especulativo que pone los precios fuera del alcance de una buena parte de las familias. A esto hay que añadir la caída de algunos recursos, empezando por las exportaciones, pasando por la cotización del petróleo, base de la economía de países como Angola, Argelia, Gabón, Guinea Ecuatorial, etcétera, y terminando por el turismo.
El turismo empezaba a ser la fuente de riqueza emergente. África ya era un destino de millones de personas atraídas por sus atractivos naturales, el interés que despiertan sus culturas milenarias y la hospitalidad con que son recibidos. Y la previsión era que la cifra de visitantes aumentase en la próxima temporada. Pero esa previsión se está esfumando. Las agencias no venden paquetes para ninguna parte; los hoteles, lejos de estar recibiendo reservas, lo que reciben son cancelaciones de las ya existentes.
Existe un tercer factor que agrava más si cabe las perspectivas: se trata de la huida de capitales. Los acaudalados están sacando dinero de sus países para ponerlo a mejor recaudo en Europa, América y paraísos fiscales. El sentido patriótico y social del dinero no cambia en función de la geografía. Los acaudalados africanos demuestran además la ventaja de tener una gran capacidad de previsión. Ya en enero, mucho antes de que el coronavirus surgiese como una amenaza, comenzó la evasión.
La Unidad Africana, la organización supranacional que agrupa a todos los países del continente, tanto árabes como subsaharianos, no tiene la capacidad económica de otras organizaciones regionales, como la Unión Europa, para responder en conjunto ante una catástrofe de esta magnitud. Pero África está ahí, aportando mucho y reclamando con justicia la solidaridad internacional. El resto del mundo, y particularmente los países más ricos y desarrollados, no puede hacer oídos sordos a la demanda de colaboración ante la pandemia que África reclama.
(*) Fotografía de portada: Banco Central de Nigeria. Autor: GodwinPaya.