Jóvenes, paro y malestar social

Todo el mundo sabe que el continente africano cuenta con la población más joven del planeta. Sin embargo, a esos jóvenes les resulta muy difícil encontrar buenos trabajos en sus propios países. Las tasas de paro son muy altas y esto genera un gran malestar social. Suman 800 millones de personas menores de 25 años, lo que representa el 62% de la población total de África. El porcentaje más alto de todo el mundo: en Asia y América latina, el mismo grupo de edad supone alrededor del 40% de la población y en Europa y América del norte, solo cerca del 25%.
El crecimiento de la población sigue una línea ascendente en la mayoría de los países al sur del Sáhara, mientras que las previsiones mundiales hablan de una bomba demográfica africana. De los nueve países que concentran la mitad del crecimiento poblacional de aquí a 2050, cinco son africanos: Nigeria, República Democrática del Congo, Etiopía, Tanzania y Uganda. Otros como Angola, Burundi, Níger, Somalia Zambia y también Tanzania multiplicarán, como mínimo, por cinco el número de sus ciudadanos. Es decir, para 2050, los 1.256 millones de africanos que hay en la actualidad serán el doble. África acapara casi la mitad del crecimiento de la población mundial.
Detrás de esta tendencia se encuentran las tradiciones de bastantes países que propician el nacimiento de muchos niños y la disminución de la mortalidad infantil en casi todos los países del continente.
Si no se producen grandes cambios estructurales en el sistema económico internacional y la gobernanza de los países africanos, los expertos piensan que este crecimiento más que una ventaja para el continente puede ser un lastre y desembocar en revueltas sociales. En general, la juventud africana está mejor formada e informada que las generaciones precedentes. El acceso a la educación ha facilitado este cambio que puede repercutir en positivo, ya que la fuerza laboral se encuentra más cualificada y esto puede repercutir, entre otras cosa, en menos dependencia del exterior, más innovación e investigación y en ofrecer soluciones africanas a los problemas de África.
Sin embargo, la falta de suficientes ofertas de trabajo que absorban todo este potencial, empuja a gran número de jóvenes africanos al sector informal para poder sobrevivir. La inventiva de muchos de ellos genera pequeños negocios en los que ponen en práctica sus conocimientos, pero estos pocas veces generan unos ingresos económicos más allá de los necesarios para sobrevivir día a día, y no facilitan la creación de nuevos empleos. Además, muchas veces se ven sometidos a la arbitrariedad y extorsión de los poderes públicos y, muy especialmente, de la policía.
El paro, la falta de oportunidades y los abusos generan un clima de frustración que muchas veces termina en revueltas sociales. La respuesta por parte de las autoridades políticas pasa, normalmente, por la represión y criminalización de los manifestantes. Esto incrementa la rueda de la violencia. Los que están en el poder se agarran a él para no perder sus privilegios y es normal que restrinjan la libertad de expresión y cierren internet para controlar la transmisión de noticias. Los jóvenes buscan las oportunidades que no encuentran y, a medida que su número se incremente, estas serán menores. El choque está servido y, si no cambian las circunstancias actuales y los gobiernos no toman medidas rápidas, la tensión crecerá en los próximos años y décadas.