El tiempo de lo comunitario

La actual situación excepcional e inédita para la mayor parte del conjunto social está significando y supondrá un desafío en toda regla para nuestras estructuras económicas, sociales e institucionales, con evidentes implicaciones en todas las esferas de la realidad cotidiana que compartimos. Ha venido, además, a cuestionar nuestra propia capacidad para hacer frente de manera conjunta a circunstancias extraordinarias, porque hemos dejado debilitar extremadamente los vínculos y el marco comunitario en el que nos desenvolvemos. El motor comunitario lleva tiempo gripado por falta de cuidados y mantenimiento preventivo; y eso se refleja en la búsqueda permanente de soluciones individuales a procesos que requieren salidas colectivas.
Se va imponiendo el lema de que “juntos lo resolveremos”, pero está claro que juntos no lo hemos sabido evitar. El tema es que ya no estamos juntos, y, desde hace mucho tiempo, en cada vez más lugares; al contrario, nos encontramos muy separados y aislados de todo y de todos. De hecho, un mal planteamiento en la forma de resolver esta nueva y profunda crisis reforzará las estrategias individuales, porque de aquí saldremos procurando asegurar nuestra autoprotección futura, con el peligro de separarnos todavía más. Buscaremos certidumbres en lo individual y familiar y aprovecharemos todo lo posible las colectivas que puedan robustecer las particulares.
Por eso, cuando decimos que “juntos lo resolveremos”, debemos ahondar en su significado más comunitario y eso empieza por atender a nuestra realidad más próxima, nuestro residencial, nuestra calle o nuestro barrio o pueblo. Todo lo colectivo será fundamental, esencial, incluso crítico en determinados territorios y momentos.
Existe el peligro real —evidente ya— de que se agraven las desigualdades sociales y que más personas, familias y territorios se sitúen en circunstancias de elevada fragilidad y vulnerabilidad, extrema en determinados casos y ámbitos. Y es que, parece que lo institucional no será suficiente, no podrá llegar a cubrir todo lo necesario y solo una respuesta comunitaria integrada podrá hacer frente a la entera dimensión de la nueva situación: el plus imprescindible de la certera recuperación, combinando respuestas urgentes y a corto plazo con la formulación de estrategias a medio y largo plazo, que nos permitan trazar el camino que debe ser recorrido, consolidar los avances y prepararnos para futuros desafíos.
De hecho, muchas soluciones van a tener que pasar por generar nuevas formas de organizarse en la escala local, re-sintonizando con nuestro entorno socioterritorial a través del restablecimiento de relaciones conscientes que nos permitan la comprensión de su renovada complejidad. Cabe aportar aquí la experiencia de los grupos de acción local, que han funcionado con éxito en el pasado, conjugando la intervención del panel de actores púbicos y privados que están presentes en un territorio determinado desde el enfoque del desarrollo local participativo.
No cabe otra salida desde mi perspectiva y experiencia de trabajo en pueblos y barrios: o se organizan o se mueren, literalmente. Puede ser de manera autónoma, o mejor, mediante iniciativas acompañadas por las instituciones, canalizando recursos que las puedan facilitar y hacer sostenibles en el tiempo.
Por tanto, será fundamental conferir una visión comunitaria a las iniciativas que se impulsen, dado que, si no se trabaja con la base social en sentido amplio y en el contexto local, lo vamos a tener muy complicado para remontar e incluir a todas las personas, enfrentando así la enorme complejidad existente en cuanto a dificultades de todo tipo que se van a tener que superar.
Todo un reto, pleno además de incertidumbres. Pero también de certezas y pilares básicos: sectores con amplia trayectoria y saber hacer, como el educativo, el sanitario o el asistencial, a los que tenemos que añadir los recursos y estrategias de empleo, empleabilidad y emprendimiento, entre otros, llamados todos a desempeñar un papel fundamental en la articulación de respuestas eficaces ante la crisis. Será esencial cuidar a sus profesionales, otra tarea colectiva de especial importancia.
Otro reto será demostrar que los procesos comunitarios pueden ser parte fundamental y contribuir eficazmente a la construcción de soluciones colectivas, superado el contexto desfavorable de una sociedad poco acostumbrada a pensar conjuntamente y a actuar de manera colaborativa. Procesos comunitarios ajustados a la nueva configuración socioterritorial en cada lugar, porque muchas cosas habrán cambiado y será el momento de observar su capacidad de adaptación a realidades sensiblemente diferentes, con necesidades y posibilidades también particulares.
