Ejercitando las neuronas X

Para encarar un nuevo fin de semana de confinamiento, proponemos estos cinco retos. Nuevos desafíos de gimnasia mental para mantener en forma nuestras neuronas.
1.- Poesía numérica
Yo sé que dos son tres
como tres es cuatro, es cierto
como cuatro es cinco advierto
y en cinco, cinco veis.
Si acaso no lo entendéis
razonad de varios modos
veréis que son cinco todos
como dos y dos son seis.
¿Cómo se explican tantos aparentes disparates?
2.- Un solitario entretenido con tablero fácil de conseguir
Su nombre indica que es un juego para jugarlo de manera individual. Como tiene un tablero fácil de hacer, si varios quieren jugar, lo que se puede hacer es preparar un tablero para cada uno y que jueguen al mismo tiempo cada uno en su tablero.
¿Qué se necesita para hacer el tablero? 14 fichas que pueden ser chapas de botellas de refrescos o cervezas, tapas de botellas de agua, botones, monedas, etc., y preparar el tablero que está en la figura. Aunque los números no son imprescindibles para jugar, conviene ponerlos por lo que luego les diremos.
¿Cómo se juega? Se les va a indicar a continuación cómo han de colocar las 14 chapas para empezar a jugar, lo que quiere decir que quedará libre uno de los 15 sitios. Pues bien, en la instrucción se indica también dónde debe quedar la última chapa. Una vez colocadas las chapas como se indique, se juega como en el juego de las damas; es decir, se toma una chapa, se pasa por encima de otra hacia un sitio libre y aquella sobre la que se pasa se saca del tablero.
Por ejemplo, en el tablero de la fotografía se puede empezar tomando la chapa que está en el lugar 6, se pasa por encima de la que está en el lugar 3 y se coloca en el sitio 1 que está libre. También se podría haber empezado tomando la 4 y pasando sobre la 2 hacia el sitio 1. En este caso, se saca la chapa 2 del tablero. ¿Entendido?
Ahora se van a indicar cuatro posiciones de partida distintas y juéguelas una a una. Cuando lo haya conseguido, anote las jugadas para que compruebe si lo ha hecho bien cuando les demos la solución. Una forma de anotar la jugada es escribir el número de partida y el de llegada. Así, por ejemplo, en el párrafo anterior se hicieron las jugadas (6,1) y (4,1).
Situaciones de partida:
1.- Dejar libre la 1 y que la última quede en esa misma posición (es la que figura en la foto).
2.- Dejar libre la 6 y que la última quede en la 6.
3.- Dejar libre la 5 y que la última quede en el 13.
4.- Dejar libre la 4 y que la última quede en la 4.
¡¡A jugar!!
3.- La escalera de Jaimito
Resulta que la casa en la que vive Jaimito es de pisos y no tiene ascensor. Y como es tan desinquieto dijo el otro día que sube los escalones de 2 en 2 y los baja de 3 en 3. Un dato importante que aporta es que ha dicho que si sube y baja en esas condiciones, entonces da un total de 100 saltos y el reto que plantea a sus amigos y a ustedes es:
¿Cuántos escalones hay que subir para llegar a su casa pero subiéndolos de uno en uno?
4.- Descubrir el truco y practicar con alguien
Seguir las siguientes instrucciones. Ayúdese con una calculadora, si quiere.
– Escriba un número de 4 dígitos.
– Añádale un cero al final.
– Con una calculadora, réstele el número inicial.
– Tache una de las cifras del resultado.
– Díganos las cifras que le han quedado en el orden que quiera y le diremos la que ha tachado.
5.- De lo que aconteció con el joven Gondomar y su justicia con los números
(Luis Balbuena Castellano, Cuentos del cero, Edit. Nivola)
Cuando don Quijote y Sancho llegaron, oyeron voces altas en medio de una discusión. No podían distinguir de qué se trataba porque todos hablaban al mismo tiempo.
– Escucha, Sancho; he aquí un ejemplo de lo que te he dicho que no se debe hacer. No es bueno que todos hablen alto y, además, al mismo tiempo porque todos hablan y ninguno escucha y sin escuchar no se puede responder. Sin duda alguna estamos ante una aventura; a los caballeros nos está encomendado poner paz donde reine la diabólica Discordia.
– Es cierto, señor, mas espero que de esta nueva aventura no acabe molido y con alguna costilla astillada como suele ser costumbre –respondió Sancho.
Se acercaron a donde estaba el grupo y vieron que eran tres. Dos llevaban ropas de pastor mientras que el tercero, el más joven, quizá de menos de veinte, parecía de alta condición. Don Quijote se colocó en medio y les dijo alzando la voz:
– ¿Qué es lo que os hace discutir con tanto acaloramiento? Os ruego que me expliquéis las razones para dar la solución que me inspire la Ley de la Caballería que profeso.
