Africa 3.0

El coronavirus: imparable en África

África

La pandemia que desde hace meses asola al mundo está extendiéndose con rapidez en África, que ya no es la excepción. Durante bastante tiempo, cuando empezaba a desbordarse con miles de muertos en Europa, Estados Unidos y Latinoamérica, el continente africano apenas sumaba casos.

Los expertos  estaban extrañados. Cuando estalló la pandemia todos temían su expansión en África, donde el clima y la escasez de medios para hacerle frente eran escasos anticipaban que la expansión sería más fácil. Algunos gobiernos, habituados a tener que enfrentar epidemias graves como la malaria o el ébola, apenas anticiparon medidas cautelares.

No se cerraron fronteras, solo en contados casos se decretó el confinamiento de las familias, que muchas no respetaron. La circulación de personas y mercancías —bien es verdad que muchas de primera necesidad— siguió funcionando con normalidad. Los extranjeros procedentes de países afectados entraban y salían sin ninguna limitación.

Así fueron surgiendo focos por todos los países, con la excepción curiosa de Lesoto. Un pequeño Estado enclavado en territorio sudafricano que, si embargo, fue el más castigado junto con Egipto y Nigeria, los países con censos de población más elevados. Pero, cuando empezaron a adoptarse las medidas de la Organización Mundial de la salud, ya era tarde

En estos momentos el número de contagios está en torno a los 10.000 diarios y el de afectados cerca del millón. No es fácil manejar estadísticas fiables. Alrededor de 17.000 personas han muerto, aunque probablemente sean bastantes más. Muchas personas en las zonas rurales no tuvieron asistencia alguna, sus allegados no tomaron medidas de precaución, y las víctimas ni siquiera supieron la enfermedad que padecían.

Las condiciones de salubridad pública son deficientes y el calor complica más la prevención que tiene en los hogares modestos el peligro de contagio.  África necesita ayuda exterior y no solo para frenar la COVID-19. La sequía ha arruinado las cosechas y aumenta el hambre en algunas regiones. Las oenegés y misiones religiosas ayudan, pero es insuficiente. Muchas fuentes de riqueza están paralizadas y el turismo, que empezaba a reportar beneficios y mano de obra, ha caído en picado

Muchas personas tienen miedo a viajar. Las fronteras están cerradas y hay escasos vuelos. En algunos aeropuertos a los extranjeros se les trata con desconfianza, porque saben que muchos virus los portan personas asintomáticas.

Otros problemas que también se hacen sentir incluso en capitales europeas es la escasez de medios. Hay pocos hospitales y los que existen, además de insuficientes para acoger a tantos enfermos, carecen de medios, como respiradores e incluso profesionales —médicos o personal de enfermería— carentes de especialización, experiencias o simplemente decisión de arriesgarse en un trabajo tan contagioso.

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