Africa 3.0

Las selvas africanas se mueren

Una de las muchas consecuencias que se derivan de la COVID-19 es la tala y degradación de los bosques, especialmente en África, donde madereros ilegales se aprovechan de los estados de excepción declarados en diferentes países para incrementar sus actividades. A esto se une que muchas personas  han perdido su trabajo en las ciudades debido a la pandemia y hayan decidido regresar a sus lugares de origen en las zonas rurales, en las que explotan aguas, tierras y bosques para poder sobrevivir. Uno de los resultados más visibles de este fenómeno es que los bosques y las selvas son arrasados y sus árboles cortados para alimento, construcción y combustible, ya que en el continente todavía hay una gran cantidad de hogares depende de la madera (leña o carbón vegetal) para cocinar. Esta es una de las grandes advertencias que se leen el informe El estado de los bosques en el mundo 2020, que a finales de mayo hicieron público la FAO y el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) con motivo del Día Internacional de la Diversidad Biológica.

En África, cerca de tres cuartos de las pérdidas recientes de masa forestal se deben a la presión de la agricultura. Cada vez se destruyen más selvas para dedicar las tierras a este fin y es un que fenómeno se ha incrementado en las últimas décadas. Poco a poco, los bosques se van reduciendo a los que quedan protegidos y preservados en áreas especiales o parques nacionales. Fuera de ellos solo aparecen pequeñas islas rodeadas de tierra cultivada y amenazadas de extinción.

La destrucción del medio ambiente pone en riesgo claro la salud de los seres humanos. Al desaparecer el hábitat de muchos animales estos se aproximan cada vez más a las áreas ocupadas por los hombres. Así, las conductas humanas incrementan nuestras interacciones con animales que pueden ser portadores de enfermedades. No olvidemos que algunas de las últimas y más devastadoras epidemias como ébola, SARS CoV-2 o la actual pueden tener su origen en el contacto de humanos con ejemplares afectados. Aunque es verdad que solo la primera habría comenzado en África.

Un estudio de la School of Earth, Energy and Environmental Sciences de la Universidad de Stanford integra por primera vez factores ecológicos de paisajes con factores de comportamiento individuales y sopesa los riesgos para la salud humana. En él se ve que los contactos más fuertes entre primates y humanos se dan en el límite de los bosques, alrededor de las casas de las personas y que, cada vez más, los seres humanos se adentran en estos bosques en busca de árboles, en muchas ocasiones para la construcción. La reducción de las selvas y su explotación intensiva implican que los hombres pasen cada vez más tiempo en el terreno que delimita el hábitat de los primates.

Evidentemente, la reducción de la masa forestal y la extensión de la agricultura favorecen cada vez más este contacto. Los investigadores concluyen que en los próximos años, a medida que la agricultura continúe ganando terreno a los bosques y selvas, estos contactos se incrementarán y la posibilidad de nuevas epidemias crecerá.

Es por eso que los gobiernos de los distintos países africanos deben implementar medidas para proteger, preservar y recuperar sus bosques y selvas.

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