Procesos que afiancen estrategias inclusivas, puesto que todos y todas vamos a ser imprescindibles para salir y avanzar, y además, con el convencimiento de que “nadie debe quedarse atrás”. Tenemos la obligación entonces de comprometernos y aportar hasta donde podamos hacerlo, individual y colectivamente, siendo básico que encontremos las vías para ello. Cultivando además un enfoque intergeneracional, incorporando desde los más pequeños hasta las personas mayores, las familias en su conjunto y en su amplia diversidad, aprovechando asimismo que el confinamiento ha contribuido a estrechar las relaciones sociales y hay muchas personas de todas las edades dispuestas a ser parte de la solución. Y tal vez del cambio.
También será un mayúsculo desafío demostrar que la clave de proceso es fundamental y que determinadas soluciones requerirán sus propios tiempos; periodos todavía inciertos en los que la organización de la comunidad a medio y largo plazo será esencial para completar y complementar las respuestas que puedan venir de las instituciones, como ya se ha indicado, sumando a nuevos actores estratégicos, como el empresarial, asimismo disminuido por la coyuntura de crisis. Etapas en las que cualquier incidencia puede producir nuevas incertidumbres y hasta conflictos, en los que habrá que intervenir y mediar, para canalizar la frustración y la energía existente hacia la resolución de las situaciones más complejas.
Y como pieza clave de este nuevo tiempo, los equipos comunitarios están llamados a ser esenciales para visibilizar la bondad y utilidad de los procesos y orientarlos hacia los aspectos críticos en cada lugar. Catalizadores de las fórmulas organizativas que atiendan a la renovada complejidad que ya se está conformando en cada territorio. Ante la eventualidad de que se puedan sumar más efectivos a los recursos sectoriales ya existentes, particularmente en aquellos ámbitos con más carencias, es el momento de resaltar la imperiosa necesidad de contar también con profesionales inespecíficos que aborden, sobre todo, aspectos de las dimensiones relacionales y organizativas, expertos/as asimismo en la identificación de contextos de potencial generación de conflictos para reconvertirlos en esferas de oportunidad ante la adversidad.
Y en perspectiva intercultural, será imprescindible que se ahonde en el trabajo comunitario para visibilizar las ventajas de la diversidad en una coyuntura en la que se puede llegar a concebir como un lastre para la mejora colectiva. En este sentido, cabe resaltar la capacidad de resiliencia y la experiencia que pueden aportar ahora muchas personas, familias y grupos humanos que han atravesado situaciones críticas antes de sumarse a sus nuevos lugares de residencia. Toda experiencia compartida en circunstancias parecidas puede ser de la máxima utilidad para formular respuestas ya experimentadas en otros territorios y en momentos diferentes. También suman otras trayectorias y perspectivas vitales en el más que necesario encuentro ciudadano.
Cabe activar las estructuras participativas existentes o crear las necesarias, porque las urgencias en la toma de decisiones no deben producir la exclusión de todas aquellas personas y organizaciones que puedan y deseen contribuir. Ahora más que nunca es esencial el encuentro, la reflexión conjunta, la identificación de recursos y medios, la formulación de propuestas viables, el establecimiento de prioridades consensuadas, etc. Es capital entonces aunar esfuerzos y coordinar acciones, siempre sumando. Y disponemos del marco institucional y los instrumentos para provocar esa concurrencia, que enriquecerá la definición de estrategias y contribuirá a la identificación de cuestiones críticas sobre las que poder decidir e incidir.
Oportunidad asimismo para incorporar el tejido asociativo, amplio y diverso, potencial catalizador de procesos transformadores en el marco local, alineándolo con las nuevas necesidades y retos. Sobran protagonismos innecesarios y posibles desencuentros pasados; ahora se requiere unidad de acción y respuesta coral, puesto que el aporte que se puede realizar a la mejora de la organización de las comunidades puede ser enormemente significativo. Momento clave, además, para actualizar las organizaciones sociales —en particular las vecinales— y orientar sus fines hacia el impulso de estrategias operativas de desarrollo comunitario.
Será crucial aprovechar la iniciativa vecinal actual para aquilatar el entusiasmo social que se ha vinculado con el desarrollo de estrategias de solidaridad, importante además en la recuperación de las claves comunitarias, canalizándolo hacia las estructuras existentes de voluntariado y acción social, que pueden experimentar una importante renovación y aporte significativo por parte de la ciudadanía más comprometida. Solidaridad y voluntariado suponen, sin duda, dos elementos básicos en el proceso de revitalización socioterritorial.
Y si cada persona y cada profesional son y serán fundamentales para la recuperación, cabe atender a la imprescindible actuación de nuestros representantes políticos. Diálogo permanente y búsqueda de respuestas altamente consensuadas, siendo todos y todas también esenciales desde el lugar que les ha tocado ocupar y ocuparán en el tiempo futuro. Su desenvolvimiento será clave para generar más confianza o más incertidumbre, más optimismo o más pesimismo, más soluciones o más obstáculos.
