Opinión

De aquí al lado

La población africana en Canarias: comunidad siempre sobredimensionada en lo demográfico y escasamente reconocida en su contribución al progreso regional

La población de nacionalidad africana empadronada en Canarias a principios de 2020 ascendía a 29.804 personas, un exiguo 1,37% de los habitantes de la región y solo una décima parte del total de extranjeros residentes. Predomina el asentamiento de hombres frente al de mujeres y esta corriente migratoria tiene un marcado carácter laboral.

Si atendemos a las cifras según el origen geográfico de nuestros habitantes, ya con datos de 2019, esta población es un poco mayor, 38.768 efectivos. Esa diferencia tiene mucho que ver con el flujo de personas que va adquiriendo la nacionalidad española a lo largo del tiempo. Se trata de una corriente tradicional, pero que siempre se ha movido en cifras muy modestas.

Según los principales países de procedencia, los orígenes más reiterados se encuentran en los territorios africanos más próximo que forman nuestra vecindad continental: Marruecos (casi los dos tercios de la población asentada), Senegal, Mauritania y Nigeria un poco más alejada, con colectivos superiores al millar de personas.

Entre 2001 y 2019 estos habitantes se han poco más que duplicado, pero con cifras de partida muy modestas y un crecimiento que está por debajo del resto de procedencias continentales. La percepción de la población canaria, y sobre todo de la del resto del país, en relación con la incidencia de este colectivo en la región, está siempre muy por encima de su peso demográfico real, debido a la reiteración en los medios de comunicación de la llegada de personas indocumentadas por vía marítima.

Las mayores concentraciones de personas africanas se dan en la isla de Gran Canaria (39,2%), entre Lanzarote y Fuerteventura suman un 32,2%, área donde más se ha incrementado su presencia en términos relativos en las últimas dos décadas, situándose Tenerife en tercer lugar con poco más de una cuarta parte de los efectivos, pero con un incremento reciente bastante significativo de esta población.

Por municipios y áreas, cabe señalar que se trata de una población que siempre ha sentido preferencia por los principales espacios urbanos y turísticos de la región, dada su dominante motivación laboral, concentrando Las Palmas de Gran Canaria casi la quinta parte del total empadronado en 2019 (18,8%), luego se sitúan Arrecife de Lanzarote, Arona, Santa Lucía de Tirajana y Pájara, por encima de los dos mil efectivos. Y con más de mil residentes, Tías, Yaiza, La Oliva, Puerto del Rosario, San Bartolomé de Tirajana, Mogán, Santa Cruz de Tenerife y San Cristóbal de La Laguna, Granadilla de Abona y Adeje.

No existen estudios reciente que estimen el grado de población africana que se encuentra en situación administrativa irregular, el último de carácter científico se debe al Observatorio de la inmigración de Tenerife, publicado en 2007 y referido solo a esa isla. La aspiración de que éstas y otras personas en similares circunstancias puedan regularizar sus papeles, debería ser cada vez más compartida por la sociedad canaria en el corto plazo. También la adopción de estrategias de acogida con enfoque más comunitario, olvidando los actuales modelos de confinamiento para las personas que llegan por vía marítima, totalmente anacrónicos en pleno siglo XXI.

Sí está registrado que poco más de 100 mil personas han recalado de manera indocumentada o han sido conducidas a las islas desde 1994, salvando el brazo de océano que nos separa del continente —un número indeterminado pero importante no lo ha conseguido, pereciendo en el intento—, pero, evidentemente, la mayor fracción ya no permanece en el archipiélago. Buena parte de ellas son finalmente repatriadas a sus países de origen o derivadas a otros puntos del  país. Muchas de las que logran permanecer en la región asimismo acaban viajando hacia diferentes lugares de la Península y de otras naciones europeas, cuando las condiciones se lo permiten, puesto que ese suele ser el objetivo de su proyecto migratorio.

Uno de los retos siempre presentes en Canarias con respecto a la población africana, es que pueda ser más partícipe de las estrategias de relación del archipiélago con sus áreas de origen, aprovechando su conocimiento de esa realidad, sus vínculos, sus experiencias previas, e incluso, su interés y motivación por ser protagonistas de más y mejores conexiones entre nuestra región y su parte continental.

La población africana es bastante dinámica y participa en distintos proyectos relacionados con el afianzamiento de la convivencia social en Canarias, incorporándose a colectivos, organizaciones y plataformas ciudadanas. También ha sido facilitadora de la transmisión de muchos elementos de sus diversas y ricas culturas hacia el archipiélago. Forma parte y ha contribuido además a nuestra positiva diversidad humana y cultural.

Y sobre todo, ha realizado una aportación importante al progreso económico de la región, impulsando emprendimientos o mediante su vinculación con el desarrollo de los mercados de trabajo más dinámicos en buena parte de las islas, realizando su actividad en distintos sectores productivos, e incluso, en actividades poco atractivas para la población oriunda del archipiélago o para otros colectivos de personas inmigrantes.

Se trata, además y en términos generales, de una población relativamente joven y dinámica, con la aspiración de un asentamiento estable si las circunstancias lo permiten, que ha contribuido a frenar levemente la dinámica de envejecimiento y debilitamiento sociodemográfico de la región, sobre todo allí donde se ha producido su establecimiento mayoritario.

Personas que en bastantes casos han transitado por situaciones enormemente adversas, incorporando experiencias de resiliencia que mucho pueden aportar al actual contexto de enormes dificultades que vive el archipiélago, donde está quedando patente la activación de sus redes de apoyo y su solidaridad con el conjunto social.

Tal vez, y esto es una reflexión personal, la contribución de la población africana asentada a lo largo del tiempo no está en consonancia con la consideración que recibe del conjunto de la sociedad canaria, puesto que, casi siempre, se ha etiquetado su llegada y asentamiento como un problema, al identificarse mayoritariamente con el resultado de flujos marítimos de personas que se saltan las normas y son muy diferentes, cuando realmente son nuestros vecinos y vecinas.

 

Imagen: Personas de origen africano saludándose en el marco del Rezo Interreligioso por la Paz, el Respeto y la Convivencia de Juntos En la misma dirección celebrado en 2019 en El Fraile (Arona). Fotografía de Lorena Oval Dorta.

(*) Vicente Zapata es geógrafo y profesor titular de la Universidad de La Laguna, director del Observatorio de la Inmigración de Tenerife y de diversos proyectos de innovación social. Emprendedor social de la Red Impulsores del Cambio promovida por la Fundación Ashoka

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