Aniversario sin nostalgia

Diecisiete países subsaharianos celebran este año el sesenta aniversario de su independencia. La conmemoración de un hecho tan importante está pasando sin embargo bastante inadvertida. En todas las capitales los gobiernos, sin excepción, lo han celebrado con alegría y sin nostalgia. Muchos de los sueños se han disipado con el correr del tiempo, pero la coincidencia es que prácticamente nadie lo lamenta, al contrario.
Es evidente que el momento que se vive en África, lo mismo que en resto del mundo, no está para celebraciones festivas. El coronavirus empaña el recuerdo del momento con millares de muertos y cerca de un millón de contagiados. Ni uno solo de estos países, igual que los demás del continente, se ha librado de esta pandemia que han tenido que enfrentar con pocos medios y mucha resignación.
Echando mano de cifras y estadísticas, África no fue ni mucho menos el continente más afectado. Allí además existe una cierta resignación ante las epidemias, como la malaria o el ébola, y el retraso en la dotación de equipos sanitarios y especialistas para enfrentarlos. Tampoco 2020 ha sido un año que merezca la pena recordar con satisfacción: los problemas que se acumulan son muchos.
Al margen del subdesarrollo del que tanto les cuesta salir a los subsaharianos, ni las circunstancias climáticas ni sociales y políticas, tampoco son para celebrar. También en estos sesenta años ha habido que lamentar guerras fratricidas, atentados terroristas y desastres naturales, desde inundaciones hasta las sequias que castigan a los agricultores y ganaderos e indirectamente al resto de los ciudadanos a la hora de comer.
Uno de los problemas más graves es la escasez de alimentos. Las cosechas que se han visto y ven afectadas no solo encarecen la vida, sino que limitan el abastecimiento. Los que tienen reservas de petróleo, como Angola, Guinea Ecuatorial o Gabón, tienen el recurso que les proporciona la exportación de crudo, aunque a veces muy limitado por la explotación abusiva que hacen las grandes empresas concesionarias extranjeras, y por la corrupción que generan.
Otros países con grandes riquezas minerales, maderas, diamantes, coltán y otros productos exportables, tropiezan con la escasez de posibilidades para explotarlas y con la intromisión de gobiernos o grandes corporaciones foráneas que lo hacen quedándose con la mayor parte de los beneficios. África, se repite mucho, necesita inversión extranjera. Su potencial económico es enorme, pero falta capital para desarrollarlo.
Los golpes de estado y los enfrentamientos tribales han sido un motivo constante de inseguridad. Aunque la situación mejora a grandes pasos -ha aumentado la convivencia democrática y las instituciones cobran peso-, aún hay situaciones que deben mejorar. En este año hemos asistido a problemas graves en Mali y Sudán que se van encauzando, aparte de los viejos conflictos en Sudán del Sur, la República Centroafricana o en la República democrática del Congo
La intromisión del yihadismo está convirtiéndose en una pesadilla. Se extiende por todo el continente a gran velocidad. Algunos países como Nigeria, Burkina Faso, Mali o Mozambique están sufriendo situaciones de guerra en algunas de sus provincias. El Sahel es una reserva permanente de terroristas, y casos como el de Somalia hace décadas que la han convertido en una sociedad de delincuentes, martirizada y con un país sin estado.
El recuerdo de las potencias colonizadoras como Francia, el Reino Unido y Bélgica continúa siendo amargo. Intelectuales, políticos y analistas coinciden en que han dejado huellas que tardarán en borrarse y acusan a sus antiguas metrópolis de intentar recuperar el buen recuerdo con excelentes palabras, pero más allá de las frases afectuosas, las ayudas siguen siendo limitadas, y su propensión a entrometerse en sus asuntos, muy alta.
Algo muy importante después de sesenta años de libertad es el orgullo africano que se ha creado y continúa afianzándose. La llegada que empieza a ser numerosa de turistas atraídos por sus tradiciones, reservas ecológicas y paisajes naturales está contribuyendo a que muchas personas se sientan reivindicadas tras tantos siglos de desconocimiento y valoración de sus valores, empezando por los humanos tan sensibles y tradicionalmente tan castigados.