Costa de Marfil: Gbagbo absuelto

Después de siete años encarcelado bajo la acusación de crímenes contra la humanidad, Laurent Gbagbo, que había sido presidente entre los años 2000 y 2011 de Costa de Marfil, fue absuelto de todos los cargos por la Corte Penal Internacional (CPI) y puesto en libertad de manera inmediata, al igual que lo fue su ministro de la Juventud, Charles Blé Gaude. Muchos de sus partidarios en Abyan y otras ciudades del país celebraron en las calles con bailes, música y estruendo de claxon la noticia que la televisión local ofreció en directo desde La Haya. El retraso en la decisión está despertando duras críticas contra la lentitud de los jueces. Siete años de reclusión provisional son muchos.
Laurent Gbagbo y Charles Blé habían sido encarcelados a raíz de los incidentes que entre el invierno y la primavera de 2010 y 2011 desencadenaron disturbios y enfrentamientos armados en el país, que se saldaron con cerca de tres mil muertos y varios cientos de miles de desplazados. Gbagbo, que había sido presidente de la República durante diez años y aspiraba a un tercer mandato, después de proclamar su victoria no aceptó su derrota oficial frente al actual presidente, Alassane Ouattara, cuando en medio de una gran confusión la Junta Electoral la anunció. Sus seguidores iniciaron entonces una ola de protestas violentas que ante su obstinación fueron en aumento durante meses, dividieron al país en tres territorios, causaron terror en las calles y, en algunos momentos, degeneraron en una verdadera guerra civil.
El presidente derrotado y algunos de sus colaboradores fueron acusados de estar detrás de las revueltas. Francia, con el respaldo de la ONU, tuvo que enviar un contingente de fuerzas para ayudar a restablecer el orden. Durante años Costa de Marfil había sido uno de los países políticamente más estables del África Subsahariana. Esta situación cambió radicalmente a finales del siglo pasado y primeros años del presente. Ya la elección de Gbagbo en 2012 generó una ola de disturbios que se repetirían cuando su relevo. Aquella ola de desórdenes dividió a la sociedad, creó enfrentamientos entre tribus y religiones, enturbio la convivencia y causó graves daños a la prosperidad económica que se estaba produciendo.
El sobreseimiento de la causa, que llevaba dos años siendo vista en La Haya, fue adoptado por unanimidad de los tres jueces encargados de dirimirla y lo anunció públicamente el presidente, Cuno Tarfusser. El argumento es que no se encontraron pruebas suficientes de las acusaciones que se formulaban contra el expresidente. A lo largo de los meses que se prolongó la vista comparecieron decenas de testigos, pero el tribunal estimó que los discursos pronunciados en las manifestaciones convocadas por Gbagbo durante aquellos días fueron de carácter político, y no podían ser considerados como incitaciones a la violencia desatada.
Lauren Gabagbo, de setenta y tres años, profesor de Historia, erudito y político inicialmente de convicciones democráticas, no era la primera vez que se enfrentaba a la justicia por sus ideas y actividades públicas. Siempre se opuso al régimen de partido único presidido por el histórico Felix Houphouet-Boigny. Y ya entonces se vio obligó a exiliarse en Francia. Posteriormente fundó en la clandestinidad el partido socialista, lo que le costó dos años de cárcel. No reconoció su derrota en las elecciones de 2010, después de diez años de Presidencia, y a pesar del reconocimiento de Onattara por la comunidad internacional con los Estados Unidos y la Unión Europea al frente, él, que contaba con el respaldo firme de los cristianos del sur del país, se mantuvo firme en su reivindicación.
Cuando las fuerzas extranjeras lograron restaurar el orden, él y su familia se refugiaron en un búnker protegido por leales, hasta que fueron detenidos por soldados de Naciones Unidas. Él y alguno de sus colaboradores más próximos fueron enviados al tribunal de La Haya para ser juzgados. La acusación que pesaba sobre su actuación era muy grave: crímenes de lesa humanidad. Una acusación que a juicio de expertos parecía estar suficientemente probada. Casi nadie confiaba en su sobreseimiento acogido en las cancillerías con cierta sorpresa. A pesar de la reacción que ha tenido la noticia en Costa de Marfil, su regreso al país, y quizás a la actividad política, en principio no despierta especiales inquietudes.