– Honorable caballero –contestó el joven–, me llamo Gondomar de Sotomayor, hijo del Conde del Encinar. Ayer salí de cacería con mis amigos. Al atardecer divisé el más hermoso ejemplar de jabalí que jamás había visto. No me lo pensé dos veces y salí tras de él, solo y con el deseo de darle pronta cacería. Pero el animal desapareció a pesar de mi frenética persecución. Me di por vencido y decidí regresar. Ya era tarde y el negro manto de la noche tapaba hasta los árboles que estaban cerca porque la luna no le acompañaba. Estuve vagando toda la noche dando gritos por si me escuchaba alguien. Todo en vano. En algún momento debí quedarme dormido porque lo siguiente que recuerdo es el instante en que estos dos pastores me despertaron bien entrada la mañana.
– ¡Señor Sotomayor! –le interrumpió don Quijote–, ahórrese tantas explicaciones y dígame cuál es el motivo por el que antes chillaban para yo poder actuar.
– A eso iba ahora y espero que vuestra merced me ayude a traer la paz que existía entre estos dos hermanos, y que, al parecer, yo he interrumpido. Les pregunté dónde estaba y qué tendría que hacer para volver a mi casa. Me dijeron que estaba muy lejos, que tardaría mucho tiempo en regresar y me aconsejaron que permaneciese con ellos hoy y que mañana, al alba, partiera hacia el castillo de mi padre que ellos conocen.
– Le insisto: abrevie y cuente la razón de la disputa –reclamó don Quijote ligeramente molesto por tantas explicaciones que él consideraba innecesarias.
Sancho seguía el relato con interés e intrigado por conocer también qué había pasado allí. El joven continuó:
– Voy a explicárselo a usted inmediatamente, mi improvisado juez. Es el caso que pedí a los hermanos algo para comer porque estaba ciertamente hambriento con tantas horas sin llevarme nada a la boca. Uno de ellos, Mercenio, me dijo, después de mirar su morral, que le quedaban cinco panes y el otro, Blasón, que tres. Estupendo, les dije, hay suficiente para todos. Se pusieron los panes sobre una piel de cordero y empezamos a comer mientras yo les contaba lo que me había pasado. Cuando acabamos me di cuenta de que debía ser generoso con estos hermanos que tan bien me habían acogido y les dije:
– Amigos, no he puesto nada para comer y, como me siento tan agradecido, les voy a repartir entre ustedes los ocho escudos que llevo en mi bolsa.
Y así lo hice, a Blasón le di un escudo y a Mercenio, siete.
– ¡Pero eso es una barbaridad y una injusticia! –interrumpió Sancho de manera impulsiva y acalorada–. ¡Menos mal que mi señor intervendrá! Yo no sé leer ni mucho de cuentas pero es evidente que si Mercenio puso cinco panes, entonces le corresponden cinco escudos, mientras que a Blasón le debe dar vuestra merced los tres escudos restantes porque ese es el número de panes que aportó a la comida. ¿Cómo se le ocurre ese reparto tan injusto?
– Esa es, señor escudero y señor caballero –dijo Gondomar– la razón de esta discusión que manteníamos porque no consideran justo este criterio mío de reparto.
– Sancho, amigo –intervino don Quijote– la justicia está muy relacionada con los números. Has de saber que un reparto equitativo siempre será justo porque la equidad es una base de la justicia. Son los hombres que hacen las leyes los que a veces favorecen a quien no deben porque olvidan ese principio. Si un reparto se hace de acuerdo con las leyes que emanan de los números, ningún juez debe violentarlo porque no hará justicia. Creo que debemos escuchar a este joven para que nos explique cuál es la suprema razón que le ha llevado a hacer este reparto tan descompensado en apariencia antes de yo decidir si debo apoyar o no su reparto.
Y hasta aquí puede leer hoy la historia. Ahora debe pensar qué razonamiento debió hacer el joven para convencer a don Quijote y, sobre todo a Sancho, de que ese reparto es el justo.
Curiosidad
Alejandría
Se trata de una ciudad que existe en el norte de Egipto, a orillas del Mediterráneo. Fue fundada por Alejandro Magno en el año 332 a. C., de ahí su nombre. Cuando Alejandro muere, sus generales se distribuyen el imperio que él creó y es Ptolomeo el que se convierte en el gobernante de Egipto. Los primeros de esta dinastía trataron de convertir a la ciudad de Alejandría en lo que, posiblemente, su fundador habría querido: el foco cultural de su imperio.
Las dos instituciones que más brillaron y en las que se basó su esplendor fueron el Museo y la Biblioteca. El primero fue realmente un gran centro de investigación. No existía una enseñanza más o menos reglada, sino que los sabios de las distintas parcelas trabajaban con jóvenes interesados en aprender y en continuar avanzando en los conocimientos que recibían de sus maestros.
La Biblioteca fue la más importante de la antigüedad. Aunque sufrió muchos avatares hasta su definitiva destrucción, parece que llegó a tener depositados hasta 700000 rollos, pero algunos conteniendo más de una obra. No obstante, conviene aclarar que se dispone de muy pocos datos fiables. Tampoco se sabe exactamente cuándo se destruyó, pues se supone que fue entre los siglos III y IV d. C. Algunos lo concretan en el año 273.
Uno de los personajes que brilló en esta ciudad fue Euclides (325-265 a.C.), el autor de Los Elementos, una de las obras más importantes de la historia de la ciencia…
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