Gastronomía: adaptación mejor que reinvención

Si nos ponemos a repasar palabras clave repetidas hasta la saciedad durante el confinamiento (más aún relacionadas con todos los sectores), ‘reinvención’ casi que se ha llevado la palma.
No es que le haya cogido manía, de verdad, pero con la ‘reinvención’, además espoleada por la incertidumbre y la precipitación, suena más a juego de magia que, ya sabemos, pan para hoy…
Quizá la mesura, no exenta de determinación y de ponerse al “pico y pala”, deba acudir en fortalecimiento de los ejes que ya estaban llamados no sólo a entenderse: gastronomía-turismo-sector primario-restauración.
Ahí está el concepto circular y como núcleo el Patrimonio Gastronómico: tradiciones, convivencia, buen vivir. Un eje de coordenadas que será para el futuro de nuestra gastronomía el verdadero atractivo para viajeros y turistas. En un utópico “libro en blanco”, un turismo cultural y, por ende, turismo gastronómico que ya puede evolucionar en las Islas intensamente a través de diferentes formatos de consumo.
¿Cómo hacernos entender gastronómicamente desde las novedosas pautas que se avecinan en el contexto mundial del turismo? De partida no andaríamos muy desencaminados si planteáramos, basados en nuestro recetario tradicional, que “así vivimos y así nos alimentamos, aunque no demos la espalda de la evolución natural de la cocina con el producto local”.
¿Se extraña un turista ante un buen plato de gofio escaldado? Podemos intuir que sí, pero no puede tomarse por un ‘no me gusta’ al igual que ocurre con nuestras papas, el bubango, la cabra…
Los neurocientíficos han demostrado evidencias que suponíamos: comparemos una chuleta de cochino negro criado en libertad y con alimentos naturales; otro segoviano que se alimenta de pienso. ¿Cuál está más bueno para un canario?
Desde el plano ‘ético’ –entrecomillado- lo llevaremos inmediatamente a nuestros valores –a nuestra identidad- que se fundamentan en lo más cercano a nuestras raíces, al vínculo con la tierra, nuestra familia, nuestras madres y padres. Un vínculo que hace, digamos, figuradamente ‘mejor’ –también entrecomillado- un bocado u otro: es por eso que nos gusta tanto el guiso de nuestra madre o nuestra abuela.
No olvidemos la “alimentación de comunidad” alrededor de las fiestas patronales, celebraciones etc.- que no es que sirvan específicamente para nutrirnos sino para consolidar clanes, reforzar lazos,… y regirse por la regla, ojo, de la cada vez más nombrada sostenibilidad.
La gastronomía, la gastronomía canaria, se nos antoja más que nunca, en estos días de cuarentena y más cercanos a la desescalada, como riqueza conceptual y sentimental que está ahí impregnado en nosotros: un cruce y un continuo avanzar de fusión de culturas. Parece nuestra propuesta muy sencilla y muy humilde, pero hoy, con la revitalización del producto de cercanía y la revisión del recetario, podremos readaptarnos a la nueva realidad en el reconocimiento general.
Impulsemos todos con los testimonios más cercanos que tenemos para dar visibilidad a esos recetarios, como yo pude hacer con aquellos arcones, sabores y cocina ingeniosa de nuestros antecesores. Ordenar, catalogar y dar estructura a todo ese enorme material documental es ya harina de otro costal.