Cuba: cansancio, hastío, desesperanza

En medio de una pandemia los cubanos siguen intentando comer, bañarse, limpiar la casa, sobrevivir y algunos trabajar. Y digo intentando porque lo que se necesita para esto no está al alcance de todos. ¿Cuándo empezaron las colas en Cuba? Hace 60 años. 60 largos años en los que con el inicio del proceso revolucionario comenzaron las colas. No sé qué empezó a fallar, pero recuerdo pequeñas colas para adquirir productos de primera necesidad. Fidel Castro culpó de esto a los “acaparadores” y los calificó de “contrarrevolucionarios”
En 1962 llegó la libreta de abastecimiento, que no es otra cosa que cartilla de racionamiento en otros países, aunque en ningún lugar del mundo donde la han tenido ha durado tanto. Aquí se va haciendo eterna, pero según las palabras del comandante, la función de la libreta no era racionar, sino evitar el acaparamiento y garantizar el reparto justo y equitativo de los bienes de consumo (reconozco que dicho así resulta bonito y parece justo). Con el paso de los años supimos que nada es equitativo ni justo, que eso de que todos somos iguales es una gran mentira. Los dirigentes en su mayoría ni tienen libreta ni la necesitan, por lo que no saben lo que es hacer cola.
La libreta en sus inicios contenía unos productos que con los años fueron desapareciendo: carne de res, papel sanitario, leche… fueron de las primeras cosas que dejamos de disfrutar. Luego apareció el bloqueo (embargo comercial realmente). Las cosas se pusieron muy feas y empezamos a comer lo que aparecía y eso se fue convirtiendo en costumbre. Llegaron las largas colas.
La libreta de productos industriales era una complicación, pues entender el sistema de compra con aquella libreta de cupones supuso un verdadero reto. No se podía ir a comprar cualquier día. Las libretas tenían letras y números que marcaban el día de compra, así se nos dijo que cada uno debía comprar con su “grupo” y eran A1, A2, A3, A4, A5, B1, B1, B3, B4, B5. Y así con con más letras. La prensa escrita se encargaba de recordar los grupos que podían comprar. hasta ahí no parece tan complicado. No obstante, los problemas surgieron al intentar acceder a las tiendas el día que te correspondía y si lo lograbas muchas veces no encontrabas nada. Por lo que se empezaron a hacer colas desde el día anterior para intentar entrar de los primeros. Sí, dormían en los portales de los comercios. Las mujeres trabajadoras estaban priorizadas para comprar el primer día, pero siempre dentro de su grupo, letra y haciendo la cola. Si trabajabas, ¿cómo ibas a hacer una cola de 24 horas? Las trabajadoras delegaban en otro familiar hasta el momento de entrar a comprar, porque la adquisición de los productos el día de trabajadoras era solamente posible si acudía dicha compañera proletaria.
No es que vendieran mucho por esa libreta, pero era lo único que teníamos. Solo por citar algunos ejemplos: tres metros de tela al año para mujeres y niñas, un par de zapatos al año para cualquier miembro del núcleo familiar, ropa interior tres piezas al año para cada miembro, un pantalón y dos camisas para hombres y niños. En principio la libreta era como un pequeño librito; en cada hoja había cuatro cupones que el gobierno determinó que eran para los productos más importantes. En la parte final, hojas con casillas para el trimestre y en estas debías escoger entre desodorante, betún para los zapatos, cepillo de dientes o cuchillas para maquinillas de afeitar. Elegir era complicado en algunas ocasiones y en otras era sencillo, pues encontrabas un talco o nada. Todo era por la misma casilla, pero si en el trimestre no podías comprar nada de esto, perdías el derecho y ya debías comprarlo en el trimestre siguiente, ¿qué tenía esto de justo? pues nada, si no lo podías comprar tras esperar que tocara la compra a tu grupo y hacer la interminable cola. No existía otro motivo que la falta de existencias, una responsabilidad de los que nos racionaban, pero que pagamos los de siempre. Años más tarde el librito fue sustituido por una libreta de solo tres hojas pequeñas y plegables. Eso nos dio la medida de que íbamos a menos. Sencillamente no le deseo a nadie lo que padecíamos. La libreta de la ropa -así le decíamos todos-, desapareció. Nunca se mencionó por qué ya no se distribuía nada para su uso y desaparecieron las pequeñas tiendas de barrio donde comprábamos. Duele recordar y revivir aquellos años, pero es que ahora estamos casi igual.
Se vuelven a hacer colas de 24 horas. Colas sin que estén vendiendo nada, esperando a ver si traen algo, sin saber si lo traerán o no. Es hacer la cola como consuelo porque se está intentando. Y los productos que ya fueron liberados vuelven a la libreta. Esto es el cuento de nunca acabar. En muchos barrios y pueblos el agua es racionada cada tres días, así como los medicamentos en las farmacias.
Hoy amanecimos con la noticia de tres miembros de una familia en Pinar del Río se suicidaron. Nuestra isla tiene un alto índice de suicidios, porque el cansancio, el hastío y la desesperanza comienzan a vencer a muchos. Tres generaciones de cubanos han pasado por estas cosas y es imposible que un pueblo se mantenga saludable viviendo en esta agonía.
A esto se suma la represión, las injusticias y el ostracismo al que nos obligan. Hablar de estas cosas puede costar caro: desalojos, insalubridad, virus, cifras de contagiados y fallecidos de las que desconfiamos. Para nosotros este gobierno no dice una verdad. No hay mejoría en nada; Cuba está destruida, el pueblo agotado. No sé cuánto más se podrá soportar.
En este vídeo un chico recuerda los cupones de racionamiento de gasolina y la libreta de productos industriales. Al ver el último formato de la libreta revives amargas experiencias.
Esta es la realidad actual: largas colas y no se sabe ni para qué.