Libia, nueva oportunidad para la paz

El conflicto en Libia ha entrado en una fase nueva de arreglo. Han sido muchos los acuerdos de tregua, de alto el fuego y negociación que habrá que esperar para hacerse ilusiones, pero en esta oportunidad hay algunos detalles nuevos que permiten alentar la esperanza. Hace una semana, los representantes de los dos contendientes sorprendieron por separado anunciando un plan para llegar a una solución democrática a través de la convocatoria inmediata de elecciones.
La noticia ha sorprendido tanto a la prensa internacional como a muchas cancillerías donde cada vez preocupaba más la internacionalización del conflicto. La intervención de fuerzas turcas en apoyo del GNA de Serraj había dado un vuelco a la guerra que mantenían las tropas del Gobierno, que preside Fayez al Serraj, reconocido como legítimo por las Naciones Unidas, y el ejército del mariscal Khalifa Hattar, que controlan una parte importante del territorio.
Ante la intervención turca, cada vez más presente en todo lo que afecta al Mediterráneo oriental, apoyando militarmente al Gobierno de Trípoli, el presidente egipcio, Abdel Fattah al-Sisi, advirtió que Egipto no podría permanecer con los brazos cruzados y que intervendría en apoyo del mariscal Hattar. Una amenaza que enseguida movilizó los esfuerzos diplomáticos para evitar que la contienda adquiriese mayores proporciones.
Apenas se conocen detalles más allá de los comunicados enviados a la ONU y difundidos por la prensa. Entre los aspectos más destacados, sobre lo que las partes no coinciden, se habla de establecer una zona desmilitarizada en la ciudad de Sirte. No se especifica quién se encargará del cumplimiento del acuerdo, aunque se da por seguro que serán fuerzas de interposición de la ONU.
La solución del conflicto libio cobra especial importancia para el mercado del petróleo. Se trata de un conflicto de intereses y de lucha por el poder. Entre los dos bandos no existen diferencias ideológicas y ambos líderes coinciden que su objetivo es la defensa de la unidad de la Patria. Actualmente, mientras los dos enemigos enfrentados combaten con armamento moderno, en varios lugares de tan extenso territorio se dilucidan conflictos menores entre diversas tribus.
El conflicto surgió hace nueve años con la caída del régimen del coronal Gadaffi (2011), en el que se abrió un vació de poder que a lo largo de tanto tiempo ha pasado por diversas vicisitudes y ha costado la vida de varios millares de personas, civiles y militares. El desconcierto que se creó con la desaparición del dictador propició entre otros problemas la falta de control de los arsenales. Muchas armas modernas inundaron el mercado internacional, del que se beneficiaron algunas organizaciones terroristas.
La mayor parte cayeron en poder de las organizaciones yihadistas que existen en el Sahel y desde allí expanden su acción a otros países del continente, especialmente Malí –que estos días ha sufrido un golpe de Estado que pone en duda su futuro–, Chad, Burquina Fasso, Nigeria, etcétera. Una buena parte del territorio libio permanece desde entonces en la anarquía absoluta. En la práctica el Estado no existe. Y los yihadistas van cobrando cada vez mayor presencia.
El arreglo definitivo es importante especialmente para Europa, tanto por su posición estratégica y por la riqueza de crudo que alberga. Francia e Italia son los dos países que han mostrado mayor interés sobre el conflicto, aunque desde posiciones diferentes. La Unión Europea no tomó partido y ambos países mantuvieron sus apoyos con una gran discreción. El mundo árabe también procuró no implicarse más allá de brindar su colaboración para llegar a un entendimiento.
Mientras tanto, Libia se ha convertido en el principal refugio de emigrantes subsaharianos en espera de poder dar el salto a Europa. Las mafias se mueven en los puertos, de donde zarpan muchas embarcaciones precarias con la más absoluta normalidad. La policía, en su desconcierto, presta su atención a la guerra que mantiene al país en la mayor inseguridad.