Etapa crítica también para ellos y para ellas. Adecuado momento para que, desde las posibilidades que ofrece la democracia representativa, progresen en la consideración social que merece su crucial papel en la toma de decisiones, aprovechando asimismo la oportunidad para transitar hacia contextos más fructíferos de democracia participativa. Es vital que abran de manera definitiva y sin temores su gestión a la participación.
Entre sus cometidos más apremiantes se encuentra lograr la imprescindible agilidad de las administraciones, para superar los habituales obstáculos de un engranaje a menudo bastante burocratizado e ineficaz, incapaz en muchas ocasiones de producir respuestas efectivas en el corto plazo. Toca avanzar encontrando fórmulas más operativas que produzcan la mejor gestión y aplicación de los recursos públicos. Eso requiere mayor diálogo y acciones conjuntas y concertadas entre áreas, trabajo colaborativo entre departamentos de la Administración con perspectiva multinivel, y, sobre todo, con visión comunitaria, pegada a la realidad, saliendo al encuentro de las dificultades existentes en cada territorio. No interesan incomprensibles segmentaciones, sino integraciones eficaces.
Y para activar respuestas coherentes y viables en el corto plazo, cabe aprovechar la experiencia de iniciativas, proyectos y procesos que pueden resultar inspiradores, atendiendo sobre todo a lo que ha venido funcionando y se conoce. Identificar, estructurar y aplicar de modo adecuado el conocimiento, las herramientas y métodos que pueden ser útiles para afrontar las diversas situaciones que se deben atender. Llamada al aporte que puedan realizar las universidades y otros centros de producción de conocimiento, como núcleos de acción a través del pensamiento, la experimentación, el intercambio y la transferencia de respuestas innovadoras. Y, en este mismo contexto, debemos atender a registrar y organizar los aprendizajes producidos, esenciales para el futuro más o menos inmediato.
Los medios de comunicación social pueden realizar una contribución sobresaliente en esta nueva etapa, aproximándose más a la ciudadanía y a su realidad cotidiana, fijando su atención y difundiendo las dinámicas más exitosas con efecto demostrativo que puedan ser inspiradoras, visibilizando las iniciativas colectivas y estimulando la acción comunitaria. Las redes sociales también pueden ser fundamentales, siempre que, efectivamente, se pongan al servicio de la re-construcción y canalicen la energía social hacia la esfera de las soluciones, alentando además la participación, la solidaridad y la creatividad a todos los niveles.
Finalmente, parece un momento oportuno para reformular colectivamente situaciones y contextos anteriores poco favorables o propicios, incorporando novedades a la gestión de nuestra realidad común, asumiendo cierta capacidad de renovación y hasta de riesgo, aunque tardaremos tiempo en perder los miedos y las prevenciones actuales. Éstas pueden habernos hecho todavía más conservadores en la toma de decisiones y en el impulso de iniciativas que efectivamente contribuyan al cambio preciso: el que nos permita transitar de una sociedad cada vez más anclada en lo individual, particular y sectorial, introvertida, aislada y dependiente en buena medida de las instituciones y el vaivén económico, hacia otra caracterizada por la recuperación de las coordenadas comunitarias.
Y es que, lo comunitario, aparte de producir mayores satisfacciones vitales por asentarse en enriquecedoras relaciones sociales, genera redes y estrategias que nos capacitan mucho mejor para hacer frente a desafíos cada vez más exigentes. Y parece que el actual no será el único que está por llegar ante los graves problemas que padece el planeta, producto de las consecuencias más desfavorables del modelo socioeconómico que hemos ido adoptando. Solo respondiendo como comunidad tendremos posibilidades ciertas de encararlos, siendo incluso más resilientes. Y siendo capaces también, en una clave más optimista, de atenuar su amplificación. ¿Nos damos una oportunidad?
En el recuerdo de Marco Marchioni, querido maestro (1937-2020): “De lo personal a lo colectivo; de lo particular a lo general; de lo sectorial a lo global”.
Imagen: Grupo Comunitario de Ciudadanía en la Escuela Abierta de Verano ‘Yo soy Taco’ 2019 (Proyecto ICI Taco).
(*) Vicente Zapata es geógrafo y profesor titular de la Universidad de La Laguna, director del Observatorio de la Inmigración de Tenerife y de diversos proyectos de innovación social. Emprendedor social de la Red Impulsores del Cambio promovida por la Fundación Ashoka.