Mozambique frente a la yihad

La yihad islámica en sus diferentes versiones locales sigue progresando de manera imparable en África. Cada día aparecen nuevas organizaciones, incluso en países donde hasta ahora la religión musulmana apenas contaba con implantación. Detrás siempre aparece un predicador fanático, a menudo forastero y con buena capacidad de comunicación, que en poco tiempo se rodea de un círculo de fanáticos que extienden sus teorías de fe o de odio —más de odio con frecuencia— y que enseguida prenden en las clases más desfavorecidas.
La pobreza es un elemento que ayuda. Los gobiernos intentan ponerle freno al yihadismo sin medios y sin éxito a la hora de mentalizar a las fuerzas de defensa. Carecen de medios y argumentos para frenar el paso siguiente del rezo en las mezquitas a la acción terrorista de los más fanatizados, cuyos simpatizantes empiezan a ver como algo normal. Muchos países, como Mali, Burkina Faso o Chad, las ramas de Al Qaeda y otros grupos que actúan por su cuenta, ya gozan de una implantación que amenaza a los poderes constituidos. El último país en iniciar con fuerza la actividad yihadista es Mozambique.
En la antigua colonia portuguesa hay un viejo conflicto político entre el Frente de Liberación de Mozambique (FRELIMO), que está en el poder desde la independencia— los tiempos del líder Samora Machel— y la La Resistencia Nacional Mozambiqueña (RENANO) que también desde entonces mantiene una resistencia de guerra civil. Desde hace algunos meses, a raíz de las elecciones presidenciales, ambos contendientes mantienen un acuerdo firmado de paz que en líneas generales se está respetando.
Ese ambiente de conflicto también propicia la evolución de las bandas yihadistas. Además de las tradicionales, en los últimos meses ha irrumpido con mucha fuerza un grupo de Ahlu Sunna wa Janna, surgido en 1917, conocido popularmente como los Chabad. Está integrado por unas decenas de jóvenes fanáticos —de ahí les viene el apodo de Chabad, los Chavales— que ya han cometido algunos atentados y el miércoles de la pasada semana consiguieron hacerse con el control de la pequeña ciudad de Mocimboa de Praia.
La operación militar que montaron es una muestra de su organización y capacidad operativa. La guarnición militar que debería proteger a la ciudad está instalada en otra localidad, a doce kilómetros de distancia e integrada por una docena de efectivos que reaccionaron tarde, y cuando intervinieron ya los rebeldes habían cortado los accesos, ocupado el Ayuntamiento, los lugares estratégicos, los centros escolares y algunos negocios cruciales para el normal funcionamiento de la vida local.
Desde hace más de una semana mantienen el control. El Gobierno de Maputo ha enviado fuerzas para desalojarlos, pero Mocimboa de Praia está a 2400 kilómetros de la capital, en el noroeste de país, y el trayecto está mal comunicado. Mocimboa es una ciudad más importante por su situación estratégica en el conflicto general que existe en Mozambique que por su población y economía. Está cerca de la frontera con Tanzania, a través de la cual existe mucha actividad tanto de tránsito de personas como mercancías.
La noticia ha creado preocupación también en los países vecinos, especialmente en Tanzania, África del Sur. El fanatismo yihadista, que se expande desde el Sahel, crea temor tanto por la amenaza que supone como por la facilidad con la que traspasa las fronteras. Para Mozambique es un duro golpe tanto para el Gobierno como para sus habitantes: los mozambiqueños aspiran a vivir en paz.